_
_
_
_
UNIVERSOS PARALELOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En guerra con El Corte Inglés

Diego A. Manrique

El boom de las biografías de rock también se manifiesta en España. Tras debutar con El chico de la bomba, Loquillo publica Barcelona ciudad (Ediciones B), crónica de sus vivencias en los setenta, década aquí alargada hasta el 23-F.

En nuestro rock, nadie se trabaja la automitificación como José María Sanz. Muchos de sus recuerdos nos suenan: forman parte del andamiaje que sostiene su leyenda. Más problemática resulta ese ansia por aportar gravitas a sus andanzas, insertándolas en el marco político-cultural. Imposible evitar un respingo ante esta pincelada de 1976: "Descubrimos la verdadera cara del comunismo leyendo Archipiélago Gulag, del escritor Alexandr Isáievich Solzhenitsin, que ganó el Premio Nobel y es de edición y lectura obligada". Aún aceptando que Loquillo -en cuya casa abundaban las novelas de Sven Hassel- leyera Archipiélago Gulag a los 16 años, asombra que le sirviera para descubrir las maldades soviéticas, habida cuenta de que se supone que familiares suyos militaron en la CNT y el POUM. En realidad, le preocupaba más maquearse que cualquier ideología: consigue su primera chupa de cuero en un almacén que vende uniformes de la Guardia Civil. Su coartada: la Benemérita se mantuvo leal a la República.

'Barcelona ciudad' es la historia de un pillo que busca sus oportunidades

Pero ¿quién puede resistirse a embellecer un autorretrato? En otras páginas, sí que reconoce torpezas adolescentes en relación con el sexo, en contra de su imagen actual de ladykiller. Una vez despojada de sus afeites, Barcelona ciudad es la historia de un pillo, que busca y aprovecha las oportunidades, convirtiéndose en radiofonista, periodista, figurante televisivo y cara conocida de la Barcelona de la Transición, aun antes de grabar un disco.

Su argumento central: aquella fue una ciudad excitante, eventualmente castrada por Pujol. Se trata de una ocurrencia sobrevenida: en realidad, él también rechaza a los disidentes de la norma nacionalista, fueran marginales (los quillos rumberos de periferia) o burgueses renegados (el clan Zeleste). Fascinado por la contracultura estadounidense, Loquillo se ofende -"no es eso, no es eso"- cuando se encuentra con sus equivalentes autóctonos. Detesta a los hippies locales y sabotea conciertos montados por el PSUC.

Mejor no pedir coherencia a Barcelona ciudad. Pero el libro ofrece la descripción impagable de un momento único, una de esas confrontaciones que muestran la grandeza y el absurdo de las subculturas juveniles. Hacia 1978, con el éxito de Grease, el rock and roll es tendencia de temporada. Y El Corte Inglés ofrece, en su planta joven, la "moda rock and roll". Allí se presentan los rockers barceloneses:

"Le largamos un discurso al responsable del lugar del sacrilegio. El pobre señor Pinto no entiende por qué nosotros, que vamos anunciando lo que él vende, le soltamos toda clase de improperios. Kaki toma la iniciativa y con su peculiar azento inicia la cruzada:

-Ustedes no tienen derecho a vendé un eztilo de vida.

-Sólo es una moda, cálmate, muchacho.

-Si venden un estilo de vida, inviertan en un local de rock and roll, identifíquense con lo que anuncian, ¡coño! (Sí, el de la visión de negocio soy yo).

-Para nosotros sólo es una moda -insiste el señor Pinto.

-Pues bien, le damo unoz diez diaz de margen y zi no retira zus escaparates volveremo y lo haremo nosotros mismo... Queda advertido -zanja el Kaki.

"Con dos cojones, sí señor, unos niñatos amenazando a El Corte Inglés. Y sucede lo inevitable: una maraña de tipos de uniforme aparece de improviso, dando lugar al clásico enfrentamiento entre un nutrido grupo de rockers que defienden apasionadamente su lugar en el mundo y el poder establecido, que como siempre pretende arrebatárselo".

Sirva como recordatorio del arrojo y la ingenuidad de los rockers, quizás uno de los movimientos juveniles menos comprendidos. El texto de Loquillo da pistas sobre los motivos: de visita en Madrid, se salva de una agresión facha -pijos con pistola- por la intercesión de un famoso rocker local. Al otro extremo político, hoy sabemos que algunos defensores de la estética rocker han terminado, en su obsesión por la "autenticidad", identificándose con los "hombres de acción" de 1936 que, en el bando republicano, cultivaron las infames artes del paseo y el saqueo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_