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Entrevista:HARLAN COBEN | Novelista

"Los lectores ya no aceptan detectives que solo investigan"

Carles Geli

Harlan Coben (Newark, Nueva Jersey, 1962; algo más de 1,90 metros, cabeza rapada, inquieto) quiere vender su coqueto apartamento de Nueva York (ascensor y estufas de hierro de 1903; madera y ladrillo negro; barra de bar y cuatro taburetes en el salón-comedor). El agente inmobiliario le ha pedido que traiga premios y demás honores (portadas enmarcadas con la lista de libro más vendido en The New York Times; cartel de la adaptación al cine de Tell no one...): el atrezo de escritor ayudará a colocarlo, le dice. Obediente, cuelga las cosas y las fotografía para que su mujer lo vea y le dé el visto bueno. Entre esos trofeos, cerca de una minúscula ventana, está el cuarto Premio Internacional de Novela Negra de RBA por Alta tensión, guinda para la décima entrega del detective Myron Bolitar, que le ha otorgado fama y honor: 47 millones de ejemplares vendidos, 27 idiomas y casi 3 millones de dólares de ganancia por título.... Ya en la mitad de su vida, el tan apuesto como sentimental, Bolitar ve envejecer a sus padres, desaparecer a su hermano y cómo amenazan por Facebok a una extenista embarazada.

"Los autores de novela negra somos los escritores sociales de nuestro tiempo"
"Me interesa esa zona gris del comportamiento humano"

Pregunta. Alta tensión parece un tratado sobre la sinceridad en una buena instantánea de los sentimientos en la época de los móviles, Facebook, GPS...

Respuesta. La sinceridad es el tema, el duelo entre verdad y mentira marca la mayor parte de mis libros. Me gusta esa zona gris del comportamiento humano: da mucho juego para la intriga. ¿La tecnología? Me gusta reflejar el mundo en que vivimos. Cuando una chica sale con un chico y no lo conoce demasiado, lo primero busca su nombre en Internet.

P. Quizá es usted el autor de novela negra norteamericano que mejor refleje su tiempo...

R. Puede que mis novelas plasmen el mundo de hoy, pero no escribo con el fin de retratar una sociedad; lo que observo de ella es secundario en mi narrativa. Los mejores del género lo han hecho. Y, sin duda, somos los novelistas sociales del momento y esa es la clave del éxito del género hoy. Pero lo hacemos sin discursillos y supeditándolo todo a la historia.

P. Bolitar, que ha pasado el ecuador de los 40, como usted, se lamenta de que su generación sea tan crítica con sus padres...

R. Es que mi generación ha culpado demasiado de todo a nuestros padres; para cualquier cosa mal hecha siempre ha habido la excusa de que 'Mamá le prohibió aquello cuando tenía cinco años y eso le frustró'. Y luego esa imagen del héroe que, para serlo más, mantenía una relación desastrosa con sus progenitores. Pues yo quería mostrar el otro lado... Mis padres murieron relativamente jóvenes y quizá la relación de Bolitar con los suyos sea la que yo tuve en parte y hubiera querido tener más...

P. Pocas veces se ve a un investigador tan al borde de la lágrima y tan preocupado por la felicidad de quienes les rodean...

R. Los personajes de Chandler suelen ser héroes que caminan solos por la calle, con un notable vacío interior... Intenté traspasar eso al siglo XXI y me salió Bolitar, personaje mucho menos cool y elegante de lo que pensé; rodeado de un reducido pero fiel grupo de amigos, que quiere hacer las cosas bien y a veces no le sale, por eso es un frustrado... Con los años se ha vuelto más inseguro ante la vida, por ello me parece hoy más interesante como personaje.

P. En toda la serie hay un pasado que reaparece y se impone con un determinismo notable.

R. Me encanta escribir sobre algo que parece enterrado y que regresa sin previo aviso. Me gusta ver la vida como un estanque tranquilo en el que una piedrecita del pasado lo remueve todo; en Alta tensión eso es una pequeña mentira que crea un cataclismo... Creo que mi narrativa la caracteriza, por un lado, los muchos giros que doy a las novelas: quiero mantener al lector atrapado hasta el final, que no pueda pensar en otra cosa. Recuerdo cuando tenía 16 años que estaba leyendo Marathon man, de William Goldman, y ni a punta de pistola en la sien hubiera dejado de leerlo.

P. ¿Y el otro factor clave?

R. El sentimiento, el elemento humano. Si las emociones no son reales... Eso es mucho más interesante que escribir sobre un muerto a hachazos y cómo llegamos a descubrir al asesino. Está bien y quiero a los dos tipos de lectores, pero sin sentimiento, eso solo sería como un coche grande sin gasolina: no va a ningún sitio.

P. Una de las explicaciones del boom actual de la novela negra nórdica es que, frente a la norteamericana, ha evolucionado más, es más compleja en el grosor de las situaciones sociales e individuales. ¿Usted parece el más nórdico de los norteamericanos?

R. Sí, quizá lo soy un poco más, no había pensado en eso. Cuando creé a Myron hace ya más de 20 años, los detectives nunca envejecían, solo resolvían un crimen y nunca proporcionaban ni un solo detalle personal. En mi primer libro, Bolitar tiene 27 años y una vida privada; hoy el lector no acepta detectives que solo investigan.

P. ¿Hasta cuándo puede seguir la serie de Bolitar?

R. Puede que esta sea la última entrega. Escribí siete libros de Myron en poco más de dos años y para los últimos tres he tardado 10 años. Lo que no podré es escribir 50: esto no es Sherlock Holmes ni Agatha Christie... Además he estrenado una serie juvenil con Mike, sobrino de Myron que debuta en Alta tensión, un personaje que va a llorar poco en contraste con su tío... Dejar dónde y cómo he dejado Alta tensión significa que no voy a poder escribir el mismo libro y eso ya es bueno.

El escritor Harlan Coben, fotografiado en Nueva York.
El escritor Harlan Coben, fotografiado en Nueva York.CORDON PRESS

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.
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