Guardianes de lo más preciado
Delia, boliviana, cuidadora de ancianos: "Tiene mucho miedo a estar sola" - Estela, ecuatoriana, cuidadora de niños: "¡Sus padres trabajan mucho!"
"Hay que estar con ella a sol y sombra porque tiene 93 años y necesita ayuda para todo. Doña Asunción camina muy poco y si fuera por ella, no comería. Ha perdido el apetito. La levanto, la baño, la visto, le doy el desayuno, la comida, la merienda, la cena, leo un poco para ella... Y tiene mucho miedo a estar sola. A veces grita porque siente que no hay nadie cerca y entonces yo me siento a su lado en la butaca y le cojo la mano mientras vemos la televisión hasta que se tranquiliza. Cuando se echa la siesta, limpio la casa".
Delia Vargas cuida a Doña Asunción desde hace tres años. Se encontraron seis meses después de que Delia aterrizara en Madrid desde Cochabamba, con 33 años y el corazón desgarrado por haber dejado allí a sus hijos, de tres y siete. Doña Asunción necesitaba una sombra, alguien que le recordara las horas de las comidas y le apretase la mano cuando olvidase que no estaba sola. Delia necesitaba un trabajo, un sueldo que enviar a sus dos pequeños en Bolivia. Desde aquel día viven juntas.
Ayer, jueves, su único día libre a la semana, Delia aprovechó para llevarle su contrato de trabajo a su abogado para resolver lo de sus papeles. "Si no estoy, no para de preguntar por mí. Me fui de vacaciones una vez y tuve que volver a los tres días", explica Delia con orgullo. "Ahora hay otra chica, Lidia, también extranjera, que va los jueves para que yo libre". Cientos de familias encomiendan a inmigrantes como Delia el cuidado de lo más preciado: la casa, los mayores, los hijos...
Son las 16.30. Por la puerta del Colegio Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en Madrid, sale un torrente de niños. Dos pequeñas de 10 y seis años se dirigen corriendo a Estela, paraguaya, de 35. La escena se repite con Dalia, de Perú, que agarra de la mano a dos gemelas rubias de cuatro años; con Rosana, de Bolivia... "Ahora les preparo la merienda en casa, se ponen a hacer los deberes y yo aprovecho para planchar y limpiar la casa, jugamos un poco, las ducho, cenan y espero a que lleguen sus padres, ¡trabajan mucho los dos!", explica Estela, también en trámites para conseguir sus papeles.
Adela, de Ecuador, espera en la puerta del colegio a dos niños con un bocadillo de campeonato. "Es muy simpática. ¡Nos hace muchas figuritas de papel!", dice Alejandro, de 11 años, mientras su hermana, de seis, asiente absorta en su bocata.
"Rajoy no entiende nada. Venimos a trabajar y gracias a eso, pueden trabajar en lo suyo los padres de estos chicos. Estamos cuidando de sus hijos, de sus ancianos. ¿Por qué mete miedo con los inmigrantes?", se pregunta Estela.
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