La familia, mal, gracias
Y, una semana más, otra película sobre el lado más oscuro de la familia. O quizá no. Porque Todos están bien, primera película estadounidense del británico Kirk Jones, apunta al centro de flotación de la institución, para acabar escondiendo la mano. Y esa indefinición ética (o cobardía, según se mire) es la que acaba rebajando un tanto la calidad de una película que, de todos modos, contiene excelentes aportaciones.
En un tono de road movie independiente que recuerda sobremanera a A propósito de Schmidt (Alexander Payne, 2002), tanto en el ritmo como en la edad y el carácter solitario del protagonista, la película escrita y dirigida por Jones acude una vez más al mito de la sempiterna Cuentos de Tokio, plasmado por Yasujiro Ozu hace 56 años, engranaje fundacional de la oda al pesimismo filial y al abismo generacional que aún pesa como tótem dramático en cuestión de viajes al fondo de la pesadilla familiar.
TODOS ESTÁN BIEN
Dirección: Kirk Jones.
Intérpretes: Robert De Niro, Kate Beckinsale, Drew Barrymore, Sam Rockwell, Lucian Maisel.
Género: drama. EE UU, 2009.
Duración: 99 minutos.
En Todos están bien, un padre viudo ve cómo sus hijos le dejan colgado un fin de semana previsto como de reunión frente al hogar, y decide dar una sorpresa encadenada a su prole, repartida por medio país, en forma de visita inesperada. Jones idea un gran recurso de guión (que el padre, ya jubilado, hubiera trabajado toda su vida fabricando el material del que están forrados los cables del teléfono) para establecer un concierto de diálogos en off con las llamadas entre los hijos, lo que acaba conformando un dibujo clásico de trayecto físico y mental del héroe (o, más bien, antihéroe).
La presión de ciertos padres para que sus descendientes consigan lo que ellos no pudieron alcanzar, el muy extendido maternalismo en cuestión de secretos y preocupaciones, y una cierta visión del reverso tenebroso del sueño americano (ejemplificado en ese plano fijo del hospital, la lluvia, y la bandera de las barras y estrellas) van construyendo una obra notable que sólo se ve empequeñecida por la poca claridad con la que se describe el abandono de unos hijos demasiado ocupados, sobre todo porque Jones les ofrece una excusa que deja a medio camino la visión moral de su obra.
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