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LLÁMALO POP
Columna
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La resistencia

Diego A. Manrique

Aparece irregularmente, dos o tres veces al año, así que su llegada a las tiendas de cómics produce un alboroto inmediato. Hablo de Mondo Brutto, el más erudito de los fanzines españoles, que alcanza el número 37. Bien, quizá lo de fanzine no le cuadre a un ladrillo de 124 páginas, sin apenas publicidad, con portada en color, papel satinado y centenares de ilustraciones.

Sí conserva el mejor aliento fanzineroso: complicidad con los lectores, máxima libertad para sus colaboradores, una óptica propia. Más difícil resulta resumir el territorio que patrulla Mondo Brutto. Las subculturas, desde luego, con debilidad por las peculiaridades celtibéricas (lo que en la jerga actual se denomina "bizarrismo"). Hay hueco para exégesis de figuras de culto y encuentros coloquiales con personajes del underground local. Añádase unas sofisticadas páginas de cómics -atención al obsesivo "Mis problemas con Amenábar"- y tendrán una revista que, con su diminuta letra, proporciona gratificante lectura durante semanas.

Cierto que no hay nada de gratificante en el hecho de ser destripado por estos bárbaros. En sus inicios, Mondo Brutto aplicaba un mellado bisturí a miembros de su público potencial: perdió amigos y se ganó querellas. En general, sigue entrando a matar: últimamente, apunta a las instituciones religiosas y a los hooligans de la derecha mediática. Así, no comparte el compasivo silencio con que se acogen aberraciones como Camino del Sur, la historia de la música sureña de César Vidal. Aquí es minuciosamente analizada por Barrabás -todos los autores usan seudónimos- que no perdona los guiños de simpatía hacia el sistema esclavista y el Ku Klux Klan; se detallan los errores, simplezas y alardes de ignorancia que revelan que estamos ante una obra de la era Google, redactada cómodamente durante un fin de semana. Y no se pierdan el CD, que eleva el PVP del libro a 27 euros: sin mención del origen de las grabaciones, cabe deducir que es una mixtape hecha por la cara. ¿Quién podía imaginar que, como Fidel Castro, don César prefiere la abolición del copyright?

Potenciado por su pasmoso archivo gráfico, Mondo Brutto ofrece inmersiones en sectas marginales o desconocidas. En este número, van desde el plastimodelismo bélico al coleccionismo de placas de jazz. En lo musical, un fenómeno fugaz de la new wave (Jilted John) se codea con una cantautora heterodoxa (Tori Amos). Además, rompiendo con su fobia a lo latino, revisan tres gloriosas orquestas caribeñas: Los Corraleros de Majagual, Los Peniques, Cortijo y Su Combo. Hoy, Mondo Brutto incluso viaja a países hispanoamericanos: hilarante la crónica de la visita a Tierra Santa, simpático parque temático cristiano en Buenos Aires. No teman los morbosos: le dedican menos espacio que al universo swinger (los intercambios de pareja).

Muchas veces, Mondo Brutto muerde más de lo que puede digerir pero incluso sus patinazos tienen algo de purgante. Con su actitud a la contra, abochorna a tanto periodismo cultural con alma de borrego. La densidad de sus textos sirve como corte de mangas a la ley del "todo breve y bien picado". Y cubre fenómenos cotidianos por debajo del radar de los grandes medios. El dato de que sea difícil de conseguir aumenta su atractivo. Casi clandestino, indudablemente subversivo, orgullosamente artesanal: el BOE de la resistencia.

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