Una cursilería 'al dente'
Basta con que uno recupere la fe en el cine italiano a través del relevo generacional que encarnan Paolo Sorrentino, Matteo Garrone y Luca Guadagnino, del otoñal salto a la dirección de un maestro de la comedia humanista como Gianni di Gregorio o de la integridad ética, ideológica y artística que sigue garantizando la mirada de Nanni Moretti para que un leve contacto con la realidad te eche por encima un jarro de agua fría y demuestre que, probablemente, esos destellos no son más que puntuales alteraciones (de talento) en un páramo moral dominado por la estética de fotonovela, la melaza expresiva y una sentimentalidad post-festival de San Remo. Quizá sea injusto colocar a esta opera prima al lado de fenómenos tan preocupantes -y, lo peor, ya exportados/implantados en calidad de ultracuerpo berlusconiano- como el boom Federico Moccia, pero El verano de Martino, de Massimo Natale, adaptación de la novela Liglio 1980 de Giorgio Fabbri, no le va a la zaga en cuestiones de impúdico manejo de la cursilería y del golpe bajo para el efecto melodramático.
EL VERANO DE MARTINO
Dirección: Massimo Natale. Intérpretes: Luigi Ciardo, Treat Williams, Matilde Maggio, Matteo Pianezzi, Simone Borrelli.
Género: Drama. Italia, 2010. Duración: 90 minutos.
La película de Natale adopta la equívoca (es una falsa pista) forma de nostálgica remembranza del verano del primer amor contrariado, el primer beso y el primer revolcón. Martino es un joven adolescente que encontrará a un padre sustitutivo en la figura de un militar norteamericano que le iniciará en la práctica del surf. Los reproches y acusaciones por la tragedia de Ustica -el misterioso accidente del DC9 de Itavia que se saldó con 81 víctimas mortales- planea sobre un relato de iniciación que parece haberse planteado el desafío de no dejar tópico a salvo. La artillería pesada queda reservada para el desenlace y convierte "El verano de Martino" en digna competidora de "Recuérdame" (2011) en el reciclaje melodramático de la memoria del terrorismo.
Babelia
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