Diversión y magia en La Croisette
'Up', filme animado en 3-D, abre el certamen con el aroma de las ocasiones únicas
Las estadísticas aseguran que la mayoría de los votantes de ese partido tan aterrador llamado Frente Nacional, que tiene tan clara la identidad de los auténticos franceses, está concentrada en Niza, en esta Costa Azul tan internacionalista y aparentemente civilizada. A pesar de esos escalofriantes datos, yo siempre me había preguntado después de visitar Cannes todos los años desde mediados de los ochenta por la personalidad de la extendida parroquia que dirige Le Pen, ya que nunca había presenciado numeritos xenófobos ni mítines nazis en la supuesta cueva del dragón.
El martes, haciendo el trayecto en taxi desde el aeropuerto de Niza a Cannes, ya he podido constatar la inequívoca ideología, dialéctica y gestualidad de esos patriotas empeñados en salvar a Francia del virus que han traído la inmigración y el rojerío. Ese taxista anfetamínico, maloliente y de poderosa envergadura física me cuenta que el barrio que atravesamos está tomado por los "musulmanes de mierda", por los mayores culpables de la catástrofe que vive Francia. Poco después se baja del taxi y acorrala a dos señoras que le han reprochado una maniobra brutal, las llama "putas viejas", les asegura que no hay una mujer en el mundo que le levante a él reprobatoriamente el dedo sin que lo pague con sangre. Poco después insulta a otro conductor que está intentando aparcar y le recuerda con histeria a ese hombre que es un espacio reservado para los inválidos. Cuando éste le enseña su carné de inválido, el desaforado nazi contesta que entre los gilipollas también se encuentran los inválidos. A todo esto, yo mudo, alucinado, paralizado, maldiciendo el momento en el que pillé ese taxi, sin posibilidad de abandonarlo porque no se divisa ningún otro, me acompañan las maletas, tengo mucha prisa y sé que esta bestia en posesión de ideología me va a abrir la cabeza si comenzamos una bronca. El honesto defensor de las esencias nacionales también se lo monta de ladrón al cobrar el recorrido, pero me da igual. Sólo quiero perderle de vista. Ya he tenido el disgusto de ver y oír en directo a un modelo genuino del Frente Nacional. Tan macho, tan racista, tan violento, tan apocalíptico. Qué miedo, qué grima.
Cuando más va el personal a las salas es en épocas duras tras la ensoñación
Por primera vez, la solemne muestra se inaugura con cine de animación
Todo fluye, tiene ritmo y alma en este delicioso filme de dibujos
La película confirma la creatividad de Pixar; es una obra de arte
Intento olvidarme de experiencia tan lamentable dando un paseo por La Croisette, pero nada en calle tan mitológica hace presagiar que al día siguiente comienza la ancestral y esplendorosa fiesta de Cannes. No hay problema para coger mesa en un restaurante excelente y semivacío que en estas fechas siempre estaba abarrotado. Ocurre lo mismo en las terrazas. El legendario glamour de La Croisette a las doce de la noche ha desaparecido. No hay ni Dios en la calle, a excepción de unas cuantas putas caras con síntomas de que la noche está perdida, de que también están amenazadas por el paro. La crisis económica también existe en esta máquina de hacer dinero que suponía el festival de Cannes.
Aseguran que cuando más va el personal al cine es en épocas duras, buscando por poco dinero un poco de calor y de ensoñación que haga olvidar momentáneamente lo crudo que está el mundo real. Es probable que los organizadores del festival sean conscientes de ello, ya que por primera vez en su historia han elegido cine de animación para inaugurar su solemne criatura. Y la ovación de los espectadores al final de la maravillosa Up confirma el generalizado agradecimiento por comenzar la fiesta con una película tan digerible, optimista, graciosa y tierna, un antídoto notable contra la previsible intensidad emocional y espesura artística que nos bombardeará a lo largo de 12 días.
Up, que igualmente sería fantástica de ver y de oír en una proyección normal, añade el aliciente de estar rodada en tres dimensiones. Yo, al menos, me siento con la ilusión de un niño cuando me coloco las aparatosas gafas que te permiten degustar la espectacularidad y la magia de una forma insólita de observar el cine. La dirige Pete Docter, pero esa autoría no es el principal cebo. Lo que te hace presagiar algo inmejorable es que la ha parido la factoría Pixar, que en los títulos de crédito aparece el legendario nombre de John Lasseter, el hombre que ha hecho posible joyas del cine de animación como los dos Toy Story, Buscando a Nemo, Cars, Monstruos S.A., Ratatouille y Wall-E. O sea, películas tan imaginativas y abarrotadas de talento que han logrado enamorar incluso al público que siempre había sentido indiferencia o manía hacia el género de los dibujos animados.
Up trata de niños que soñaban con irse a descubrir un mundo perdido, con vivir permanentemente en la aventura y en el riesgo y que crecieron, se casaron y se hicieron viejos teniendo que renunciar a su deseo, limitándose a sobrevivir en la nada fantástica realidad. Pero ese anciano que se ha quedado desconsoladamente viudo y solo tendrá la oportunidad en compañía de un crío parlanchín y desamparado de poner en práctica el viaje que alimentó su niñez, de enfrentarse con insospechada energía a los peligros que impone la entrada al paraíso.
Todo fluye, tiene ritmo y alma en esta deliciosa película. Te admira el virtuosismo técnico con el que está realizada, su fuerza visual, su perfeccionismo, pero ese lenguaje no está al servicio de una historia trivial o destinada exclusivamente a los espectadores infantiles, sino que puede ser paladeada por los adultos. Lo que cuenta es poético, posee el aroma de los mejores relatos, te hace reír, te fascina, te envuelve. Pixar supone actualmente para el cine de animación, para el cine a secas, lo que la productora HBO para las series de televisión. Es una marca de fábrica que huye de lo convencional y que implica obligatoria calidad. Lleva mucho tiempo en estado de gracia. Up confirma esa inagotable creatividad. Es una obra de arte.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.