Detenido un sicario mexicano que disolvió 300 cuerpos en sosa cáustica
El Pozolero arrojaba a fosas sépticas los cadáveres deshechos de 'narcos' rivales
Dice el diccionario que el pozole es un guiso de maíz tierno, carne y chile con mucho caldo. Al tipo de la fotografía, que en realidad se llama Santiago Meza López, lo conocían en los ambientes del hampa mexicano por El Pozolero, dado que su especialidad era cocinar a los narcotraficantes rivales. Según confesó al ser detenido, su trabajo -que vendía al mejor postor por 600 dólares a la semana- consistía en sumergir los cadáveres que recibía en bidones con sosa cáustica, macerarlos durante 24 horas y arrojarlos después a una fosa séptica. Eso sí, El Pozolero sólo aceptaba ingredientes masculinos. Se lo podía permitir. Sólo en 2008, su último jefe -el famoso Teodoro García Simental, El Teo o El Tres Letras, uno de los principales lugartenientes del cartel de los hermanos Arellano Félix- le encargó que convirtiera en caldo a 300 narcos rivales.
El detenido se vendía al mejor postor por 600 dólares a la semana
Maceraba en bidones durante 24 horas todos los cuerpos que recibía
El Teo y dos de sus compinches circulaban el jueves pasado por una carretera en dirección a Tijuana (Baja California). Iban bien pertrechados para cualquier contratiempo. Llevaban un fusil Barret calibre 50; una ametralladora MP-5 calibre 9 milímetros, una carabina, otro fusil y dos granadas de mano, además de varios chalecos antibalas, que nunca se sabe. Una patrulla de élite del Ejército mexicano se les echó encima y ellos trataron de huir, pero no lo consiguieron. La información oficial señala que, junto a los sicarios, viajaba una menor, que manifestó "haber sido contratada para un evento social...".
El parte policial no tiene desperdicio. Porque a lo macabro se une lo chistoso, extremos que conviven en México como en ningún otro lugar. Una vez que El Pozolero, de 45 años y nacido en Sinaloa, confesó sus habilidades, de las que se mostró arrepentido y pidió perdón a los familiares de las víctimas, los interrogadores tomaron declaración a los otros dos detenidos, Héctor Manuel Valenzuela Lobo, de 45 años, y Fernando López Alarcón, de 49. La sorpresa llegó cuando ambos admitieron ser, también, cocineros de El Teo. Eso sí, ambos juraron que lo suyo -a pesar del armamento que los acompañaba- era la cocina tradicional. De hecho, el tal Valenzuela presumió de que el famoso narcotraficante no comía otra cosa que no fuera preparada por él. López Alarcón, más modesto o tal vez más listo, dijo que él sólo era un vulgar ayudante.
La detención se produjo en una de las zonas más calientes de México. Tijuana es una de las seis ciudades donde el Gobierno de México admite no tener el control. La ciudad del Pacífico, fronteriza con EE UU, sigue librando en la actualidad una cruenta batalla entre los cárteles que quieren controlarla. El pistoletazo al horror lo dio precisamente Teodoro García Simental, El Teo, cuando en abril del pasado año rompió con sus antiguos jefes, los hermanos Arellano Félix, y decidió establecerse por su cuenta. La guerra entre las dos facciones -aumentada por una presión nunca antes vista de la policía y el Ejército- es total. Un día aparecen 16 jóvenes con un tiro de gracia y la lengua cortada; al siguiente, la banda rival exhibe tres cadáveres sumergidos en bidones con productos corrosivos junto a un cartel que amenaza: "Los vamos a hacer pozole". Así hasta 6.000 asesinados el pasado año.
Pero 2009 no ha empezado mejor. La cifra de bajas es de 346 en tres semanas. Las autoridades ya están empezando a preocuparse por el daño que la situación puede provocar en la imagen de México, la inversión exterior y el turismo. La secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, pidió hace unos días a un grupo de corresponsales extranjeros su colaboración para no aumentar el desprestigio de México. Pero, por desgracia para el país, el del Pozolero no es un caso estrambótico, una rareza. El viernes, sólo en el Estado de Chihuahua, fueron asesinadas 22 personas, a las que hay que sumar otras 18 en el resto del país. Y no sólo se trata de pobres diablos a sueldo de los poderosos capos del narcotráfico. También fueron asesinados dos empresarios y un ex alto cargo de la policía en Oaxaca, que viajaba junto a su hijo en lujoso deportivo. Detrás de cada asesinado -¿cómo consigue un probo funcionario de una Administración que paga poco, tarde y mal comprarse tamaño auto?- hay una historia que se sumerge en años de drogas, corrupción y muerte.
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