_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Adiós al poeta del compromiso

Muere Mario Benedetti después de una larga vida de lucha contra la adversidad y en defensa de la alegría

Murió Mario Benedetti. El poeta resistente, que vivió el exilio y la enfermedad (un asma pertinaz, obsesiva) le fueron rompiendo, pero él se mantuvo siempre "en defensa de la alegría". Finalmente, una agonía causada por un fallo intestinal, que hizo deprimentes sus últimos días, le rompieron del todo, y murió ayer a los 88 años, en su tierra, Montevideo. Nació en Paso de los Toros, pero esta urbe que parece un microcosmos literario fue el lugar al que volvió siempre, de todos los exilios. Era al final (y esta expresión la acuñó él) un desexiliado. Pero su alma sufrió las heridas de todos los exilios.

Su muerte se produjo semanas después de su última hospitalización por fallos multiorgánicos que al final le cegaron el humor y la vida; pero había empezado a morir mucho antes; hace tres años falleció su mujer, Luz, con la que vivió toda la vida, en la libertad y en el destierro; él creyó siempre que la enfermedad de Luz, que se olvidaba de apagar las luces de la casa, en Madrid, era una simple distracción, e incluso le compró artilugios con los que dominar las consecuencias de su sordera. El poeta del compromiso, del amor y de la alegría, sintió luego que, en efecto, esas ausencias eran debidas a un alzheimer que inundó la casa de desolación y de huida.

Más información
A Mario Benedetti
Una vida que no tiene respuestas
La provisoria paz de la conciencia
"Si Mario no dejó instrucciones en contrario, sus restos serán depositados en el Panteón Nacional"
Un amigo, un hermano
Serrat: "Sus versos eran contagiosos"
Textos como espacios públicos
Fallece el poeta Mario Benedetti a los 88 años

Se fue con ella, de nuevo, a Montevideo, y allí la cuidó hasta que finalmente le dejó del todo. Y le dejó malherido. Benedetti tuvo algunos momentos de alegría después, como cuando Hortensia Campanella, su biógrafa última, le entregó el manuscrito en el que se condensa la vida entera del escritor que nos ha dejado. Él ironizó ante tanto papel, y delante de Ariel, su fiel ayudante, dijo: "¿Tanto he hecho?"

Pero su alma estaba herida; seguía escribiendo, poemas, haikus, animado por su editor de poemas, Chus Visor; tenía la casa llena de literatura; en un tiempo él fue política, enteramente, sus poemas estaban al servicio de la rabia que le produjeron las dictaduras del sur, la suya, la uruguaya, que le persiguió a muerte, y la argentina, que fue cómplice de aquella y también quiso matarle. Mató a un amigo suyo, el líder político Zelmar Michelini, y esta muerte fue un símbolo de las muertes que hubo antes y después en la vida acosada de hombres como él. Luz fue su bastón. Y Palma y Cuba y Lima sus lugares de exilio; a los tres les guardó siempre gratitud; fue un gran defensor de la Cuba de Fidel, por eso mismo, pero jamás utilizó esa afinidad para discutir, en los últimos tiempos sobre todo, lo que en esa revolución que él quiso se fue torciendo.

Era un hombre cordial, enteramente, pero era un tímido absoluto. Los que le conocieron en España le recuerda, por ejemplo, en la Feria del Libro de Madrid, puntilloso, anotando con palotes los libros que firmaba; y le recuerdan rechazando el pescado con espinas y en general las tonterías; era un conversador tranquilo; llegaba a los sitios con su maletita marrón gastada, y dentro llevaba siempre poemas o cartas, en esos momentos en que cumplía compromisos parecía a la vez el escolar que fue y también el oficinista.

Su apariencia era la de un juez de paz, pero nunca hubo paz dentro de su alma, ni siquiera cuando se le vio feliz, con sus manos a la espalda, con su mirada desvaída por las lentillas, con su bigote largo e invariable a lo largo de una vida en la tantos se enamoraron al tiempo que recitaban sus poemas o escuchaban las canciones que hicieron con sus versos su paisano Daniel Viglietti y el catalán Joan Manuel Serrat. Con Viglietti tiene una anécdota que se parece a algunas de las que le convertían también en un escolar huidizo al que le asustaba la fama, al tiempo que le agradaba que algunos, ante sus recitales multitudinarios, le dijeran que parecía una estrella de rock.

Hubiera sido incapaz de cantar, pero un día se encontró con Viglietti en París, en un aeropuerto, y Daniel le dijo a Mario: "Estoy haciendo música para sus poemas". "Y yo estoy haciendo poemas". Entonces el poeta se quedó pensando, y añadió, riendo como reía, como para no molestar: "Tenemos que hacer algo con esta casualidad". De esa casualidad nacieron conciertos, libros; eran como dos en la carretera; cuando vimos a Viglietti en Montevideo, en el entierro de Idea Vilariño, a mediados de abril, la gran amiga generacional de Mario, el cantante nos dijo: "Y lo de Mario. Estamos tan mal, y vamos aún a lo peor".

Se apaga la voz de su compañero, pero quedan la voz de las canciones.

