"Mis olvidos son más interesantes que mis recuerdos"
Un encuentro con Andrés Calamaro -a raíz de su último trabajo, La lengua popular, y ante el cercano final de su actual gira- tiene mucho de partido de fútbol. Con el pitido inicial el argentino mueve el balón despacio y reflexiona cada jugada. Se toma su tiempo para responder a la primera pregunta de calentamiento: ¿tiene pensado volver a vivir en España? No hay respuesta inmediata. "Todavía tengo dos pulmones y dos residencias: Buenos Aires y Madrid", responde tras 40 segundos de extraño silencio.
Avanza el partido, y en los últimos minutos estalla la sorpresa. El gol. "¡Es que ahora mismo estoy en un momento de cambio!", exclama Calamaro con un salto. "Esto debería ser una conversación privada... No una entrevista", se pasea. "Pero sí, mi cambio actual es una cuestión de técnica vocal. Un día, Bob Dylan encontró de pronto una forma distinta de cantar. Quien haya leído su autobiografía Crónicas [Global Rhythm Press], sabe de lo que hablo. En ese punto me encuentro yo ahora mismo".
"Mis drogas son las proteínas y una pequeña dosis de psicofármacos"
"Todavía tengo dos pulmones y dos residencias: Buenos Aires y Madrid"
Es la última de las muchas transformaciones vitales de este músico que ha sobrevivido a varias vidas distintas. Tras recorrer cada pueblo y ciudad de España con el rock torero de Los Rodríguez, Calamaro construyó a finales de los noventa una consistente y arrebatadora carrera en solitario cimentada con inmensas joyas discográficas paralelas a una feroz época de noches en vela, escándalos y desmesura. De ahí nacieron sus imprescindibles Honestidad brutal y Alta suciedad. También el quíntuple disco, El Salmón, publicado en 2000, donde en tres meses compuso más canciones que los Beatles en toda su carrera.
El exceso lo derrotó. Pero sólo temporalmente. "En los últimos años del siglo tuve un crack personal. Luego viví una vida sin bienes materiales y sin compromisos", recuerda Calamaro refiriéndose a la época que pasó viviendo en Ávila a cargo de un burro. "En 2005 recuperé la confianza y el deseo para cantar en directo. A veces he sido un navegante sin radar que no sabía cuándo iba a llegar la próxima tormenta".
El barco está ahora mejor preparado. El Calamaro de hoy, con 47 años recién cumplidos, tiene buen aspecto. Mantiene un envidiable pelo ensortijado, y una mirada inquieta y atenta trasluce de sus gafas oscuras de rock and roll. Está ágil y delgado, así que ya no vale su irónico autorretrato pintado en Sexy y barrigón, un tema de su último y reluciente disco La lengua popular, donde se describía a sí mismo como un cruce entre Homer Simpson y un Rolling Stone.
"Sobreviví", continúa. "Ahora tengo otro compás. Aún hay puntos débiles, pero me he convertido en un adulto casi sin darme cuenta. Puedo hacer giras, mantener el equilibrio sobre el escenario y casi puedo afrontar mis importantes responsabilidades con tranquilidad". Una de esas nuevas responsabilidades se llama Charo y tiene dos años. Es su hija. "Claro que he cambiado pañales", dice. "Es lo que nos hace parecidos a todos los hombres. Tocar canciones tiene que ser tan real como cambiar pañales que, dicho sea de paso, es bastante fácil".
La otra responsabilidad ha sido la palpitante gira con la que ha recorrido España este verano y que acaba esta semana: mañana jueves estará en Córdoba; el sábado, en Madrid (MetroRock) y el domingo, en Oviedo. Ha sido un año de carretera ("Y lo que queda", dice ante la inminente gira por Suramérica) lleno de sanas costumbres. "Ahora mismo estoy dedicado a las cosas naturales y a la alimentación. A la buena alimentación. Aprecio los placeres de la cocina de los cuales no me privo. En este momento mis drogas son las proteínas. También una dosis mínima de psicofármacos, pero como todo el mundo. Estoy por debajo de la media".
La vida sana no quita para que, además de grandes canciones, Calamaro firme momentos estelares. Hace unos meses, durante una curiosa entrevista en un informativo de Televisión Española, el cantante se quejaba de que su último disco La lengua popular no había tenido la repercusión que merecía. "No puedo aceptar que no esté entre los 30 discos más vendidos en España. Lo que me hace pensar que es el público el que tendría que ir al diván", dijo mientras apuraba una taza de mate. "Aquella entrevista también debía haber sido una conversación privada", reconoce ahora. La recompensa ha llegado: el álbum acaba de ser nominado a varias categorías en los Grammy latinos que se celebran el próximo 13 de noviembre en Tejas.
"Lo próximo va a ser brutal", comenta Andrés Calamaro al terminar la entrevista. En los próximos meses, el cantante publicará una antología de seis discos con 18 canciones cada uno, entre temas inéditos y versiones perdidas de los noventa. ¿Y para cuándo unas memorias? "No sé si podría", concluye el partido. "Mis olvidos son más interesantes que mis recuerdos".
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