Rock in Rio vuelve a sus orígenes
700.000 personas agotan las entradas para el festival de música "más grande del mundo" - Brasil se vuelca en un evento que retorna a su cuna 10 años después
Hablar del tiempo siempre resulta más que una mera charla de ascensor con Roberto Medina, fundador de Rock in Rio, "el mayor festival del mundo", que ayer inauguró una década después la edición de la vuelta a sus orígenes. El tipo tiene contratado un chamán al que paga (muy bien) para que le garantice una climatología sonriente allá (Madrid, Lisboa y Río de Janeiro) donde celebra su mastodóntico evento, mezcla de rock, mercadotecnia y responsabilidad social, todo ello sin prejuicios. Los cariocas llevaban comentando toda la semana que ayer, primer día de la primavera austral, las previsiones auguraban que el cielo se abriría inclemente sobre los 100.000 asistentes a la jornada inaugural de la cita. El tal chamán aseguró a Medina el miércoles que no se preocupara por nada. Lo han adivinado: Río amaneció plena de su contagiosa energía y sin una sola nube en el horizonte de Ipanema.
Las primeras notas musicales en directo salieron de una conga
"Figúrese", explicaba Medina en su despacho minutos antes de la apertura de puertas. "Pienso seguir contratándolo siempre". Sus aplausos a la puerta del recinto de 150.000 metros cuadrados fueron, esa es su costumbre, para los primeros asistentes, pero también para subrayar la sofocante conjunción astral y el gesto de vuelta a los orígenes del festival.
Rock in Rio -tras sus viajes a Lisboa, donde ha celebrado cuatro ediciones, y Madrid, que prepara la tercera para el año que viene- vuelve al punto de partida. No muy lejos de aquí, el terreno de Barra de Tijuca con el que el Ayuntamiento de Río de Janeiro tentó a Medina para que volviese a la ciudad 10 años después, se celebró el primer festival en 1985. Desde entonces, los seis millones de cariocas se han volcado en otros dos, en 1991 y en 2001.
Estos días, en el escenario mítico de aquella fiesta que reunió a 1.350.000 personas, se construye la villa con la que Río de Janeiro espera deslumbrar al mundo en los Juegos Olímpicos de 2016. Y si la ciudad ha creído como de costumbre en las ideas de Medina (se agotaron las 700.000 entradas en cuatro días, incluso aun cuando se desconocía el cartel), esta vez parece haberlo hecho con el afán de demostrar que está preparada para los grandes retos que se avecinan: además de olímpica, Río será sede del Mundial de fútbol dentro de tres años.
Mucho han cambiado las cosas en esta megalópolis de aire despreocupado desde el último Rock in Rio, con el que Medina logró que los medios de comunicación callasen literalmente durante tres minutos "por un mundo mejor" (esta vez, las preocupaciones sociales de la cita se reparten entre la lucha contra la drogadicción juvenil y la educación musical de los niños pobres). Las favelas ya no se llaman favelas, sino "comunidades", en un titánico esfuerzo eufemístico, policial y preolímpico, y la gente (cierta gente) puede hacer frente a los precios de la entrada diaria (145 reales; 60 euros) a este parque de atracciones en el que no falta de nada (tirolina, montaña rusa, kilómetros de césped artificial) y en el que todas las actividades convocan enormes colas y lucen el apellido comercial de su patrocinador (operadoras de telefonía, bancos, cervezas...).
Con tanta vuelta a los inicios en el aire, no extrañó que las primeras notas musicales en directo (tras el himno del festival y los espontáneos estallidos de júbilo de los fans) salieran de una conga, ancestral origen del deslumbrante acervo de la música popular brasileña, la misma que promete protagonizar grandes momentos de la cita tanto este fin de semana como el próximo. Fue durante el concierto de la popular banda Móveis Colonais de Acaju, en colaboración con Letieres Leite & Orkestra Rumpilezz y la cantante Mariana Aydar. En total, 30 músicos con una sección de metales tan populosa que hizo pensar que si el dinero de las marcas sirve para esto, a lo mejor no resulta tan mala idea eso de la responsabilidad social corporativa.
Más literal en su voluntad de recordar los principios resultó el recital inaugural en el escenario grande. Contó con dos de los destacados nombres de la edición de 1985 (y de las siguientes). La banda brasileña Paralamas do Sucesso aún se frota los ojos al recordar el fenomenal éxito que coronó su intervención entonces. Y el gran Milton Nascimento volvió a romper su regla de no tocar en festivales para hacer un dueto necrófilo por videoconferencia desde el más allá con Freddie Mercury (el concierto de Queen hace 26 años es todavía un recuerdo insuperable en la historia del certamen).
Después vendrían los grandes nombres: la reina del pop fruslería Katy Perry, Rihanna y sir Elton John. Y entretanto, el chamán, felicitándose por su buena estampa y Medina, a lo suyo, que es tener sueños bien descabellados. A saber: abrir sucursal de Rock in Rio en México en 2013; un triplete insólito para 2014 (Madrid, Lisboa e Inglaterra); y conquistar Colombia en 2015.
Babelia
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