Más de lo mismo: qué tedio
Es un ejercicio fatigoso repetir año tras año idénticos y malhumorados adjetivos para calificar esa fiesta del cine español en la que sólo parecen disfrutar sus participantes y el supuestamente regocijado y emocionado público que llena el Palacio Municipal de Congresos, todo sonrisas, tensión y éxtasis. Creo que estoy simplificando. Al parecer, si nos atenemos a esa cosa tan misteriosa de los índices de audiencia, también posee notable magnetismo para los espectadores de televisión ya que uno de cada cinco ciudadanos que encendieron el aparato en la noche del domingo le fue exhaustivamente fiel a esta gala de pompa y circunstancias. En mi caso, aguantar las tres interminables horas que dura el artístico evento, responde no al elegido placer sino a la hastiada obligación profesional. Y me repito infructuosamente: que se acabe, que se acabe, que...
Los premios a la terrorífica 'Camino' me parecen lo más racional
Imagino que el estratégico anzuelo de que la presentadora fuera Carmen Machi garantizaba que una parte considerable de la parroquia de Aída estaría pendiente de la faceta como showwoman de su castiza musa. Por mi parte, a cambio de no tener que soportar a ese zafio comicastro llamado Corbacho, doy por aceptable a cualquier renovado maestro de ceremonias, aunque eso debería de ser puntual y vitalicia responsabilidad de gente tan dotada para esa complicada labor como Rosa María Sardá, el Gran Wyoming o Santiago Segura. Pero se me evaporan rápidamente las expectativas de que Aída tenga estilo, agilidad mental y gracia conduciendo gala tan trascendente. El guión que le han colocado es muy malo; el pretendido humor y los chistes son casposos. Intento que su presencia me compense de los desastres que le han escrito, pero su voz y su tono me resultan bastantes desagradables y tampoco te alivias contemplando el vestuario de la racial dama, que parece creado para ella por su peor enemigo.
Por lo demás, no hay variaciones en el espectáculo. O sea: conmovidas e infinitas dedicatorias de los premiados a sus familias; ritmo plúmbeo; ausencia absoluta de gracia; gags con capacidad para que el mirón sienta vergüenza ajena; discurso tan enfático como pretendidamente lírico de la señora presidenta, tirando a grimoso, incluida las oportunistas y tramposas referencias al arte de Berlanga y Azcona para justificar al gremio de su siempre amado cine español.
Es un placer observar el careto y apreciar la personalidad de ese magnífico actor llamado Benicio del Toro, pero aunque no tenga nada contra el mestizaje, no logro hacerme a la idea de que este hombre, o un fulano de Manhattan llamado Woody Allen, o el ecléctico todoterreno que responde al nombre de Steven Soderbergh, también forman parte de la gran familia que constituye nuestro cine. Los premios que le conceden a Benicio del Toro por bordar al Che, y a Penélope Cruz por hacer que nos olvidemos de Vicky y de Cristina en el momento que aparece su volcánico y tragicómico personaje, son muy justos, pero tengo la sensación de que pertenecen a otra galaxia. De cualquier forma, aseguran la golosa presencia en la fiesta patria de dos distinguidos habitantes de Hollywood y el internacional encanto que despliegan.
Respeto mucho a Jesús Franco, me gusta lo que dice y cómo lo expresa, es un hombre verdaderamente culto y con voz propia, el libro que escribió sobre Berlanga es delicioso, pero sus películas (juro que he visto algunas) me parecen tan posibilistas como lamentables, aunque los modernos (qué raza, qué impostura) se empeñen en certificar la genialidad de su cine, en confundir a Ed Wood con Howard Hawks. El Goya de honor a toda una carrera también se ha puesto de acuerdo con la penetrante lucidez y la vocación descubridora de los modernos.
Lo más racional de estos Goya me parecen los premios a la terrorífica Camino, una película que logra lo que se propone, que el espectador salga hecho polvo ante la asfixia que ejerce el poder con los más débiles. Cine impactante, irregular, duro de ver y de oír, arriesgado y memorable en la indefendible cosecha de este año.
Babelia
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