La Cuba profunda se despereza
El campo espera una reforma del Gobierno de Raúl Castro para salir de la ruina
La vieja carretera central que cruza Cuba está cargada de consignas revolucionarias y nombres de patriotas muertos, pero fuera de las vallas de propaganda apenas se ve tráfico de camiones, ni campesinos sembrando la tierra. En el camino hacia oriente gran parte de las fincas del Estado están infestadas de marabú; debido al abandono del campo cubano, este arbusto fiero y espinoso se ha convertido en una plaga que inutiliza cientos de miles de hectáreas buenas para la ganadería y la agricultura, un lujo demasiado caro en un país que importa el 84% de los alimentos que consume.
Estos días, brigadas de trabajadores armados con machetes chapean espesos bosques de marabú en los arcenes, pero su profusión es tal que no se ve horizonte para acabar con el azote. De igual modo, suenan desproporcionadas las exhortaciones a incrementar "la productividad y la eficiencia" que asaltan al viajero desde numerosas pancartas en la carretera.
Gran parte de las fincas del Estado están infestadas de matorrales
"Para arreglar este país hace falta iniciativa privada", dice Chantall Sastre
De los 570 tractores que existen en la zona de Gibara, el 30% no funciona
Por el abandono, la producción de grano de Velasco cayó en picado en 2007
"Los ganaderos no fallaremos", dice una pintada cerca de la ciudad de Sancti Spíritus. Unos kilómetros más allá, el restaurante El Vaquero vende platos elaborados a base de carne de búfalo. Los baños del establecimiento no funcionan. Agua hay, pero desde hace meses la empresa que ha de reparar el sistema de fontanería no acaba de hacerlo, y cada vez que un cliente utiliza el inodoro detrás va una empleada con un cubo para descargar la cisterna.
Rodar por los 740 kilómetros que separan La Habana de Holguín es un buen ejercicio para tomar el pulso al país. También para calibrar la magnitud del reto a que se enfrenta el nuevo Gobierno de Raúl Castro, abocado al cambio después de medio siglo de revolución.
En los 90 días que lleva de presidente, el hermano menor de Fidel Castro ha eliminado algunas prohibiciones hirientes, como las que impedían a los cubanos acceder a los hoteles, adquirir computadoras o teléfonos móviles. Además, y más relevante, Raúl Castro ha levantando el veto ideológico al enriquecimiento que es fruto del trabajo esforzado y honesto, una herejía hasta hace poco, y ha iniciado una reforma agrícola de corte descentralizador. Incrementar la producción de alimentos es hoy asunto de seguridad nacional.
Otras transformaciones se avecinan. A sus 76 años, de los que ha actuado 49 como número dos de Cuba, Raúl se ha establecido como metas prioritarias elevar el nivel de vida de la población y traspasar un modelo de socialismo viable a sus herederos, y eso, admiten algunos de sus seguidores, sólo es posible con una revolución dentro de la revolución, no con parches.
Cae la tarde en las fértiles llanuras de Ciego de Ávila y un grupo de jornaleros trabaja a destajo. "Veinticinco pesos por cordel limpio de marabú", dice Onelio Rodríguez, uno de los campesinos. Calcula a ojo: un cordel son aproximadamente 400 metros cuadrados de tierra y 25 pesos no llegan a un euro; un hombre puede hacer dos cordeles diarios, no mucho más, pero eso no es "lo peor", dice. "Uno desbroza un campo entero y si después la empresa no mete los tractores y echa herbicida, entonces no se ha hecho nada. Mírelo allá retoñando".
El destino de este viaje es Gibara, una hermosa villa colonial de 16.000 habitantes en la costa norte de Holguín. El cerro en forma de silla que corona esta villa fue el primer lugar de la isla que avistó Cristóbal Colón el 27 de octubre de 1492, pero Gibara es hoy famosa por otro motivo: desde hace seis años, cada primavera se celebra aquí el Festival del Cine Pobre, todo un símbolo del nuevo país que empuja por abrirse paso.
Por primera vez, un filme cubano absolutamente independiente inauguró el certamen este año. Personal belongings, del realizador Alejandro Brugués, cuenta un drama de separación de familias, exilios y expectativas insatisfechas, y fue rodada sin un dólar del Estado.
"Con apoyo institucional o sin él, los jóvenes están haciendo películas", asegura el realizador Humberto Solás, creador del festival. Si el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica "perdió hace tiempo el monopolio del cine", también poco a poco "la sociedad está escapando del inmovilismo y la falta de proyecto", según Solás.
Su vinculación a la ciudad viene de lejos. Hace 30 años rodó aquí Lucía, una de las grandes películas del cine cubano, que en su último cuento muestra las contradicciones y luchas entre la vieja mentalidad y la nueva sociedad surgida en enero de 1959. "El cambio no fue fácil entonces, tampoco ahora", afirma Juan, un vecino de Gibara. "Hoy todo el mundo habla de 'los cambios de Raúl', se han generado muchas expectativas, y eso sencillamente ocurre porque el país de nuevo está urgido de un gran cambio".
