La energía intacta
Neil Young y Alanis Morissette, primeras estrellas en Rock in Rio
Suena Imagine, de John Lennon. El público mueve unos pañuelos blancos y de pronto la Patrulla Águila de las fuerzas armadas rompe el cielo de Arganda del Rey mientras un avión se cruza dirección a Barajas. La presidenta de la comunidad, Esperanza Aguirre, divisaba el espectáculo desde el balcón de la zona VIP. Acompañada del fundador del festival, el brasileño Roberto Medina, la imagen era propia de unos emperadores romanos. Debajo sus dominios: 200.000 metros cuadrados de Rock in Rio, que tal y como prometían fue una mezcla de centro comercial y música.
A las seis de la tarde la máquina se puso en marcha. Una fuente gigante se convirtió en el epicentro de un espectáculo inédito en España. Todo estaba en su sitio: la tirolina que cruzaba el escenario principal, la noria gigante, los restaurantes donde se podía degustar desde comida rápida a elaborados platos. Y promociones varias. Se oían las proclamas comerciales de circo de una empresa de móviles ("Pasen y vean") y, mientras una chica llamada Cindy repartía condones a unas adolescentes ilusionadas, comenzó la música.
Abrieron fuego con un calor apabullante The Right Ons, una banda madrileña de soul cantado en inglés. El quinteto tiene buena imagen y mejor sonido. Una pena que hubiese más gente en la cola para maquillarse, gracias a una conocidísima marca, que viendo su concierto. Al otro lado del festival comenzaba el concierto de Alanis Morissette. La canadiense ha pasado de ser esa deseada novia rockera a la madre del amigo José, a la que canta El Canto del Loco que, por cierto, tocará hoy.
A sus 34 años, Alanis conserva esa energía sobre el escenario de sus comienzos, pero ha rebajado el ritmo de sus guitarras y las canciones de su último disco, Flavors of Entanglement, no lograron enganchar al público. Como le pasaba a Alberto, Chema y Juanmi, de 15, 17 y 18 años que, con sus camisetas de Nirvana, miraban con ojos de asombro el pase de modelos en la carpa de moda. Quien sí prestaba atención a Alanis era Manolo García. Apoyado en una valla miraba embobado a la cantante -"es que es muy buena", decía- y al imponente escenario principal -"es la bomba"-. El mismo al que subiría un rato después en uno de los más esperados conciertos de ayer, junto al de Neil Young. Unos días antes Manolo García, el ex Último de la Fila, reconocía que él mismo había pedido tocar el día de su ídolo Young. Mientras sonaba Alanis y se formaban varias colas, una chica joven preguntaba en el escenario opuesto: "¿Y ese tío de negro quién es?". Era Loquillo, que batallaba contra el calor, elegante y sobrio como siempre. Con sus gafas de sol cantó Cruzando el paraíso. El Loco vive su mejor momento. Y en directo lo demuestra.
Y en esto apareció Jack Johnson, una de las estrellas del festival. El cantautor surfero intercambiaba su guitarra eléctrica y acústica cuando la tarde caía. El festival comenzaba a llenarse pero las cifras, por lo menos en su primer día, no jugaron tan a favor como la organización pensaba. A las 21.00 horas, y aún con atascos en la carretera de entrada, los asistentes llegaban a duras penas a 40.000 -muchos invitados- .
Y a media noche llegó la estrella. El viejo Neil no pisaba un escenario español desde 2001. Fue en el Espárrago Rock de Granada. Ayer apareció con camisa blanca y guitarra eléctrica en mano. Flanqueado por un indio de madera, un piano de cola y un cuadro con una ene, dijo "¡bienvenidos a Rio!" y se arrancó con Mr Soul. A sus 62 años y tras recuperarse de un aneurisma cerebral, esta leyenda hippy anti-Bush sigue machacando su vieja guitarra eléctrica con un pulso que ya quisieran las jóvenes estrellas. Anoche alternó sus temas acústicos con sus canciones más salvajes. Una lluvia de electricidad que paró el festival.
Babelia
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