Fórmula agotada
El chiste hace tiempo que dejó de tener gracia. Cuando se exhibió por primera vez en una pantalla, allá por el mes de mayo de 2001, en un escenario tan poco proclive a la carcajada como el Festival de Cannes, Shrek dio la oportunidad a los cronistas que allí disfrutábamos del mejor cine del mundo de cumplir uno de esos deseos malsanos que siempre se nos habían pasado por la cabeza al ver los cuentos de animación de Disney, por magníficos que estos fueran: ¿y si Pinocho no fuera más que un pesadísimo niño caprichoso? ¿Y si la princesa fuera más fea que Picio? ¿Y si los trinos de ese lindo pajarito le hicieran explotar de cursilería? En aquella refrescante proyección, se demostró que se podía dar la vuelta a la esencia de los cuentos, que se podían aderezar con guiños a la cultura popular, que el metalenguaje quizá no alcanzara al conocimiento del niño, pero sí al de su adulto acompañante.
SHREK FELICES PARA SIEMPRE
Dirección: Mike Mitchell.
Intérpretes (voces): Mike Myers, Eddie Murphy, Cameron Diaz, Antonio Banderas.
Género: animación. EE UU, 2010.
Duración: 93 minutos.
Sin embargo, la capacidad de sorpresa de Shrek agoniza tras su primera visión. Y más si, acompañando al original y a sus sucesivas entregas, cada vez más rutinarias, les sale una corte de imitadores con pretensiones de acabar con el encanto de los cuentos clásicos y que, en cambio, sólo han conseguido ensalzarlo. Por eso, la reciente Tiana y el sapo ha sido saludada por todos, hartos de desmitificaciones, como un maravilloso retorno al pasado. El chiste ha perdido su gracia, por reiteración, por falta de imaginación. En esta cuarta entrega, Shrek felices para siempre, el personaje de Fiona sufre una especie de amnesia que le invita a vivir de nuevo el enamoramiento con el ogro. Más de lo mismo. Las sempiternas risas del burro, los ojos de pena del gato con botas. Funcionó una vez. Pero no dos ni tres y mucho menos cuatro. La fórmula se agotó.
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