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El punk ya no es lo que era

Nina Hagen divaga y decepciona a sus seguidores en su concierto de Barcelona

La que fue considerada madre del punk, Nina Hagen, se ha convertido en una predicadora cristiana que toca muchas teclas sin llegar a ningún fin. Así lo demostró la noche de este viernes en Barcelona, en su único concierto en España. La sala Razzmatazz 1 de la capital catalana presentaba una media entrada, con profusión de viejos rockeros con chupas de cuero y camisetas negras, e incluso se vio alguna cresta teñida de colores. Pero los tiempos han cambiado, para Nina Hagen y para su público.

De entrada, salió guitarra acústica en ristre y preguntó al respetable: "¿Sabéis quién es Jesucristo?" Vestida con un body negro hasta los pies, con un delantal por encima con la leyenda Tour to my Daddy, y un lazo fucsia y blanco en el pelo, la alemana alternó rockabilly con rock pesado, hip hop, blues, medios tiempos, swing, alardes pseudooperísticos, cabaré y todo lo que se le pasara por la cabeza en una exhibición que dejó al público anonadado.

Nadie coreó un estribillo -excepto en Atomic flash-, nadie levantó un puño: todos se miraban en busca de una respuesta hasta que, a los 45 minutos de recital, Hagen entonó, en castellano -y acabó en alemán-, Hasta siempre Comandante, la canción que Carlos Puebla dedicó a Che Guevara.

El montaje era austero, y la alemana daba bien los tonos -la voz no le ha abandonado-, pero los asistentes, presentes en gran parte en 1984 en su debut con Lene Lovich en Studio 54, o a principios de los 90 en Vic, querían ver y escuchar a su musa, no a alguien que mostrara su apoyo al Nobel de la Paz a Obama porque "puede conseguir la paz", ni a alguien que paraba el concierto para abogar por "la revolución del amor".

La reina del punk (por sus semblanzas a Queen en las óperas-rock) divagaba y, perdida en su marasmo intelectual, mitineaba sobre lo divino más que sobre lo humano sin sustancia -o sea, canciones- que el público pudiera llevarse a la boca.

Una versión de Rammstein (Seemann), otra de The Doors (Riders on the storm) y el final con su habitual acepción del My way de Sinatra, y el respetable empezó a respirar y a dar por bien pagado el precio de la entrada.

En el bis, de nuevo con la acústica a solas, para recuperar a la banda, anonadó con el Ave María de Schubert y culminó con el Lust for Life de Iggy Pop. Ser punk en el 2009 debe ser eso, pero quizá el público de Nina Hagen no entiende por ello lo mismo.

La cantante alemana, durante su concierto en Barcelona.
La cantante alemana, durante su concierto en Barcelona.EFE

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