Violencia de 'rave-party'
Como sus compatriotas Danny Boyle y Michael Winterbottom, Joe Wright parece ajustarse a la perfección a los inestables perfiles de lo que, por buscar algún término más o menos elocuente, podríamos denominar la nueva autoría líquida: cineastas que no se corresponden con la figura del artesano-para-todo, pero que se resisten a definir su autoría en términos monolíticos. Creadores que, en definitiva, prefieren probar su identidad en la diversidad del discurso y la atomización del estilo. Hanna, su propuesta más lúdica, parece una significativa reacción al chasco que supuso la aberrante El solista (2009): un intento de modernizar las formas de expresión de la tradicional película-de-oscar que no logró obtener ni una triste candidatura.
HANNA
Dirección: Joe Wright.
Intérpretes: Saoirse Ronan, Eric Bana, Cate Blanchett, Tom Hollander, Olivia Williams.
Género: thriller. EE UU-Reino Unido, 2011. Duración: 111 minutos.
Bajo la sombra, fastidiosamente alargada, de Jason Bourne, Hanna se afirma como crepuscular cuento de hadas y encuentra su perfecto símbolo en el ruinoso parque de atracciones que acoge el clímax final. Asesina letal y, al mismo tiempo, paradigma de una inocencia fuera del mundo, la Hanna del título -a quien la casi sobrenatural Saoirse Ronan proporciona el único rostro posible- atraviesa set-pieces de acción que la banda sonora de The Chemical Brothers convierte casi en rave-parties de la violencia de videojuego. La trama no tarda en delatar que Wright no está buscando aquí otra cosa que pasárselo en grande. Por suerte, sus ganas de fiesta trascienden la pantalla, restituyendo un espíritu lúdico filobondiano, con notas de Modesty Blaise, al género que el efecto Bourne había vaciado de alegría. Tom Hollander, como asesino gay en minishorts flanqueado por una pareja de skins, y Cate Blanchett, en modo brujilda, parecen tener perfectamente claro a qué han venido.
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