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Duelo de virtuosos en Montreux

Lang Lang y Herbie Hancock eligen el festival suizo para el estreno de su insólito proyecto para dos pianos, donde se cruzan la música clásica y el jazz

Dos estrellas planetarias en el cruce de caminos entre el jazz y la música clásica. Cuatro mil personas unidas en una estruendosa ovación bajo el techo del inmenso Auditorio Stravinski, en una de esas noches especiales a las que el Festival de Jazz de Montreux tiene ya habituado al respetable: nada menos que el estreno mundial del proyecto que une por vez primera a los pianistas Herbie Hancock y Lang Lang.

La ovación puso colofón a un proceso iniciado en 2008, cuando Claude Nobs, director y fundador del festival, fue testigo de una inusual improvisación entre ambos mitos del piano en la ceremonia del 50º aniversario de los premios Grammy. Entusiasmado, el promotor suizo les aseguró su apoyo si alguna vez se animaban a realizar un proyecto conjunto. El resultado vio la luz el domingo con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica de Lyon, dirigida por John Axelrod. El pianista chino definió la experiencia de tocar juntos como "un sueño hecho realidad", mientras que el maestro del piano-jazz la calificó de "pesadilla". Un Hancock divertido afirmó "no tener ninguna gana" de estar en el mismo escenario que un superdotado como Lang Lang. Ahora inician una gira mundial que en los próximos meses hará paradas en Estados Unidos, Alemania, Italia, Reino Unido, Holanda y Canadá. ¿Y España? Lang Lang se extrañó de que no hubiera fechas ibéricas en la agenda. "¿Qué pasa?", preguntó el artista chino, "¿en Barcelona no nos quieren? ¿Ni en Madrid?". Hancock remató: "Y por lo visto, ¡tampoco en Valencia!". Más risas y encantados de conocerse antes de aclarar que no tienen prisa por publicar el proyecto en CD: "No está en nuestras prioridades", zanjó Hancock con prisas.

Una gira les llevará a EE UU, Alemania, Italia, Reino Unido, Holanda y Canadá

Por su parte, el director John Axelrod se ocupó de curarse en salud afirmando que "el proyecto no trata sobre la pureza o la perfección ni busca establecer pautas sobre cómo debe sonar la música clásica". Una aclaración sensata, habida cuenta de los numerosos experimentos fallidos en la historia del classic meets jazz.

La expectación ante la improbable reunión se palpaba en una sala llena de patrocinadores, ejecutivos de la industria relojera y banqueros suizos. Y no era para menos: algunas entradas superaban los 200 euros. Una noche de las grandes, en suma: de esas que enorgullecen al histórico festival y justifican su fama mundial.

Y por si a alguien le quedaban dudas sobre la trascendencia del evento, la noche tuvo una guinda de postín con la presencia del mismísimo Quincy Jones, reconvertido en maestro de ceremonias. Abrió el fuego la orquesta francesa con un aperitivo mozartiano antes de dar paso al Concierto para dos pianos del inglés Vaughan Williams. Tras la orquesta, llegó la hora de Lang Lang en solitario, que desgranó el Liebestraum, de Liszt, y un más que olvidable tango chino de dudoso gusto. Después llegó uno de los momentos fuertes de la noche: Ma mère l'oïe, de Ravel, tocada a cuatro manos por los dos divos de la tecla.

Tras el entreacto, Hancock sentó cátedra de sencillez desgranando una versión deconstruida y casi minimalista de su clásico Dolphin dance antes de dar paso al plato fuerte de la noche: la Rhapsody in blue, de George Gershwin, en un curioso arreglo para dos pianos. Una versión de sonoridades inhabituales para una de las piezas más remanidas del repertorio.

Al reflexionar sobre la estruendosa ovación final, algunos observadores y especialistas presentes se preguntaron si lo que se aplaudía en Montreux era un éxito artístico o simplemente un acto de márketing de lo más resultón. "Nadie pone en duda que tocan bien, pero desde un punto de vista emocional me han dejado fría", resumió muy acertadamente una espectadora tras el concierto.

Los músicos Herbie Hancock y Lang Lang.
Los músicos Herbie Hancock y Lang Lang.AFP

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