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Columna
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Clara noción de la verdad

La campaña de manipulación ha estado dirigida, sobre todo, a los simpatizantes del PP

Soledad Gallego-Díaz

La primera conclusión de la sentencia sobre los atentados del 11-M es que el Estado de derecho, recogido en la Constitución española, es perfectamente capaz de juzgar a los sospechosos de crímenes inspirados por el yihadismo y por las nuevas doctrinas terroristas de Al Qaeda, que amenazan hoy, gravemente, a todas las sociedades democráticas. Los autores de la masacre del 11-M no fueron trasladados a cárceles desconocidas, ni privados de abogados, ni vieron reducidos sus derechos procesales. Han sido localizados, detenidos, encarcelados, juzgados y condenados de acuerdo con la Constitución.

Determinados juristas y políticos, norteamericanos y europeos, han alimentado teorías según las cuales las sociedades modernas y las constituciones en vigor no pueden hacer frente a ese nuevo terrorismo sin nuevos instrumentos incompatibles con principios básicos del Estado de derecho. Son ellos quienes han quedado en evidencia en un país como el nuestro, que quizás no es famoso por su larga trayectoria democrática, pero que, en este caso, con el peor atentado de su historia, ha sabido comportarse con seriedad y serenidad.

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La sentencia del 11-M, rigurosamente garantista, ayudará a quienes luchan en todo el mundo por conseguir que se persiga el terrorismo yihadista sin alterar principios democráticos básicos. Y quizás sea una aportación de la que los españoles podamos sentirnos orgullosos cuando, dentro de algún tiempo, por fin, se reconozca que estos fueron tiempos terribles, en los que algunos grupos, radicalmente reaccionarios y defensores de intereses particulares, intentaron aprovechar el justo dolor de la mayoría para hacer retroceder derechos conseguidos con siglos de lucha y esfuerzo.

Quizás precisamente por eso, por lo que realmente puede significar esta sentencia, para nosotros y para el Estado de derecho, causa tanta irritación y tanta repulsión la ramplona campaña de engaño que han mantenido a lo largo de toda esta legislatura varios medios de comunicación y, lo que es peor, el primer partido de la oposición.

Los dirigentes del PP dirán ahora que no han participado de este circo, pero es fácilmente demostrable cuál ha sido su estrategia. El PP, encabezado por José María Aznar, intentó mantener viva la impresión de que ETA tenía algo que ver con los atentados, por lo menos hasta un minuto después de que se cerraran las urnas del día 14. No lo consiguió gracias a la actuación profesional de la policía y de algunos medios de comunicación. En el fondo hizo algo pésimo para sus intereses, porque la mentira y el engaño son siempre una baza formidable en manos de tu oponente político y el PSOE no perdió la oportunidad.

A partir de ahí, el PP, ya con Mariano Rajoy al frente, buscó la compañía y el apoyo de determinados grupos de comunicación, incluidos los de la Iglesia, para ocultar ese engaño inicial, con el resultado que todos conocemos: el principal partido de la oposición prisionero de su propia estrategia, y unos medios lanzados a una enorme operación de manipulación de la opinión pública.

La campaña ha estado encaminada, sobre todo, a mantener unidos a los propios simpatizantes del PP, a quienes, como a los de cualquier otro partido, no les gusta perder unas elecciones por incompetencia de sus líderes, ni que les engañen y mientan, y a los que se creyó que sólo se podría conservar manteniéndoles en la confusión y la falsedad. En el fondo, hoy, a la vista de la sentencia, son los votantes del PP, auténtico objetivo de toda esta sucia operación, quienes más indignados se deberían sentir. Es a ellos a quienes se les ha pedido que creyeran cosas horribles, como que la policía estaba nada menos que fabricando pruebas falsas para favorecer a un gobierno socialista. Es a ellos a quienes se dirigía el abogado de la AVT cuando cometió la bajeza de solicitar la absolución de Jamal Zougam, condenado ahora a 43.000 años de cárcel. Son los simpatizantes del PP quienes deberían agradecer a los magistrados de la Audiencia Nacional, quizás de procedencia conservadora, como ellos mismos, que no les dejen en manos de ese tipo de políticos y de periodistas y que les ofrezca el único instrumento que le sirve a los humanos para llegar a la verdad: la razón.

Son ellos mismos quienes tienen que preguntarse por qué sigue diciendo Rajoy lo que dijo ayer. Por qué el presidente del PP aludió a su voluntad de apoyar "nuevas investigaciones", cuando ya existe una sentencia que razona y expone lo ocurrido. Han investigado la Policía Nacional, la Guardia Civil, la Fiscalía y los jueces. ¿Qué les propone Rajoy a sus militantes?, ¿que apoyen una investigación de Prosegur?

Hanna Arendt decía que el problema de la mentira y el engaño es que dependen enteramente de que exista una clara noción de la verdad que los mentirosos quieren, precisamente, ocultar. Ya existe esa clara noción de la verdad y tendrá una inextricable primacía sobre la falsedad. También para los simpatizantes del PP. solg@elpais.es

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