La mejor Navidad posible
Cuando los estudios Aardman, último gran bastión de la artesanal animación en plastilina, estrenaron Ratónpolis (2006), hubo quien pensó que la compañía se había rendido a la evidencia de que el futuro del medio iba a ser digital o no sería. Ratónpolis hacía gala de un sofisticado humor británico y revelaba un cuidado casi obsesivo en su diseño, pero era el testimonio de lo mucho que se había perdido -la belleza de la imperfección, la huella dactilar del animador sobre su creación- en aras de la obsesión por una rentabilidad inmediata sustentada en el desprecio por todo romanticismo artesanal.
En Arthur Christmas, primer resultado de la asociación entre Aardman y Sony Pictures, Santa Claus tiene dos hijos de contrastados temperamentos: uno dirige la empresa del padre con una eficacia corporativa que no atiende al detalle; el otro (Arthur) vive una peligrosa aventura para que ni una sola niña se quede sin su juguete. La película de Sarah Smith -hasta ahora directora y productora de brillantes momentos de la telecomedia británica, como The Armando Iannucci Shows (2001)- supone el regreso de la Aardman a la gran pantalla y confirma que la animación digital no será el único destino de la compañía. Frenético cuento de Navidad capturado con los tonos cálidos de una ilustración aerografiada de cuento infantil, despliega su sofisticado sentido del humor con tal generosidad y placer por el detalle que desafía la capacidad de asimilación del espectador más entrenado. Una película familiar que no se agota en una sola visión, esa rareza más allá de Pixar. No tiene tacha ni en ritmo, diseño, ni forma, pero si hubiese que destacar algún elemento sería el personaje del abuelo, demostración de que las criaturas animadas no solo pueden tener alma, sino también un humor muy esquinado.
ARTHUR CHRISTMAS
Dirección: Sarah Smith. Género: Animación. Gran Bretaña-Estados Unidos, 2011. Duración: 97 minutos.
Babelia
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