Montevideo fue su último sitio, y fue casi el primero. Su largo recorrido por la vida conoció una interrupción terrible, cuando los médicos le detectaron tumores que aconsejaron operación, en el Hospital XII de Octubre de Madrid. Allí le atendió, entre otros, el doctor José Toledo, que le conocía, y todo el mundo se desvivió por él como si no fuera tan solo un enfermo sino un padre, o un hermano, el hombre que había iluminado con sus versos (de amor, de política, de tierra, de aire) la vida de cualquiera. Un día, poseído por el dramatismo al que a veces lo llevó su pesimismo, el que también está en sus poemas, y en sus narraciones, Mario decidió abandonarse.

Como hubiera dicho Idea, que le precedió en la muerte, empezó a decir para qué. Detrás de esa decisión de no seguir hay algunos versos, como estos: "Me he ido quedando sin mis escogidos/ los me dieron vida/aliento/paso/ de soledad con su llamita tenue/ y el olfato para reconocer/ cuánta poesía era de madera/ y crecía en nosotros sin saberlo/ Me he quedado sin proust y sin vallejo/ sin quiroga ni onetti ni pessoa/ ni pavese ni walsh ni paco urondo/ sin eliseo diego sin alberti/ sin felisberto hernández sin neruda/ se fueron despacito en fila india".

En ese clima de desolación en el que lo pusieron la enfermedad y su porvenir Mario descuidó su aspecto, dejó de afeitarse, y alguien le dijo, una madrugada: "Así no puedes estar. Tú eres guapo, un hombre así parece enfermo. Ya no lo estás". Le bastó. Al día siguiente se rasuró del todo, se puso de limpio, y cuando este amigo le visitó otra vez y se hizo el distraído sobre su nuevo aspecto, el viejo poeta revivido le llamó la atención y le dijo:

-¿No te has fijado que hoy sí me afeité?

Era un hombre insobornable, el más comprometido de su tiempo. Su muerte deja en silencio mustio su época, su ejemplo y la raíz de sus versos. Pero los muchos que le cantan no lo dejarán, como él decía del verdadero amor, en lo oscuro.

Envía tus condolencias

Mario Benedetti.
Mario Benedetti.GORKA LEJARCEGI
Ha muerto un referente de la literatura contemporánea. El poeta Mario Benedetti ha fallecido en su casa de Montevideo a los 88 años. Murió en casa, con los suyos. Y tan discreto como siempre. Aunque ya avisaban sus habituales ingresos en el hospital, el final llegó anoche. A Mario Benedetti le acompañan sus 80 novelas, cuentos, ensayos. Títulos tan emblemáticos como 'La tregua', que en el cine casi gana un Oscar. Y esas poesías que fueron su gran pasión. Obras que le convirtieron en un icono. Y cuyo premio fueron sus lectores, porque no esperaba otros.No paró nunca de escribir ni de viajar. Su obligado exilio durante la dictadura uruguaya le dejó Madrid como segundo hogar.Y junto a él siempre ella, su único amor, la Luz que le acompañó durante 60 años y que se apagó hace tres.Le costó, pero siguió. Con nuevos trabajos en los que el amor y la solidaridad daban paso a la muerte. La que hoy hace que Uruguay despida a uno sus grandes. La capilla ardiente se instalará hoy en el parlamento de Uruguay.Vídeo: AGENCIA ATLAS

PARÉNTESIS, por Mario Benedetti, Montevideo 2008

Acompáñenme a entrar en el paréntesis

que alguien abrió cuando parió mi madre

y permanece aún en los otroras

y en los ahoras y en los puede ser

lo llaman vida si no tiene herrumbre

yo manejo el deseo con mis riendas

mientras trato de construir un río

en sus nubes los pájaros se esconden

no es posible viajar bajo sus alas

lo mejor es abrir el corazón

y llenar el paréntesis con sueños

los pájaros escapan como amores

y como amores vuelven a encontrarnos

son sencillos como las soledades

y repetidos como los insomnios

busco mis cómplices en la frontera

que media entre tu piel y mi pellejo

me oriento hacia el amor sin heroísmo

sin esperanzas pero con memoria

por ahora el paréntesis prosigue

abierto y taciturno como un túnel

CERRAR LOS OJOS, por Mario Benedetti, Montevideo 2008

Cerremos estos ojos para entrar al misterio

el que acude con gozos y desdichas

así / en esta noche provocada

crearemos por fin nuestras propias estrellas

y nuestra hermosa colección de sueños

el pobre mundo seguirá rodando

lejos de nuestros párpados caídos

habrá hurtos abusos fechorías

o sea el espantoso ritmo de las cosas

allá en la calle seguirán los mismos

escaparates de las tentaciones

ah pero nuestros ojos tapados piensan sienten

lo que no pensaron ni sintieron antes

si pasado mañana los abrimos

el corazón acaso de encabrite

así hasta que los párpados

se nos caigan de nuevo

y volvamos al pacto de lo oscuro

PRESAGIOS, por Mario Benedetti, Montevideo 2008

Los presagios nos cercan / nos oprimen

pueden llegar con vivas o con lágrimas

son quizá las propuestas del futuro

que acuden con su estilo mesurado

en la vejez / que nos agarra exhaustos

se le meten a uno entre las canas

y al recibirlos con melancolía

les hacemos un sitio en la memoria

los presagios inspiran desconfianza

mueven sus pétalos agonizantes

y van de a poco fabricando olvidos

heridas del amor con cicatrices

presagios son augurios / vaticinios

se entienden con el alma y con la lluvia

y suelen trabajar sobre seguro

no hay presagio más fiable que la muerte

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_