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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Cultura y vacas flacas

Manuel Rodríguez Rivero

Una de las cosas que llaman la atención si se viaja por Estados Unidos es que son muy pocas las poblaciones que no cuentan con edificios y espacios de uso público (escuelas, hospitales, auditorios, parques...) construidos durante el periodo de actividad de la Works Progress Administration (1935-1943). Instituida como agencia federal dentro de los programas del new deal, y financiada con fondos aprobados por el Congreso, la WPA actúo como un fundamental dinamizador de la economía y de la vida comunitaria durante el largo periodo posterior a la Gran Depresión, empleando a millones de trabajadores en paro, proporcionando alimentos, ropa y alojamiento a una población expulsada del mercado de trabajo, e impulsando proyectos que incluían desde obras públicas hasta actividades culturales en el sentido más amplio de la expresión: desde ambiciosos programas de alfabetización hasta la creación de guiones para la radio pública o la redacción de (magníficas) guías turísticas y patrimoniales.

En Estados Unidos ya empiezan a alzarse voces, como la del músico Quincy Jones, que reclaman la creación de un 'secretary of Arts'

He recordado la WPA estos días, cuando la prensa norteamericana se hace eco de la avalancha de peticiones de ayuda o atención que el entronizado presidente está recibiendo -como si hubiera llegado a la Casa Blanca un mesías laico en el que se hubieran depositado esperanzas desmesuradas- desde todos aquellos sectores en los que se hace sentir con más crudeza una crisis que el propio Obama considera de larga duración y problemática salida. Y no sólo desde los ámbitos que constituyen, digamos, el núcleo duro de la actividad económica (industriales, financieros...), sino también desde sectores menos significativos desde el punto de vista de riqueza y empleo, como es el de la cultura.

Cuando a Roosevelt se le preguntó por qué había dado vía libre a los diferentes programas "artísticos" incluidos en la WAP, como The writer's project -que proporcionó trabajo a varios miles de escritores, guionistas, traductores, editores o investigadores desempleados- respondió: "¿Por qué no? También son seres humanos. Tienen que vivir". Por supuesto que esos programas, en los que sin duda se produjeron abusos, recibieron la crítica más feroz desde sectores ultraconservadores que consideraban como dogmas inamovibles que el mercado es el más certero regulador de talentos, que los proyectos subvencionados eran mera "sopa boba" que sólo servía para comprar adhesiones políticas y que, en definitiva, quien vale (es decir quien triunfa), vale, y quien no, que cambie de profesión.

Ahora, las circunstancias, si se confirmaran las opiniones más abisales, podrían llevar camino de parecerse a aquellas. Y resulta curioso, por ejemplo, que en un país tan escasamente reglamentista como EE UU ya se empiecen a alzar voces que, como la del músico y empresario Quincy Jones, reclaman (con importante apoyo de firmas on-line) la creación de un secretary of Arts en "la línea de los ministerios de cultura de muchos países europeos". De manera que más vale que, allí y aquí, estemos preparados para tiempos duros, incluyendo los que ya empiezan a manifestarse en los subsectores de la cultura y los medios, cuyos trabajadores, como certificaba Roosevelt, también "tienen que vivir". Cuando hablamos de cultura en contextos económicos la gente suele pensar no en los que lo pasan mal y están perdiendo sus empleos o encargos en editoriales, periódicos, escenarios, platós, o empresas, sino en quienes, como Penélope Cruz, Pedro Almodóvar o Arturo Pérez Reverte, por citar ejemplos conspicuos, han logrado que su trabajo se vea recompensado a la vez por el aplauso del publico y por la correspondiente, y sustanciosa, remuneración económica. Pero todos sabemos que no son sólo ellos -y sus pares- los que construyen la cultura de un país (un sector que, dicho sea de paso, supone en España alrededor del 3% del PIB, datos de 2007). Ni los que, si vienen mal dadas, pueden acusar la ausencia de programas que les permitan seguir trabajando con dignidad. Como a todos.

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