El frescor y la frescura
El estreno de la realización del independiente británico Alan Clarke se produce en un momento en el que es comúnmente admitido el renacer del cine inglés, como bien demuestran sus títulos programados en los más diferenciados festivales.La cinematografía británica se ha ido desarrollando entre crisis y movimientos generacionales, aunque siempre su tradición documentalista y la reconocida valía de sus técnicos y actores han servido para volver a ponerla a flote, para triunfar en Hollywood y, actualmente, para protagonizar el mencionado renacimiento y brindar sus importantes estudios para la filmación de los más espectaculares filmes norteamericanos.
Rita, Sue y también Bob, que ofrece por partes iguales frescor y frescura, no es la más meritoria representante del citado cine, pero sí significativa de su génesis.
Rito, Sue y también Bob
Dirección: Alan Clarke. Guión:Ancrea Dunbar. Fotografía: Ivan Strasburg. Música: Michael Kamen. Productor: Sandy Liberson. Producción: Reino Unido, 1987. Intérpretes: George Costigan, Siobhan Finneran, Michelle Holmes, Lesley Sharp, Kullvinder Ghir, Willie Ross, Patti Nichols. Estreno en Madrid: Torre de Madrid, Dúplex (versión original).
El argumento ofrece un ménage à trois entre dos adolescentes que simultanean sus estudios con su empleo como chicas canguros y el esposo del matrimonio que las contrata. Situada la acción en una pequeña localidad inglesa no muy agraciada económicamente, la cámara escudriña en la penuria social y pobreza moral de las funilías de las chicas sin eludir el mismo físico y expresivo.
La comedia, pues ése es el género elegido por Clarke , ofrece un paseo por la cotidiana existencia de las protagonistas, cuyo resultado ha surgido de la adaptación de las dos obras teatrales de la guionista, Andrea Dunbar, The arbor y la homónima del filme, ambas de carácter autobiográfico. La cámara sigue y penetra en la realidad de Rita y Sue, cuya peripecia se debate entre la amoralidad y la vitalidad en un ambiente social que favorece sus elecciones.
La referencia al free cinema es obligada, aunque el testimonio y solenme blanco y negro del pasalo deja lugar a un color alegre y cómplice, válido para enunciar, sin perseguir soluciones, una realidad que, entre sonrisas, va destilando amargura y cinismo asumido. La presencia de las desconocidas actrices Sioblian Finneran (Rita) y Michelle Holmes (Sue), poco atractivas pero lozanas y convincentes, da verosimilitud y dinamismo a la acción, y la del protagonismo masculino, George Costigan, y determinados modos del realizador denotan la influencia de los modos televisivos británicos.
Rodada en el propio lugar donde la guionista vivió algunos de los hechos narrados, la ciudad de Bradford, la presencia urbanística ayuda al documentalismo que la cámara asume acertadamente, sin renunciar a mostrar el determinismo de clase y haciendo presentes en breves pinceladas determinados personajes de la realidad social británica, como son el rentista, el emigrante paquistaní, el parado, el jubilado y unos jóvenes que sufren las consecuencias del entorno socioeconómico y familiar.
Alan Clarke, con ligereza y alternando el brochazo con alguna pincelada, consigue, sin moralina final y sin trascendencia, reflejar con desparpajo una denuncia similar a la ejemplificada por el free cinema de los sesenta, apoyándose en la tradición del cine inglés, con una realización funcional pero que, por otro lado, tampoco engrandece los horizontes prometedores de esta renaciente cinematografía.
Babelia
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