Batiburrillo esquizofrénico
Mientras las casas encantadas, los cementerios, las reencarnaciones, las posesiones diabólicas y las criaturas procedentes del espacio han dado suficiente material (de todas las calidades y tamaños posibles) como para casi aburrir, los manicomios aún siguen desaprovechados por el cine de terror. Y si la locura, en sí misma, ya produce respeto, el hotel donde habita la demencia es algo que, literalmente, da pánico. El desconocido William Butler juega con nuestros miedos en Madhouse pero, a pesar de que mantiene una lúgubre atmósfera y demuestra haber abierto los ojos y las orejas en su vida profesional (ha sido actor en La matanza de Texas III y Viernes 13, 7ª Parte), la gran película de psiquiátrico está todavía por llegar.
MADHOUSE
Dirección: William Butler. Intérpretes: Joshua Leonard, Jordan Ladd, Lance Henriksen. Género: terror. Estados Unidos, 2004. Duración: 91 minutos.
Como en la reciente Session 9 (Brad Anderson, 2001), Butler acude al polémico, enfermizo y poco recomendable pasado de una institución mental para así atormentar a un recién llegado (un joven doctor en prácticas) y, de paso, al espectador. Su fórmula consiste en recolectar un buen cargamento de referencias y hallazgos de otras películas que terminan formando un totum revolutum sin identidad alguna. En ese batiburrillo caben desde la niña del traje de comunión de Los otros hasta el protagonista que ve gente muerta de El sexto sentido o la locura de El resplandor; desde el efecto vibrador de la imagen de Los sin nombre hasta el desenlace sacado de... en fin, guardaremos la referencia de la conclusión para otro momento, pero simplemente digamos que es un clásico de la búsqueda demoníaca.
Como buen producto de usar y tirar (tampoco aspira a mucho más), Madhouse tiene en las trampas una de sus señas de identidad, pero al menos no estamos ante un inepto que sólo quiere producir miedo a través del asco o, simplemente, de los estallidos de música.
Babelia
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