Cuba aprovecha los actos en homenaje al Che para apoyar los cambios
La figura del legendario líder es utilizada por Raúl Castro para respaldar su política
Cuarenta años después de su muerte, el Che sigue siendo uno de los valores más sólidos de la revolución de Fidel Castro, y también un comodín muy útil ante las tareas difíciles, como los cambios anunciados por Raúl Castro el pasado julio. Todo ello quedó demostrado ayer en Santa Clara, la ciudad que Guevara tomó el 31 de diciembre de 1958 en un golpe militar que determinó la derrota definitiva del régimen de Fulgencio Batista.
El acto político para conmemorar la "caída en combate" del guerrillero tuvo un mensaje principal: si en los noventa el ejemplo del Che debía servir para resistir y sobrevivir al colapso del campo socialista, hoy su leyenda es convocada en apoyo a los cambios "estructurales y de concepto" que anunció Raúl Castro el pasado 26 de julio.
La plaza de la Revolución Ernesto Che Guevara, en la ciudad de Santa Clara, está presidida por una estatua de más de 20 toneladas de bronce y casi siete metros de altura. Guevara lleva fusil, uniforme, boina y la cabellera y las barbas desaliñadas, y bajo esta mole -el pedestal mide 16 metros- se encuentra el mausoleo que guarda sus restos y el de sus compañeros de guerrilla muertos en Bolivia. Allí, el presidente en funciones de Cuba, Raúl Castro, y familiares del Che encabezaron ayer un homenaje solemne con gran carga política y vocación de actualidad.
Habló Ramiro Valdés, comandante histórico y número dos de Guevara durante la lucha insurgente, hoy ministro de Informática y Comunicaciones: "Seguir el ejemplo del Che (...) significa hoy mirar hacia delante", afirmó. Valdés dedicó buena parte de sus palabras al debate que tiene hoy lugar en la isla sobre el discurso pronunciado el 26 de julio por Raúl Castro, en el que anunció la introducción de cambios económicos estructurales, así como el abandono de políticas que tuvieron sentido en el pasado, pero que hoy han sido superadas por la vida.
"Todo el país en estos días es un hervidero de ideas", dijo Valdés. "Lo que esperamos de este debate es que nos ayude a romper con la inercia, el dogmatismo y el estilo burocrático (...) a liberar donde estén trabadas las fuerzas productivas y a lograr que nos acostumbremos a revisar y actualizar críticamente las fórmulas que aplicamos en la economía y en las distintas esferas de nuestra vida".
El ministro esbozó un plan de acción: "Nuestra agenda es hacer cuanto resulte sensato y posible, eliminar lo que sea absurdo, conciliar cada logro y asegurar cada día más la plena soberanía del país, el socialismo como fundamento de la independencia y el desarrollo material". Pero advirtió que si hay una "agenda" revolucionaria, "seríamos ingenuos si no viéramos que el enemigo trata desesperadamente de introducir su propia agenda en esta discusión y en general en todo el tema cubano".El discurso de Valdés, como el de Raúl Castro en julio, era de línea, y cada palabra estaba bien sopesada: cambios sí, pero con prudencia y alerta ante quienes "de modo consciente o inconsciente" estimulan el desaliento y crean "ilusiones" de que el conflicto histórico con EE UU "puede resolverse por la vía de concepciones unilaterales o a la espera de favores".
Valdés se mostró convencido de que las "discusiones abiertas y francas" que tienen lugar en Cuba servirán para "la búsqueda colectiva de soluciones" que, dijo, "no pueden ser nunca mágicas". Calificó de "duro golpe" la enfermedad de Fidel Castro, y afirmó: "Estamos ante una hora de combate (...) no es ésta la hora de derrotismos, ni de oportunismos, ni de esperar a que venga alguien a perdonarnos la vida". Sobre Estados Unidos, parafraseó al Che: "Al imperialismo ni un tantito así". En resumen, el homenaje a Guevara confirmo que la palabra clave hoy en Cuba es cambio, pero eso sí, manteniendo el espíritu de la revolución. Una tarea complicada.
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