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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Shyamalan a la española

Javier Ocaña

Entre los mejores cortometrajes realizados en España en el año 2000 había una historia de terror clásico con elementos de comedia negra, de impactante atmósfera e impecable puesta en escena, titulada Torre. La dirigía un joven de 27 años llamado Oskar Santos, al que no era difícil augurar un futuro profesional acomodado en la industria cinematográfica española.

Sin embargo, mientras sus mejores compañeros de generación (Rodrigo Cortés, Javier Rebollo, Félix Viscarret, Belén Macías, Ramón Salazar, Francisco J. Gutiérrez...) se fueron incorporando, antes o después, al mundo del largometraje, por razones desconocidas a Santos le ha costado una década dar el salto. Eso sí, El mal ajeno, su esperada película de debut, llega con la misma vitola que aquella Torre de hace 10 años, que se encabezaba con el crédito "Alejando Amenábar presenta".

EL MAL AJENO

Dirección: Oskar Santos.

Intérpretes: Eduardo Noriega, Belén Rueda, Angie Cepeda, Cristina Plazas, Luis Callejo.

Género: thriller. España, 2010.

Duración: 106 minutos.

El guión adolece de cierto humor costumbrista, de serie de televisión

Coproducido por Amenábar, compañero en la Facultad de Imagen y amigo personal de Santos, y escrito por Daniel Sánchez Arévalo, de la hornada cortometrajista inmediatamente posterior a Santos, El mal ajeno es un lujoso thriller de intriga con evidentes reminiscencias del M. Night Shyamalan de El protegido, que se ve con soltura y progresiva atracción, hasta que llega la hora de ir dando explicaciones a los sucesivos enigmas que contiene la trama principal. Es entonces cuando se revela que, para impactar con un desenlace no sólo inesperado sino también envolvente de todo lo que se ha contado antes, hay que tener la magia y el genio del director de El sexto sentido.

A pesar de que en algún momento el guión de Sánchez Arévalo adolece de cierto humor costumbrista, como de serie de televisión indolente, que no acaba de engarzar bien con el hechizo central de la trama, la habitual capacidad del director de Gordos para presentar tramas y personajes secundarios de interés y que éstos abriguen la trama principal se impone sobre los defectos. El clima de ese hospital donde las curaciones comienzan a adquirir características cercanas al ocultismo y ajenas a la medicina está perfectamente logrado, presidido por una luz tenue alejada del blanco realismo, tan poco cinematográfico, de este tipo de lugares. Y Eduardo Noriega, con un creíble maquillaje que le otorga 10 años de más, nunca estuvo tan solvente, atractivo y con tanto carácter como aquí.

Sin embargo, en el tercio final, tres cuestiones acaban enturbiando el, en general, buen trabajo del debutante Santos. Primero, el incomprensible cariz que toma la relación entre los personajes de Noriega y Belén Rueda, narrada tan a trompicones que parece cortada (¿en rodaje, en montaje?). Segundo, que la explicación de los enigmas carezca de la seducción y el impacto necesarios. Y tercero, que resulte tan complejo unir los cabos sueltos por culpa de la dicción y el tono equivocados de la actriz que desvela el secreto (un error compartido por Angie Cepeda y el propio director), en una secuencia que debería ser esclarecedora y sólo resulta enervante.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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