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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Historia de Italia

Italia, 1945. Tres jóvenes partisanos celebran el fin de la guerra y regresan a sus casas. Uno (Vittorio Gassman), norteño, estudió para abogado; otro (Nino Manfredi), romano, regresa a su oficio anterior, camillero en un hospital público. El tercero (Satta Flores), profesor, va, al sur, a Nocera Inferiore.Con el paso del tiempo, los tres coincidirán en Roma y mantendrán algún tipo de relación sentimental con una joven (Stefania Sandrelli), friulana y aspirante a actriz -es ésta la razón por la cual cuando se estrenó en España el filme fue bautizado, en un alarde de imaginación, como Una mujer y tres hombres- .Cuando pasen los años, ya en la década de los setenta, el reencuentro los contemplará situados cada uno en un escalón de la sociedad, pero todos, de una u otra forma, derrotados en sus expectativas juveniles.

Nos habíamos querido tanto

Director: Ettore Scola. Guión: Age, Furio Scarpelli y, E. Scola. Fotografía: Claudio Cirilo. Música: Armando Trovajoli. Italia, 1974. Intérpretes: Nino Manfredi, Stefarila Sandrelli, Vittorio Gassman , Stefano Satta Flores, Aldo Fabrizi. Reestreno en Madrid: cine Lumiére (V. O).

Nos habíamos querido tanto es una película clave en la trayectoria profesional de Ettore Scola, antiguo guionista (desde 1952), convertido en 1964 en director. Scola alcanzó la fama internacional sobre todo a partir de Una jornada particular (1977), y fue aspirante a ministro de Cultura en un hipotético gabinete encabezado por el PCI, partido en el cual milita desde hace años.

Situado entre una dura denuncia de las concliciones de trabajo de los jóvenes emigrantes sureños en el norte desarrollado, Trevico-Torino (1972), y un irónico ejercicio de desmitificación del subproletariado romano, Brutos, sucios y malo (1976), y en medio de varios cortometrajes militantes -en un período en el que se hizo evidente el interés del cineasta por un acercamiento político a la realidad italiana-, el filme significa un paso adelante en una trayectoria hasta entonces mar cada por la commedia alla italiana y por filmes que: ponían en evidencia el origen guionista de su creador.

Buenos retratos

Hasta entonces, el cine de Scola se caracterizaba por sus buenos retratos de personajes, actuaciones convincentes -no en vano siempre ha trabajado con los mejores actores italianos-, buenas situaciones de guión, pero una mala coricreción en imágenes, con composición de encuadres, movimientos de cámara y sentido del montaje desangelados, mecánicos y carentes de estilo.

No es que la impericia del realizador se haya resuelto ya, pero los progresos considerables, y también los riesgos formales que asume -alternancia de blanco y negro y color; asunción consciente del papel de autor que manipula los materiales a su disposición, corno en el uso del teatral recurso de la iluminación parcial de encuadre-, al par que crece la ambición de sus temas, concretada en el trazado de una historia de urgencia de su país y de su tiempo a partir de personajes, que son la representación social y geográfica de Italia.

Hay varios aspectos que hacen de este filme una bisagra en la trayectoria profesional de Scola. Por una parte, se relaciona con su cine anterior por la recurrencia a mecanismos propios de la comedia -aunque la comicidad alcance en algunos momentos un grado de causticidad nunca antes presente-. Por otra, su interés por la Historia con mayúscula, cionstante casi continuada desde Una jornada particular, adoptará la forma de reflexión a partir de personajes populares y ajenos a los libros de texto -al tiempo que constituirá casi la matriz de su película mayor, La familia, que discurre por parecidos derroteros

Preferencias

Además, será también ésta la primera ocasión en que Scola rinda homenaje a sus preferencias cinéfilas -aquí en las personas de De Sica, Fellini, Antonioni, Mastroianni, o en el empleo como actores de viejas glorias como Aldo Fabrizi o Isa Barziza-, que prodigará en su cine posterior. Y paradójicamente, a pesar del grarnsciario optimismo de la voluntad que preside prácticamente toda su obra, aquí aflora acaso por vez primera un pesimismo profundo, que arranca de más abajo del baúl de las convicciones políticas y que se erige en el centro de su concepción cinematográfica. Desde entonces, sus personajes arrastrarán consigo el fantasma de su propia derrota, de su incapacidad para sobreponerse al paso del tiempo y a sus deterioros, a la pérdida de las ilusiones y a la destrucción de las esperanzas.

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