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Reportaje:El ganador del Tour 2007 prepara el asalto a 2008

Un líder nato

Contador se concentra con el Astana, donde opone su firmeza a la incertidumbre que rodea al nombre de su equipo

Carlos Arribas

Da ternura la cicatriz de Alberto Contador en la barbilla, tanta ternura, melancolía, que es imposible resistirse a la tentación de adelantar la mano, acariciársela y decirle "¡ay, chiquillo!". Claro, él retrocede de inmediato, rápido de reflejos, como alguien que hubiera recibido una descarga eléctrica. "¿Chiquillo?", pregunta el ganador del Tour, mirada de hombre que ha visto la vida pasar deprisa por delante de sus ojos, demasiadas cosas, demasiados malos recuerdos en su memoria, voz de hombre, ronca porque tiene la garganta tomada de tanto hablar con los compañeros cuando sale a entrenarse, valor de hombre que asume, decidido, a los 24 años, el liderato de un gran equipo, el desafío de demostrar, de nuevo, que es el mejor ciclista, el hercúleo trabajo de devolver al ciclismo la credibilidad.

"Tres del equipo han subido al podio, pero sólo uno ha ganado el Tour. Él es el líder"
"Alberto Contador es muy maduro psicológicamente", dice Johan Bruyneel
"No se puede ser negativo. El año próximo todo irá bien", dice Contador
Bruyneel dejará el volante del equipo en manos de Gallopin, que llega del CSC

En las escaleras del hotel en Xàbia, una tibia tarde de diciembre, cuando el sol que se oculta tras los pinos salpica de brillo dorado sus ojos negros, grandes, su piel oscura, a Alberto Contador, que estrena, nominalmente, equipo, le rodean viejos conocidos. A su derecha, en el camión, anónimo, sin etiquetas aún, limpia su Trek Faustino, el mecánico que ya le preparaba la Giant y la BH cuando se hizo ciclista grande en el ONCE, y luego en el Liberty, de Manolo Saiz; le ayudan Alejandro y Javi, otros dos mecánicos de Saiz de toda la vida. A su izquierda, aparcando la bicicleta tras uno de los primeros entrenamientos del año, 80 kilómetros para estirar las piernas por los toboganes que rodean el cabo de la Nao, Benjamín Noval, el asturiano que ya compartía habitación el año pasado, el mismo gigante tranquilo y pausado que durmió a su lado la noche de Pau en la que su vida cambió, la noche en la que le dijeron que Rasmussen se había ido, que él era el líder del Tour. Y más allá, otro asturiano veterano y conocido, Chechu Rubiera. Y sigue su entrenador, Pepe Martín, y su médico, Pedro Celaya, que ya le conoció en el ONCE.

"Y también está del año pasado Levi Leipheimer, que le acompañó en el podio del Tour", dice Johan Bruyneel, el director belga que le fichó el año pasado, el año en que Lance Armstrong, su protegido hasta entonces, no volvió a la carretera. "Y también se encontrará en el equipo, en el nuevo Astana, a otro antiguo del podio del Tour, a Andreas Klöden. Sí, tenemos a tres que han subido al podio, pero sólo uno lo ha ganado. Él es el líder".

El nuevo Astana. La clave es nuevo. Nada que ver con la primera versión, la que patrocinó a Manolo Saiz unos meses en 2006. Nada que ver con la segunda, la que se hundió con Vinokúrov y Kasheckin el Tour pasado. Demasiados antecedentes negativos.

"Pero yo no lo veo tan complicado como lo ve todo el mundo", protesta Bruyneel, quien un par de semanas antes de aceptar "una oferta a la que no se podía decir que no" había anunciado su retirada del ciclismo después de no encontrar un patrocinador para su Discovery. "¿Pero sabes dónde te metes?', me preguntaban los colegas. Y yo les respondía que sí. Todo era poner las condiciones necesarias. No, yo no tengo miedo".

Bruyneel ha regresado, pero no para coger el volante. Una etapa pasada. La dirección táctica del equipo, el control del grupo Tour, de la sección que rodeando a Contador hará el mismo calendario que el año pasado, correrá a cargo de Alain Gallopin, un francés que ejercía en el CSC de Bjarne Riis y Carlos Sastre, otro equipo con vocación Tour. Bruyneel vuelve como mánager. Para organizar el equipo. Un conjunto que aún está en construcción. Todavía no han llegado las bicicletas nuevas, que seguirán siendo Trek Madone, ni los nuevos maillots, ni los nuevos coches, que serán Volvo.

"Hasta mediados de enero no vendrá la nueva ropa", explica Contador, que lleva el maillot del Discovery que usó la temporada pasada. "Pero, de todas maneras, tendría que seguir usando esta ropa: Discovery me paga hasta el 31 de diciembre".

No será cuando llegue el momento la primera vez que Alberto Contador vista un maillot azul turquesa con la palabra Astana en el pecho. Ya lo hizo fugazmente en 2006. Unos días en julio, los suficientes para enterarse de que a su equipo no le dejarían correr el Tour; unos días en agosto, los suficientes para sufrir un desfallecimiento en la Vuelta a Burgos que le impidió debutar en la Vuelta. "No muy buenos recuerdos, no", sonríe, casi triste, el ciclista.

"Contador es muy maduro psicológicamente", subraya Bruyneel, quien a veces se asusta, o parece desbordado, por la claridad de ideas del chico de Pinto, que acaba de cumplir 25 años. La madurez que da haber vivido en pocos años las mismas experiencias, tristes, gozosas, que otras personas no viven en toda una vida. La madurez, el sentido de la responsabilidad, la autoestima, la fe en sus posibilidades, la pasión, que le permite dirigirse al periodista que duda sobre el futuro del ciclismo en los tiempos turbulentos que llegan, que le pregunta sobre el lado negro de su oficio, que le permite decirle: "Te veo muy negativo, y eso no está bien. El ciclismo va a salir de ésta, ya verás. El año que viene todo estará mejor".

Alberto Contador, en la concentración de su equipo en Xàbia.
Alberto Contador, en la concentración de su equipo en Xàbia.JORDI VICENT
Johan Bruyneel, en el hotel de concentración del Astana.
Johan Bruyneel, en el hotel de concentración del Astana.JORDI VICENT

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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