¡Viva el rey! ¡Abajo el imperio!
¿Libertadores épicos o estereotipados? - Una oleada de libros indaga en el proceso de las independencias latinoamericanas en su bicentenario
"La desaparición del imperio español, si se parece a algo, es al fin del imperio soviético en 1989", afirma Manuel Lucena Giraldo, autor de Naciones rebeldes (Taurus). "Se deshizo desde el centro a la periferia". Doctor en Historia, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor visitante en Harvard, Lucena Giraldo es uno de los muchos especialistas que fijan en estos tiempos su interés en el proceso libertador de Latinoamérica. La ocasión editorial lo merece.
La revolución cumple 200 años. Concretamente, el 19 de abril, aniversario de la creación de la Junta Suprema de Caracas, fecha señalada por la mayoría de los historiadores como el arranque de un proceso que culminaría 14 años después en el campo de batalla de Ayacucho, Perú, y que puso fin a la presencia de la monarquía española en el continente americano. Naciones rebeldes es una de las aportaciones más lúcidas de cuantas inundan las librerías. Una lista que incluye un clásico de la literatura histórica británica, Los libertadores, de Robert Harvey (RBA).
Lucena Giraldo: "El proceso se parece al fin del imperio soviético"
Simón Bolívar es protagonista de 'Los libertadores', de Robert Harvey
El libro de Harvey se centra en las biografías de siete personajes que tuvieron papeles importantes en las luchas por la independencia: Simón Bolívar, que soñó con una América unida; el precursor, conspirador y revolucionario Francisco de Miranda; el héroe argentino José San Martín; el prócer chileno Bernardo O'Higgins; el emperador mexicano Agustín de Iturbide; el rey de Brasil Pedro I; y Thomas Cochrane, almirante, aventurero y héroe en Chile y Brasil. Son más de 500 páginas de prosa brillante y amena.
Una estructura que recuerda a la obra del cubano Rafael Rojas Repúblicas de aire (Taurus), que se alzó con el I Premio de Ensayo Isabel Polanco con un inspirado retrato de los primeros republicanos del continente. Una mirada más en profundidad sobre el proceso es lo que ofrece Las independencias de América (Catarata), de Manuel Chust e Ivana Frasquet. O el libro de Lucena Giraldo, que se refiere al derrumbe del Antiguo Régimen por la invasión napoleónica y al surgimiento del liberalismo que nació en las Cortes de Cádiz y se extendió por buena parte de América.
Manuel Chust, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Jaume I de Castellón, abunda en esa corriente de la historiografía que ha abierto un debate sobre la supuesta inevitabilidad de las independencias, que valora los aportes de la historia económica y social y procura el "desmonte del culto a los héroes".
Y culto a esas heroicidades es lo que inspira Los libertadores, de Harvey, autor de un buen número de biografías y ensayos de historia militar y política. Su espléndida narración de la lucha por la independencia desde 1810 a 1830 tiene como protagonista indiscutible a Simón Bolívar. Su audacia militar, pese a su falta de experiencia previa, su visión estratégica y su brillante pluma quedan bien reflejadas en el libro. Tres personajes le acompañan en esta gran aventura: Francisco de Miranda, venezolano como él, militar español, agente inglés, revolucionario en Francia, y el gran animador de la lucha por la independencia. El argentino José de San Martín, oficial español que combatió a los franceses en Bailén y que después creó el ejército de los Andes, clave en la independencia de Argentina, Chile y Perú. Y Bernardo O'Higgins, hijo de un militar irlandés que sirvió al servicio de la Corona española, fue virrey de Perú y padre de la patria en Chile.
En ese cuadro de audaces conspiradores, siempre auspiciados discreta o explícitamente por la Corona británica, no podía faltar un marino como Thomas Cochrane, capitán de navío, tan valiente como turbio en su peripecia vital, cuya leyenda sólo es superada, en esa época, por la de Horatio Nelson. Los dos restantes libertadores son de un perfil diferente: Pedro de Braganza, rey de Brasil, el más "insólito", el único que pertenecía a una familia real, y el general Agustín de Iturbide, que proclamó la independencia sin disparar un tiro, relegado hoy en la memoria mexicana en favor del cura Hidalgo, que el 16 de septiembre de 1810 enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se leía: "Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Fue llamado el Grito de Dolores, que se celebra como el inicio de la independencia.
Pero el problema de los relatos épicos es la tendencia a establecer estereotipos. Manuel Lucena Giraldo, en Naciones rebeldes, que figuró entre los libros de historia del año en el The Times Literary Supplement, señala que los relatos dedicados a edificar una mitología nacional son una versión de las élites blanca y criolla. "Los peninsulares, malos, rencorosos y avariciosos, agravian a los americanos, buenos y virtuosos", sería el estereotipo más convencional, versión de la leyenda negra española.
En su ensayo destaca que el optimismo que animó el cambio político frente a la crisis del imperio español tiene actualidad. "Si se intentan superar los sólidos lugares comunes que cimientan el excepcionalismo latinoamericano, centrado en la idea del fracaso permanente frente al éxito de Estados Unidos, Europa y demás primeros mundos, el mensaje del bicentenario radica en que existe un nuevo futuro posible, porque así ocurrió en el pasado".
Los procesos revolucionarios de esa época, según Manuel Chust, van a afectar a las monarquías absolutistas y las van a abocar a su disolución. Por ello, Lucena Giraldo no comparte la opinión de una política venezolana de que España no tiene nada que decir en el bicentenario: "Los españoles tienen algo que decir porque de ese imperio venimos 22 repúblicas latinoamericanas y una monarquía parlamentaria europea, que es España".
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