Justicia ciega
El tema no puede estar más de actualidad. En Estados Unidos y aquí. Un ciudadano ejemplar como el del título de la película ve cómo un ser querido es vilmente asesinado por uno o varios criminales y, sin embargo, la modélica conducta demostrada por él ante las leyes durante toda su vida no tiene contraprestación. Llegado el momento, las leyes, o quizá la aplicación de estas por parte de la justicia, le dejan desamparado por una sentencia que ni él ni buena parte de la sociedad alcanzan a comprender, mientras el delincuente casi se parte de risa y los responsables del fallo siguen con su carrera profesional intacta.
Un ciudadano ejemplar (su título original, Law abiding citizen, es aún más concreto sobre la temática) no es una película aislada. De un tiempo a esta parte, el cine y la televisión americanos se están haciendo eco de lo que parece una preocupación social en toda regla, pero lo está haciendo por el camino que menos polémica puede crear: por el camino de la desbocada venganza.
UN CIUDADANO EJEMPLAR
Dirección: F. Gary Gray.
Intérpretes: Gerard Butler, Jamie Foxx, Colm Meaney, Leslie Bibb, Bruce McGill, Michael Irby.
Género: thriller. EE UU, 2010. Duración: 108 minutos.
Como Jodie Foster en La extraña que hay en ti, como Michael C. Hall en Dexter, el protagonista de Un ciudadano ejemplar practica una especie de ojo por ojo que se le va de las manos. Tanto que en un último tercio lamentable, la historia parece una mezcla entre una peli de Chuck Norris y un juguetón divertimento con asesino en serie amante de la originalidad criminal. Una mirada superficial a La extraña que hay en ti podría hacerla pasar como un producto antisistema, pero bajo su capa de intento de reflexión sobre el terror cotidiano se escondía una defensa de la guerra al mal como forma de prevención. Sin embargo, al menos tenía el atrevimiento en el desenlace (alejado de la corrección política) de dejar sana y salva a la vengadora. Aquí, tras el desvarío final, ni siquiera cabe tal posibilidad. El día que alguien se decida a ofrecer un escarmiento que resulte catártico, verosímil, comprensible para el común de los mortales a pesar de su ilegalidad, provocará una verdadera controversia artística, social y política. Mientras el cine convierta a los sufridos padres de familia en sucedáneos de Van Damme, sólo estará lanzando piedras sobre su propio tejado.
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