Quins 'pebrots', al Palau!
Algunos de los protagonistas de los 'fets del Palau' recordaron ayer su aniversario número 50
"Tenía uno en cada brazo y otro detrás, pero como eran de la secreta, había inteligencia pero no cuerpo y me deshice de ellos con cierta facilidad; luego, como los que se llevaban a mi hermano lo tenían cogido por los brazos, estaban con la cara descubierta, y así pillé a uno y cayó desplomado, blanco como la cera... La desesperación general fue cuando un policía esgrimió una pistola, pero mosén Dalmau le agarró la mano y tiró de su brazo hacia arriba y luego ya más gente hizo una especie de piña como si de castellers se tratara. Está aquí y creo que merece un aplauso". Y el Palau de la Música, unas 1.700 personas donde imperaba la americana y los cabellos blancos, aplaudió obediente ayer a mosén Dalmau, que como se lo había pedido el empresario y activista cultural Josep Espar Ticó, estaba rememorando desde el escenario el alboroto que se originó el 19 de mayo de 1960 cuando durante el concierto "sinfónico-coral de homenaje a Joan Maragall en el centenario de su nacimiento", parte del público, ante la presencia de ministros de Franco, se puso a entonar El cant de la senyera, prohibida y excluida del programa días antes por el gobernador civil, Acedo Colunga.
Fueron los famosos Fets del Palau, que comportaron hace medio siglo, entre las 20 detenciones posteriores, la de, según la ficha policial, José Pujol, "sin filiación conocida" (mejor eso que los tampones de "filo-separatista", "furibundo catalanista", "ultracatalanista", "desafecto", "catalano-progresista", "catalano-separatista" o "antiespañol", que les cayeron a los otros detenidos). "Usted no es un profesional", parece ser que le dijo la policía al joven Pujol, instigador de los hechos, como el propio ex presidente de la Generalitat recordaba ayer en el acto conmemorativo desde el lugar del crimen.
En realidad, Pujol no estaba esa noche en el Palau. "Me había de reservar", justificó ayer, si bien luego tampoco se ocultó argumentando que "debía estar con los detenidos". Sí, mejor. Estaba ya detrás de un panfleto, Us presentem el general Franco (letra suya, mecanografía de una tal Marta Ferrusola), que se habían lanzado durante la estancia de tres semanas en Barcelona del Generalísimo, la llamada Operación Cataluña, para lavar la imagen del régimen tras el triste episodio del caso Galinsoga (director de La Vanguardia que, tras oír misa en catalán, escribió un artículo en que tachó a los catalanes de "mierda"). Un consejo de ministros, la cesión del castillo de Montjuïc, el Código Civil catalán y la primera Carta Municipal fueron los bombones con los que el franquismo se paseó por la ciudad condal.
Un documental de casi 20 minutos contextualizó ayer el momento histórico, en el marco del acto organizado por el Orfeó Català. "Habíamos contactado con tres grandes catalanistas, el Abat Escarré, Jaume Vicens Vives y Salvador Espriu, y ahora ya se puede decir: habían tirado la toalla, creían que ya no había nada que hacer con el catalanismo y cuando vieron todos esos jóvenes volvieron a jugar la baza", rememoró Espar Ticó. "Este sí que ha trabajado por Cataluña desinteresadamente y no poniéndose nada en el bolsillo", comentaba en voz baja una de las provectas asistentes, en referencia al caso Millet, justo el día en que la prensa recogía el enésimo y quizá más escandaloso episodio: los dineros que el Palau de la Música destinó a la Fundación Trías Fargas (ligada a Convergència Democràtica de Catalunya) por la vía de la empresa Ferrovial, constructora de la línea 9 del metro y de la Ciudad de la Justicia, las dos últimas grandes obras encargadas por el gobierno de Pujol.
Gritos, carreras, sálvense quien pueda y detenciones. "Estaba en el gallinero y me escapé de milagro", comentaba entre las filas de asistentes ayer al acto, Josep Gassiot, movilizado por células universitarias cercanas a Crist Catalunya -"bueno, era CC y lo llamábamos de todo: Comunitat Catalana, Cantarem Català... Tiramos pocas octavillas, creo recordar; a mi me pillaron días después, cuando la cosa de las torturas ya se había calmado porque ya tenían toda la información". Espar Ticó, tras "acaramelarse" con Guiomar Amell (presente también, aplausos, también) pudo huir y se refugió en Montserrat ("Me recibió el abad Escarré y me dijo: 'Dicen que habéis pegado a los policías: eso no se hace'", evocó el interfecto); Pujol cayó a los tres días, un poco buscado. Torturas. Consejo de guerra: siete años de cárcel; tres para el impresor, Francesc Pizón (que perdió la imprenta y fue alejado a Tarragona). "No, no era el panfleto contra Franco lo que se tiró en el Palau sino la letra de El cant de la senyera, del que la verdad la gente joven sólo sabía la primera estrofa", admitió Espar Ticó. En cualquier caso, Els Fets del Palau "se cargó la Operación Cataluña, había que tener, y perdonen, unos buenos pebrots en los años 60 para hacer una cosa así porque ya se sabía que la policía se olía algo y esto estaba lleno de ellos; después Ferrusola animó a Pujol diciéndole: 'Estoy contigo, tira" (más aplausos), concluyó el historiador Josep Maria Solé y Sabaté.
"Fue un acto que iba más allá de nuestro miedo, como pedía Espriu en uno de sus versos", rememoraba ayer Pujol. "Nos jugábamos la dignidad, la autoestima, se trataba de salvar el honor de nuestro país y que nadie esboce una sonrisa de conejo", esgrimió el expresidente de la Generalitat, para quien la consigna del momento era "orgullo", "respeto", "honor". El cant d ela senyera, que fue el que provocó el altercado, fue interpretado por los coros del Orfeó Català. "Hace tiempo que no oía tantas veces la palabra honor en este recinto", comentaba a la salida un canoso señor trajeado. El honor del que hablaba Pujol es uno que cumplía ayer 50 años.
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