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Ola de cambio en el mundo islámico | Revuelta popular en Libia

La Cirenaica lidera la sublevación

La región oriental del país estalla tras décadas de maltrato del régimen - El auge de los grupos islamistas y rencores tribales alimentan la rebelión

Andrea Rizzi

El corazón que ha impulsado la rebelión en las venas libias es la Cirenaica, la región oriental del país. Su sublevación puede parecer la inevitable continuación del fuego prendido en los dos países vecinos, Túnez y Egipto. Pero, aunque estas fueron sin duda fuentes de inspiración y todas compartan un gran anhelo de libertad, el estallido cirenaico tiene características propias que lo diferencian: el mayor protagonismo de los movimientos islamistas y un claro componente de hostilidad tribal.

"Cirenaica ha sido tradicionalmente hostil al régimen de Gadafi, que tenía su feudo en la región de Trípoli, a la que daba trato preferente en detrimento de la Cirenaica", comenta en conversación telefónica Roberto Cajati, jefe del Departamento de Estudios del Instituto Italiano para África y Oriente. La estructura de la sociedad libia, fundamentalmente vertebrada por grupos tribales, ha agravado ese antagonismo durante cuatro décadas de dictadura.

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"Además", prosigue Cajati, "en la Cirenaica es muy notable la influencia de movimientos islamistas, que han sido en el pasado reprimidos por el régimen, pero sin que este lograra extirpar su raíz. Los Hermanos Musulmanes egipcios han sido muy activos en la región. Lamentablemente los grupos locales no han seguido la senda de moderación de la célula madre, y permanecen ahora bastante fundamentalistas y con grupos con vocación violenta. No nos equivoquemos: esta revuelta tiene una matriz islamista, y muchas de las declaraciones pluralistas y democráticas que se oyen son simplemente muestras de oportunismo político sin gran fundamento".

Tras un largo periodo de dura represión, el régimen decidió en la última etapa intentar una reconciliación nacional con grupos islamistas. Centenares de presos han sido liberados en los últimos años, gran parte de ellos de la zona de Bengasi, en Cirenaica. Algunos de los liberados tenían vínculos con el temible Grupo Islámico Combatiente Libio. Muchos estaban afiliados a los Hermanos. Estos hombres han ejercido sin duda un papel protagonista en las protestas de estos días.

El liderazgo rebelde de la región se entiende mejor una vez contextualizado históricamente. Italia, potencia colonial desde 1912 -cuando arrancó el territorio al Imperio Otomano- hasta la II Guerra Mundial, gobernó Cirenaica y Tripolitania por separado durante gran parte de su ocupación.

El gran héroe de la resistencia a los italianos, Omar el Muktar, procedía de esta región, así como el rey Idris I, que gobernó el país desde la independencia hasta el golpe de Estado liderado por Gadafi en 1969. Desde ese momento, el centro de gravedad libio se desplazó paulatina pero inexorablemente hacia occidente.

Tanto Muktar como Idris estuvieron afiliados a la cofradía musulmana de los Sanusíes, que tiene una notable influencia en Libia.

"Libia es un país que sustancialmente carece de sociedad civil y por tanto la vertebración tribal y el islamismo pueden ocupar espacios vacíos", observa Cajati.

"Creo que los islamistas, solos, probablemente no tienen la fuerza necesaria para tomar el control del país", prosigue el analista. "Pero un astuto juego de alianzas tribales podría permitirles ejercer gran influencia. Ya en el pasado hubo intentonas golpistas abortadas que se basaban en una cooperación entre islamistas y sectores militares vinculados por alianzas tribales. No es una casualidad que al principio la represión de la revuelta haya sido confiada por el régimen a matones mercenarios y no a las Fuerzas Armadas".

Algunos analistas temen que esa vertebración tribal genere graves conflictos sectarios al estilo libanés o afgano. "Desde luego es una visión pesimista, pero no es irracional", comenta Cajati.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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