En busca del ingrediente perfecto
Charles Rolls es el creador de la tónica de moda, Fever-Tree, cuyo componente esencial, la quinina, se extrae de los bosques del Congo
El abuelo materno de Charles Rolls (Londres, 1957) era un gran contador de historias. Oriundo de Sudáfrica, se enfrentó a los designios de su padre cuando le impuso ser agente inmobiliario. Su castigo fue la mina. Nunca consiguieron enderezarlo, o por lo menos no como esperaban. De esa experiencia salieron los cuentos que determinaron la carrera de Rolls en África y su particular idilio con la quinina.
"Pasé dos años en la mina en los 80, tenía 25", cuenta Charles Rolls vía telefónica desde Londres. "He de reconocer que no compartí el entusiasmo de mi abuelo, por eso decidí regresar". La vuelta se convirtió en un viaje a través de África hasta España y "de ahí a casa". En el camino, acompañado por un amigo, aprendió que los mosquitos se habían vuelto resistentes al chloroquine, el medicamento que se usaba entonces contra la malaria. "Tenía fiebres muy altas cada 48 horas", recuerda, "escribía en un diario lo que me pasaba y luego al leerlo era todo lo contrario". Sin médicos ni una cura, no se recuperó hasta llegar a Inglaterra, "ahí descubrí la quinina, me la dieron pura".
"Nos dijeron que no había un hueco para nosotros en el mercado español y un año después de lanzar la tónica nos llaman de elBulli. Queremos vuestra tónica, ¿cómo podemos conseguirla?"
"En España se prepara el mejor gin tonic. En Inglaterra siguen mezclando la tónica con sacarina"
Rolls comenzó así su relación con esta sustancia, originaria de los bosques andinos de Perú. Es el mejor remedio para la malaria. Y, al mismo tiempo, uno de los ingredientes básicos de las tónicas. En el año 2000 viajó con su socio Tim Warrillow a Nueva York en busca de la mejor bebida para combinar con la marca de ginebra a la que representaba. "Los sabores de las tónicas eran muy fuertes. Fue una decepción, pero me di cuenta de que aquello era una oportunidad para encontrar nuevos ingredientes y crear una nueva tónica", cuenta.
Cuatro años después, Warrillow encontró Pharmakina, una empresa congoleña productora de quinina y nació Fever-Tree. La quinina se ha convertido en "el único negocio que genera divisas en el Congo", dice Rolls. "Su explotación es de las pocas industrias que los señores de la guerra respetan por sus beneficios contra el paludismo", apostilla. Esta suerte de protección fáctica permite a la compañía desarrollar proyectos contra la malaria, ayudar a hospitales y construir colegios. "Nuestro objetivo es encontrar el mejor ingrediente, pero siempre es un añadido involucrarnos en este tipo de iniciativas", comenta el inglés.
Charles Rolls ha recorrido el mundo, como si de Livinsgton se tratara, en busca de nuevos ingredientes para su gama de tónicas. "En Sicilia está el mejor limón; nuestro jengibre es del oeste de África; viajamos a Tanzania para conseguir el mejor extracto de naranja", relata. Y en España se toparon con Ferrán Adrià. "Nos dijeron que no había un hueco para nosotros en el mercado español y un año después de lanzar la tónica nos llaman de elBulli", rememora. "Queremos vuestra tónica, ¿cómo podemos conseguirla?". Seis meses más tarde, Rolls y Warrillow probaban el menú de degustación del restaurante catalán, con el plato hecho a base de Fever-Tree incluido. "De repente me di cuenta de que estaba en el mejor restaurante del mundo comiendo un plato hecho con una bebida que yo mismo había creado".
Aún se desconoce si los efectos de aquel plato o la implantación de la tónica fueron los culpables del interés de Rolls por España. "Es el país donde mejor se preparan los gin tonics", concluye. "En Inglaterra siguen mezclando la tónica con sacarina, en España recurrís a la mejor receta: la piel de una naranja alrededor de la copa, hielo, ginebra y Fever-Tree".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.