Siniestro Total luce sus arrugas
La banda punk gallega arranca en Madrid la gira de celebración de sus 25 años y presenta un recopilatorio
Nunca es tarde. Ayer, a sus 48 años, Julián Hernández por fin pudo entrar en la discoteca Joy Eslava, de Madrid. No era la primera vez que el líder y cantante del grupo gallego Siniestro Total lo intentaba. Durante los años ochenta, tan lustroso local estaba vetado para ellos, unos "cafres" de actitud punk que acababan de llegar a Madrid procedentes de Vigo. "Una vez quisimos entrar", admite el propio Julián. "Hasta dijimos que éramos los Nacha Pop por si colaba. Ni así nos lo permitieron". Anoche, Julián Hernández, con traje de chaqueta y corbata roja, subió con su banda al escenario de Joy. "Somos un grupo de rock y tocamos a toda hostia", gritó. El millar de espectadores que abarrotaba la sala respondió con un pogo salvaje en las primeras filas.
"No sé por qué, pero el alcohol y Dios son temas recurrentes", dice Hernández
Queda claro. Aunque los cinco miembros de Siniestro Total estén cerca de cumplir los cincuenta, siguen siendo una banda feroz. Lo de ayer, el primer concierto de la gira de celebración de sus 25 años, fue una simple comprobación de ello. Hubo rock, sí. También blues y rockabilly. Pero sobre todo, punk.
Un día antes, Julián fumaba sereno un cigarrillo en una sala de su discográfica. "No sé por qué, pero el alcohol y Dios son los dos temas más recurrentes de nuestro repertorio", comentaba tras unas gafas de sol. "Siempre hemos sido un grupo de bares, y lo de la religión, no sé. Será porque todos los españoles somos católicos por afirmación".
La visita a Madrid del grupo gallego, además de para conquistar Joy Eslava, se debía a otra razón: presentar su disco Que parezca un accidente, un recopilatorio de grandes éxitos grabado en los Salesianos de Vigo el 27 de diciembre de 2006. En el mismo sitio y a la misma hora donde el grupo había dado su primer concierto 25 años antes. "Estaba todo igual", explica Julián. "Lo único que faltaba era un cartel de Clint Eastwood que había desaparecido". Las imágenes de aquel concierto se pueden ver en el documental que acompaña al disco, que a través de imágenes inéditas -algunas caseras- se recoge un cuarto de siglo de lucidez y gamberrismo.
"Al primer concierto llegamos sin apenas saber tocar", recuerda Hernández. Corría el año 1981 y tocaron la políticamente incorrecta Ayatolah!, una canción grabada a fuego en el subconsciente de varias generaciones y la misma con la que ayer cerraron su concierto. ¿Un tema con trasfondo político? Nada de eso. "La vuelta de Jomeini a Irán coincidió con la época en la que se nos ocurrían las rimas más estúpidas. La máxima entonces era decir el mayor número de barbaridades en el menor tiempo posible".
En el interesante, aunque un poco deslavazado, documental que acompaña al disco también se puede ver un jovencísimo Germán Coppini, primer cantante de la banda, con una camiseta con la cruz gamada -también símbolo de provocación punk- en el mítico Rockola. Coppini cantaba: "Alaska, Alaska, aunque salgas en el Hola / no me tocarás la cola y no te llevarás la pasta". "La movida madrileña nos recibió muy bien en los ochenta. Sobre todo porque no éramos ni vascos ni catalanes, y los gallegos no damos miedo", recuerda Julián mientras enciende otro cigarro. "Y lo de Alaska ha resultado premonitorio. No hay más que ver donde fue hace unos días, al Baile de la Rosa, en Mónaco. Nosotros entonces, sin saberlo, ya lo sabíamos".
Sobrevivir a los ochenta no fue fácil. Pero pasados los noventa, el grupo también superó sus cambios de formación. Diecisiete discos después, ya se puede asegurar que Siniestro es una de las bandas más cachondas e influyentes del rock español. ¿Sin crisis? "Muchas veces hemos estado a punto de tirar la toalla", reconocen. "Ha habido crisis desde el principio. La primera fue cuando casi nos matamos en un accidente de tráfico el 20 de agosto de 1981
[el nombre del grupo viene del estado en el que quedó el coche]. Después nuestro cantante nos dejó para irse a Golpes Bajos... Así, hasta ahora".
Ayer, tras dos horas de concierto y 30 canciones, las camisas del grupo estaban empapadas. El grupo se despidió entre pompas de jabón. En la calle, algunos treintañeros todavía coreaban uno de sus estribillos clásicos: "Cuánta puta y yo qué viejo". Una estudiante erasmus miraba horrorizada. "No es fácil para un grupo aguantar 25 años, pero tampoco lo es para un panadero. El trabajo está hecho", sonríe Julián. ¿Y qué es lo próximo? "Queremos grabar un disco de country, a ver cómo nos sale. Y no estamos de coña".
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