Retablo de Maravillas
Callaron todos -dice Cervantes en El Quijote-, pendientes de la voz que anunciaba: «Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las crónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de los muchachos». Así, el retablo de maese Pedro se fue animando de muchas maravillas, nacidas de la realidad, y cuentos fruto de la fantasía. Tal aparece este retablo nuevo, titulado muy justamente Maravillas, moderno en su forma y a un tiempo tan español en su doble vertiente referida a la España actual y a la que mira la otra España judía. Una y otra se dan en él la mano, más yuxtapuestas que fundidas, a través de unos cuantos personajes que giran en torno de la pareja protagonista.Se trata de una de las muy contadas películas realmente originales realizadas hasta hoy aquí, capaz de sorprendernos desde el primer instante, cuando nos asoma al mundo de ese Salomón Toledo tan lejano y a un tiempo tan cercano como sus hermanos, con sus ceremonias y sus ritos, con su rechazo al viejo fotógrafo de buena sociedad, eterna oveja negra familiar, y ya incapaz de retratar otra cosa que las debilidades de su propia carne, o el eterno escapar de su única hija, a medias entre las nubes y la tierra.
Maravillas
Dirección: Manuel Gutiérrez Aragón. Guión: M. Gutiérrez Aragón y Luis Megino. Fotografía: Teo Escamilla. Música: Nina Hagen y tradicional sefardí española. Intérpretes: Fernando Fernán Gómez, Cristina Marcos, Pirri Fernández, Yolanda Martínez, Francisco Merino, León Klimowsky, Quique San Francisco, Gerard Tichy. España, 1980. Cine: Pompeya.
Los dos centran este retablo de hoy, lógico y mágico; en torno de ellos se suceden aniversarios, amor, nuevos amigos, entre el cielo y las calles de un Madrid que suena a un tiempo a vivo y muerto, a eterno y perecedero, desde tejados y avenidas, más allá del valor o la virtud, tal como quiere el narrador, acercándonos a los hechos sin llegar a convertirlos en una realidad demasiado concreta.
Pues si los hombres suelen hallarse divididos en dos mitades complementarias y parejas, entre cabeza y corazón, esta historia también lo está, con su rebaño humilde de delincuentes honrados, tal como debió ser y como es hoy la eterna picaresca, con ese viejo hidalgo fotógrafo postrer representante de un mundo ya sólo sombras de su estudio, en ese Salomón Toledo amigo protector en el que el más allá se perpetúa, y, sobre todo, en el conjunto total de este retablo universal y español donde se confunden, como en el primitivo, crónicas extranjeras y romances que andan en boca de los muchachos que los viven, traído ante nosotros por el cine, moderno trujamán, para ofrecernos y salvar, en parte, el verdadero sentido de nuestra vida y poesía.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.