Patético Richard Gere

Muy vagamente inspirada en la vertiente francesa del mito artúrico, más en Chrétien de Troyes que en Geoffrey de Montmouth o en Thomas Malory, con lo que el protagonista se desplaza del engañado Arturo al amante Lanzarote, El primer caballero se propone recrear una historia que nada tiene que ver con la saga original, como no sea el nombre de los protagonistas del triángulo principal, Lanzarote, Arturo y Ginebra. Pero el filme tiene otros problemas que pueden importar más al espectador poco interesado en la Historia. Uno, y el más grave, es la elección de Richard Gere para encarnar a Lanzarote, el puro caballero que pecó contra su rey, a mayor gloria del cual está hecho el filme: 950 millones de pesetas, su salario, pesan lo suyo en el contenido final.Con su soberbia del chico guapo -no tan chico: los 45 años comienzan a notársele- sus andares de gigoló, como los que lucía en el remake americano de Al final de la escapada, Gere parece cualquier cosa menos un caballero medieval. Sus gestas, como la de sortear las trampas del engendro mecánico para obtener el beso de la reina, parecen salidas de un programa de televisión de los de reír a costa de los tortazos que se pegan los participantes. Le ayuda poco el escaso rigor del vestuario, que parece salidito de la fábrica; pero lo que verdaderamente le arruina la vida, y es ése el segundo problema grave del filme, es que frente a él tiene a dos actores, lo que termina por resultar funesto para sus aspiraciones divísticas.

Era previsible que en un duelo interpretativo contra Connery nuestro improbable caballero tuviese poco que hacer. Pero es que frente a Julia Ormond, una actriz extraordinaria que trabaja hasta el fondo papeles tan endebles como el que aquí le toca en suerte, Gere hace agua por todos lados, hasta el punto de resultar patéticas las muecas y caídas de ojo que son su único recurso frente al talento de su partenaire. Por si esto no fuese suficiente, la película arrastra el peso de la incompetencia de Jerry Zucker para hacer convincentes algunas de las cimas de acción de la trama, como los dos rescates de Ginebra por Lanzarote, risibles, o la secuencia del juicio de los amantes, masacrada por un guión que, a lo que parece, tenía prisa por terminar la función. Dicho de otra forma, que se podía haber ahorrado 950 millones; o mejor, se podía haber ahorrado la película entera.