Tal como éramos

Círculo de amigos es una pulcra, aseada comedia con toques dramáticos, el regreso a su Irlanda natal del realizador Pat O'Connor tras un periplo estadounidense que dio como frutos más reseñables un par de correctas películas, Un señorito en Nueva York y El asesino del calendario. Narra, a partir de una novela autobiográfica de Maeve Binchy, la historia de Benny, una chica acomplejada por su exceso de peso y considerablemente afectada por una educación rígidamente católica. Pero en realidad, sirve para hablar de seis personajes que se interrelacionaron entre sí, sobre todo tres chicas, Benny entre ellas, y sus pretendientes.Aunque está ambientada en el arco temporal que va de 1949 a 1957, lo cierto es que la intención de la película no es tanto el trazar un retrato de época -que también asoma, como es lógico- cuanto el dar cuenta de una educación sentimental seriamente dañada por el catolicismo y sus tabúes sexuales y sociales, lo cual la convierte en rigurosamente contemporánea y especialmente apropiada para estos tiempos de neoconservadurismo que corren. O, dicho de otra forma, que el filme aborda uno de los temas estelares del último cine anglosajón -del cine desde hace décadas, en realidad-, los rituales del paso de la adolescencia, los temores, los deseos, el descubrimiento del amor y sus tempestades, poniendo el acento en los peligros que una educación retrógrada y represiva hacen correr a unos adolescentes considerablemente incautos.

Sin sorpresas

Aunque el aire general del Filme es correcto, muy bueno incluso en alguno de sus apartados , lo cierto es que su materia narrativa es escasa y, más allá de la crítica ya apuntada a la sociedad hipercatólica de la Irlanda de posguerra, se demuestra considerablemente discreto: se diría más que nada un compendio de situaciones conocidas, bien llevado por O'Connor, pero prudentemente alejado de toda sorpresa.Es una lástima que haga gala de tal falta de ambición, toda vez que, de forma aislada, todos sus elementos funcionan convenientemente, y en especial el trabajo actoral.

Centrado como está el relato en una primera persona, Benny, que, en la lógica de la novela de partida, puntúa ocasionalmente el filme con una voz en off, a ella le cabe el mayor peso del asunto. Es el suyo un trabajo matizado, que da como resultado un personaje mucho más interesante que el resto; una mujer que tal vez esté delineada más con los trazos de una, heroína contemporánea que con los fundamentos de la época, aunque eso no importe mayormente. Driver hace que el filme se vea sin grandes emociones, pero con respeto.