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Reportaje:

Las últimas ciudades

FotoColectania exhibe la impresionante colección de fotografía latinoamericana de Anna Gamazo de Abelló

Hotel Regis, en el centro de la ciudad de México, después del gran terremoto de septiembre de 1985
Hotel Regis, en el centro de la ciudad de México, después del gran terremoto de septiembre de 1985ENRIQUE METINIDES

Pablo Ortiz Monasterio (1952), autor de La última ciudad (premio al Mejor Libro del festival de la Primavera Fotográfica 1996), recuerda en una entrevista con el crítico israelí Olivier Debroise (Fuga Mexicana, Ed. Gustavo Gili, 2006)- cómo de sus incesantes viajes por Europa y Nueva York nació su afán por conocer y estudiar mejor su propio país. Atraído por las lecturas de Juan Rulfo, fotografió a los indígenas huaves; retrató la arquitectura de sus poblados, con sus calles angostas y arenosas y sus casas de palo y palma. "Me percaté entonces de que había un vacío grande en la documentación de las ciudades mexicanas. Y me propuse fotografiar D. F.". Y añade: "De Jacques Henri Lartigue (1894-1986) heredé mi obsesión por el movimiento de objetos y personas dentro de la gran ciudad".

El fotógrafo mexicano es un flâneur de su propia ciudad, vaga por sus avenidas, los barrios, el metro: "Y la luz del mediodía, cruda, con smog y polvo... Aquella experiencia me implicó disciplina porque no me estimulaba mucho, era mi cotidianeidad. En cambio, en las lagunas de los huaves, todo formaba parte de un mundo cultural muy atractivo y hermoso. Aunque si bien la ciudad estaba documentada por los fotógrafos de la prensa diaria, ninguno de ellos tenía como proyecto construir un ensayo con coherencia interna a la manera que lo había hecho Nacho López en su libro Yo, el ciudadano (1964). Ortiz Monasterio decidió alejarse de la visión romántica para documentar "la enorme, pobrísima y bastante fea Ciudad de México. Pero no como un todo, sino como el que la recorre caminando y se enfrenta a situaciones violentas, tristes, alegres o tiernas".

La también mexicana Graciela Iturbide (1942), asistente durante los setenta de Manuel Álvarez Bravo, se siente deudora de las idiosincrásicas tierras de Juchitán (allí tomó la imagen, ya icónica entre los latinos que viven en estados Unidos, de una Venus indígena coronada de lagartos, titulada Nuestra señora de las Iguanas). Dirige su objetivo a los mercados e interiores de sus casas, busca a las madres y a las mujeres ángel de las tribus seri de Sonora, tratando siempre de eliminar la distancia del etnólogo: "La imagen de aquella mujer que camina a través de la inmensidad del desierto, dando la espalda a la cámara, vestida con un traje tradicional y llevando en su mano una radio, fue un regalo que me hizo la vida".

Mujer Ángel (1979) y Volando bajo (La última ciudad), 1987), de Iturbide y Ortiz Monasterio, son sólo dos ejemplos de una poética opuesta al momento decisivo que comparten en la exposición, "El peso de la ciudad", la complicidad y rigor de algunos de los nombres más importantes de la fotografía del siglo XX, autores de la talla de Horario Coppola, Alberto Korda, Sergio Larraín o Geraldo de Barros. Por primera vez, Anna Gamazo de Abelló, muestra un segmento de su colección en la Fundació FotoColectania, con una selección de 80 imágenes que abarcan casi un siglo, desde el legado indio de México y Perú recogido en las instantáneas de Martín Chamba hasta la herencia europea en el trabajo del venezolano Paolo Gasparini o el modernismo tardío de José Yalenti, que retrata en el Sâo Paulo de los años 40.

La fotografía ha validado el entorno urbano y lo ha transformado en emblema de espacio sensible y toma de conciencia ante una realidad social que la imagen se encargará de llenar. Así lo vieron los históricos Lázaro Blanco, Hugo Brehme, Héctor García o Gaspar Gasparian. La exposición es un reflejo de la importancia de los cambios sociales que provocó en Latinoamérica el crecimiento demográfico de las urbes e ilumina lo que en muchos casos era ejemplo de riqueza y nuevas oportunidades o de marginalidad y diferencias sociales.

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