Gibara también es llamada la Villa Blanca, y en ella ya no quedan hoteles del Estado: cerraron hace tiempo por desidia y dejadez de la empresa que los administraba. La fabulosa residencia ecléctica de los Ordoño, una rica familia que emigró a Estados Unidos al triunfo de la revolución, fue convertida en hotel en los noventa. Hoy su deterioro y degradación llegan al extremo del derrumbe. Los vecinos cuentan cómo fue saqueado en su esplendor, incluyendo los marcos de las puertas y ventanas. Y nada pasó.
Cerca de allí, en la calle Céspedes, la parisiense Chantall Sastre dirige La Casa de los Amigos, un negocio privado de alquiler de habitaciones. Chantall llegó a Cuba en 2001 y un año después se casó con Alexander, un gibareño 20 años menor que ella. Enseguida abrieron el hostal, que les da para vivir, pero también muchos dolores de cabeza. "Continuamente nos inspeccionan y ponen multas por cualquier bobería". Hoy Chantall es pesimista: "Para arreglar este país mucho tienen que cambiar las cosas. Hace falta una verdadera apertura a la iniciativa privada, que se estimule a la gente, y no lo veo".
En Gibara funcionan 27 o 28 hostales con licencia para operar en divisas. Todos se llenan durante el festival. "Pero la gente emprendedora está mal vista: demuestra la ineficacia estatal y que con iniciativa sí se pueden hacer cosas", opina Chantall. David Blanco, uno de los artistas invitados a actuar este año en la Villa Blanca, cree que aunque lo hecho hasta ahora por el Gobierno no es mucho, hay motivos para el optimismo: "El principal cambio es que han empezado los cambios y que las mentes empiezan a abrirse". Gibara es la capital política del municipio, pero la capital económica es Velasco, comarca conocida como el granero de Cuba. Un quintal equivale en la isla a 46 kilogramos, y en sus buenos momentos Velasco llegó a producir un millón de quintales anuales de viandas, granos y hortalizas. Debido al abandono, la sequía y la falta de estímulo, en los últimos años la producción cayó en picado, en 2007 no rebasó los 600.000 quintales.
Para llegar a Velasco desde Gibara hay que tomar un mal camino de tierra y grava que desemboca en la casa de Antonio Félix Hidalgo Meneses, de 84 años, mayor retirado del Ejército y defensor a ultranza de la Revolución. Hace algún tiempo se jubiló y empezó a cultivar dos caballerías de tierra (26,8 hectáreas), pero ahora piensa pedir dos más y un crédito para comprar 10 vacas. "Antes el Estado pagaba muy poco por la leche, pero ahora ha triplicado el precio y es un buen negocio".
Hace un mes se constituyó en Velasco la delegación municipal de agricultura, y en estos momentos comienzan a repartirse tierras ociosas a los agricultores privados. El plan descentralizador es nacional: en cada uno de los 169 municipios del país se han creado delegaciones similares, que tienen como misión poner a producir el campo. Hoy, de los cuatro millones de hectáreas de tierras fértiles que existen en el país, aproximadamente la mitad están deficientemente cultivadas o tomadas por el marabú.
En la tienda de tejidos El Encanto, una frase en la pared recibe al cliente: "Sin sonrisa de mujer no hay dicha plena para el hombre". El establecimiento trabaja en moneda nacional y prácticamente no tiene suministros. "El bloqueo nos ha hecho mucho daño", dice Toni por si acaso. La Sucursal, la tienda de al lado, trabaja en CUC, la divisa local, con un valor 24 veces superior al peso cubano. Junto a reproductores de DVD, ropa y artículos de limpieza, se comercializan también machetes, botas de agua y rastrillos, una novedad, pues antes estas mercancías estaban férreamente controladas por las empresas estatales.
Toni cree que los problemas en Cuba se van a arreglar. "La reforma de Raúl va a caminar, hay voluntad", dice. En su casa, su esposa guarda los bolsos de las clientas que entran a la otra tienda de divisas de Velasco. Cobra un peso por el servicio y con eso ayuda a su marido. Su sueño ahora es arreglar su vivienda, que presenta un estado deplorable, como el 70% de las 24.000 casas del municipio.
Desde hace 15 años a esta comarca prácticamente no entra nueva maquinaria agrícola ni piezas de repuestos. De los 570 tractores que existen en esta zona, el 30% no funciona. Rosa Miriam Leyva, secretaria del Partido Comunista en Gibara, asegura que el Gobierno es plenamente consciente de los problemas y dice que poco a poco todo irá resolviéndose, pues la reforma en la agricultura va en serio. "Las delegaciones tendrán poder verdadero", asegura, "pero para repartir hay que ser eficientes y producir". Es la consigna.
Cerca de la Villa Blanca unos guajiros chapean un campo de marabú, y en la Cuba profunda uno choca con la dura realidad: si la gravedad de los problemas económicos es grande, pesan tanto o más las inercias y estructuras de un sistema esculpido a la medida de las utopías más abstractas de la revolución; y a igual velocidad que corren los kilómetros por la carretera central, el tiempo se esfuma. Chantall no lo ve. Y uno de los directores de cine que asistió al festival se declara "optimista vigilante".
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