El león del rock inflama Bilbao
Bruce Springsteen arrasa ante 50.000 seguidores en el primer concierto en España
Con retraso, pero bien dispuesto saltó Bruce Springsteen ayer sobre el césped de San Mamés. Era el inicio de su nueva gira española, la que también le va a llevar a Benidorm, a Sevilla, a Santiago de Compostela y a Valladolid esta semana.
Que sabe ganarse al público quedó claro desde el acorde uno. Justo cuando el cachondo de Nils Lofgren apareció solo en el escenario con un acordeón entonando Desde Santurce a Bilbao. Eran las 21.56, casi media hora pasada de la prevista. Pero el detalle hizo perdonar el retraso y los cerca de 50.000 entregados, rompieron a carcajearse y le abrieron los brazos para otra noche más de rock auténtico y enérgico, que duró hasta pasada la una de la madrugada, cuando el jefe dio los últimos botes al ritmo de Twist and shout y la Bamba.
Entró Springsteen en escena llevando del hombro al grandullón Clarence Clemons y detrás, al resto de la E Street Band. La noche era suya. Bruce llegaba relajado, con un gesto sereno. Se colgó la guitarra y trasladó al público al repertorio grande. Empezó con The tides that bind, la canción que abre su memorable The river, siguió con Badlands, continuó con Hungry heart.
A partir de ahí, la fiesta, el desmadre. Tres horas de desmadre. Ni falta le hacía provocar el delirio, pero aun así se encargó de que nada decayera y cuando cantó Working on a dream, el tema que titula su último disco y esta gira, saltó en ese español tan saleroso que ha aprendido por los barrios que se patea: "Esta noche vamos a liarla, con música y ruido. Nosotros ponemos la música, vosotros el ruido".
La E Street Band apareció poco mermada. No estaba su mujer, Patti Scialfa, pero sí los de siempre, los que desde 1972 han trotado con él por esos mundos. El Viejo Clemons, de negro, con sombrero de fieltro y las manos ensortijadas confundiéndose con el metal de su saxofón, el pirata Steve van Zandt, Lofgreen, el más que poderoso Max Wienberg. Cierto es que a Clemons parece que van a tener que operarlo de la espalda al final de la gira y que Weinberg ha sido sustituido en algún concierto por su hijo, pero ayer no faltaron los viejos rockeros a su cita en Bilbao.
Ni faltó tampoco el viejo repertorio. Bruce parece aburrirse pronto de sus nuevos discos. Apenas hubo rastro de Magic, sólo Radio nowhere, pero sí de The rising, ese canto a la esperanza y a la salvación moral de su país que entregó a los suyos tras el 11 de septiembre. También se escucharon canciones de Born in the USA, de Darkness on the edge of town, piezas que el público fue jaleando junto a Bruce, en plena forma, un ser que cumple años al revés. 60 le esperan en septiembre. Quizás sean los masajes de dos horas que se da antes de salir a escena, o los baños en Ondarreta, la playa de San Sebastián donde pasó anteayer el día, pero el caso es que esta máquina de New Jersey se resiste a dejar los escenarios, a llenarlos de una energía auténtica, desprovista de sandeces y con alergia a la posmodernidad.
Su fuerza es una siempre renovada autenticidad, un talento único para el contagio y el entusiasmo. Él es un obrero del rock consciente de su suerte. De la fortuna que supone contar con un público fiel, que ya es intergeneracional. Cuando un niño de unos 10 años, sacado al azar entre el público, es capaz de cantar junto a su ídolo Waiting' on a sunny day. Cuando en un concierto se juntan padres, hijos y abuelos, es que estamos ante un gran clásico. Bruce lo es porque sigue cantando a los desarrapados, a los forajidos como el amigo Pete (Outlaw Pete), la historia de ese delincuente que a los seis meses y con pañales ya pisó la cárcel. Pero también porque conecta con esperanzas en masa, con estados de ánimo, porque bebe y acude a las fuentes sagradas y tradicionales del rock y el folk, a Woody Gurthrie y a Bob Dylan, a Pete Seeger, a Chuck Berry (y su emulable You never can tell) y a Elvis, aquel ídolo que le convenció para dedicarse a la música cuando lo contempló en la tele.
Sigue siendo energía y poder. España lo va comprobando ahora año tras año. En 15 meses se ha pasado por este país en tres ocasiones. Y no decae. Su Thunder road, su Because the night, su Darkness on the edge of town, Jungleland o sus canciones de acústica y armónica, los temas que parió para Nebraska o The ghost of Tom Joad, ese dignísimo homenaje al Steinbeck de Las uvas de la ira, truenan en las conciencias del público que lo sigue con la misma contundencia que los más duros. Todo sigue sonando como cuando era aquel joven que deslumbraba en Newsweek y Time como el futuro rey del rock tras haber conquistado a los suyos con Born to run.
Era lo más alejado del vacío y el maquillaje que uno podía echarse a la cara. Hoy lo sigue siendo, un pura sangre incapaz de vender burras, tal cual lo observas. Un currante que suda y esparce la semilla de las escasas verdades que le quedan al negocio.
La gira en datos
Citas en España. Después de Bilbao, Springsteen llega a Sevilla (martes 28, La Cartuja), Benidorm (jueves 30, Les Foietes), Valladolid (sábado 1 de agosto, José Zorrilla) y Santiago de Compostela (domingo 2, Monte do Gozo).
Precios. Desde 80 (pista) a 93 euros (asiento).
Repertorio. En los últimos conciertos ha pasado de puntillas por su último álbum, Working on a dream. En su lugar han sonado clásicos como Atlantic City, Waitin' on a sunny day o Bobby Jean. También atiende las peticiones de los fans.
Equipo técnico. 12 tráilers con los equipos de luz y sonido, y 125 operarios.
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