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Fervor barroco para el tercer milenio

El espíritu del 'seicento' inspira al arte contemporáneo más teatral y transgresor - Una muestra en Nápoles enlaza la obra de Jeff Koons o Cattelan con el siglo XVII

La extravagancia, el sensacionalismo, la opulencia y la originalidad que dieron identidad y poderío al imaginario visual del barroco regresan puestas al día para el tercer milenio en el arte contemporáneo más rabioso. Reinterpreta y actualiza los temas y la iconografía de la cultura del seicento. "Obras violentas, sensuales y francas, que subvierten cualquier categoría y exceden cualquier definición", explican los comisarios Eduardo Cicelyn y Mario Codognato. Han seleccionado 28 artistas, grandes nombres del star system del arte actual, y algunas de las obras más mediáticas y controvertidas de los últimos años para una sorprendente muestra. Titulada Barock: Arte, ciencia, fe y tecnología en la edad contemporánea, se celebra en el Museo d'Arte Contemporanea Donna Regina (MADRE), en Nápoles, cómo no, cuna del barroco.

Son obras francas, violentas y sensuales que exceden cualquier definición
El recorrido comienza con el célebre tiburón de Damien Hirst

El estilo, protagonista el otoño expositivo en media Europa, recibe aquí una atención novedosa. Y vuelve a probar que el barroco interesa. Una de las muestras de la temporada en Londres es Lo sagrado hecho real, que ha conquistado a las audiencias con sus dramáticas tallas de arte sacro español del siglo XVII. Acaso sea porque, como se comprueba en la cita de la National Gallery, comisariada por Xabier Bray, un insospechado puente artístico conecta la escultura barroca y el hiperrealismo más rompedor. O quizá, según explican los expertos de la cita napolitana, porque pareciera como "si el arte -tanto en el siglo XVII como ahora- tuviera que ser cada vez más osado para reinventar un mundo en el que los avances científicos y tecnológicos ponen en duda todas las certezas y el fervor religioso lleva al fundamentalismo y la masacre".

Las decisiones que la pareja ha tomado para la exhibición Barock se antojan idóneas. Una de las etapas obligadas del grand tour, el viaje iniciático por el sur de Europa de los aristócratas, era la Cartuja de San Martino en Nápoles. El enclave, símbolo del triunfo del barroco, era célebre por su cementerio decorado con las reproducciones de las calaveras de los monjes, elemento característico de los gustos fastuosos, decadentes, experimentales y morbosos de aquella época. Más de tres siglos después la joven italiana Giulia Piscitelli, en una acción relámpago -sin permisos ni sofisticados aparatos- las ha fotografiado para la exposición tocadas con cascos de obrero de la construcción.

Empezando por el tiburón tigre más caro de la historia, que Damien Hirst sumergió en formaldehído para convertirlo en obra de arte, el recorrido tiende un puente entre el siglo XVII y la actualidad, marcado por las pelucas de Sislej Xhafa, el fantasma de la religión de Shirin Neshat, y los ralladores gigantes que Mona Hatoum convierte en inquietantes camas, instrumentos de tortura y placer a la vez.

El encanto perverso y barroco de la provocación se plasma en la hiperrealista mujer crucificada de Maurizio Cattelan, célebre por su polémica escultura del papa Juan Pablo II derribado por un meteorito, que estos días adquiere tintes premonitorios.

El juego entre realidad y ficción, la sublimación de la decadencia y la muerte y las contradicciones del progreso, análogas a las que caracterizaron la edad barroca, se materializan en la serie Los desastres de la guerra de Goya reinterpretados por Jake & Dinos Chapman, las ambigüedades visuales de Anish Kapoor, el delfín lastrado por los símbolos del bienestar de Jeff Koons, la irónica Union Jack en clave gay de Gilbert & George y los lightboxes de Jeff Wall, donde tres hombres transportan un motor como si se tratara del Cristo del Descendimiento de la cruz de Caravaggio.

Como símbolo de estos tiempos inquietos y faltos de certidumbres, están los rostros retratados en las 72 fotografías sumergidas en el agua de la instalación de Antonio Biasucci, un monumento a los esclavos del siglo XXI, víctimas de la mar y de un sistema socioeconómico que sitúa los derechos humanos por debajo de los intereses que rigen tanto las modernas democracias capitalistas, como los Estados nacionales en el siglo XVII.

La muestra coincide muy apropiadamente con la gran manifestación Retorno al Barroco. De Caravaggio a Vanvitelli, compendio de las obras maestras de este periodo, que se celebra en los seis principales museos de la ciudad. El proyecto reúne más de 500 piezas procedentes de colecciones públicas y privadas italianas y extranjeras, empezando por las sombrías pinturas de Caravaggio, cuya llegada a Nápoles (dónde, si no) en 1606 marcó el inicio de la época barroca. Aquello fijó el comienzo de un viaje que estos días se cierra en un sorprendente círculo artístico.

Mujer crucificada de Maurizio Cattelan.
Mujer crucificada de Maurizio Cattelan.

Paseos por el estilo del exceso

- 'The sacred made real' (Lo sagrado hecho real). Es la exposición estrella de la temporada. Pintura y escultura del barroco español. Hasta el 24 de enero en la National Gallery de Londres.

- 'Juan Bautista Maíno' (1581-1649). Hasta el 17 de enero en el Museo del Prado.

- 'El joven Murillo'. El Museo de Bellas Artes de Bilbao rescata hasta el 17 de enero la obra temprana del pintor.

- 'España sagrada. Arte y creencia en el mundo hispánico'. En el Museo de de Arte de Indianápolis hasta el 3 de enero.

- 'Retorno al Barroco. De Caravaggio a Vanvitelli'. En los seis principales museos de Nápoles hasta el 11 abril.

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