De las porras a las flores
Manel Armengol presenta hoy 'Herbarium', con 88 fotos de plantas
De la tensión de la lucha antifranquista a la imponente serenidad de la naturaleza. Manel Armengol (Badalona, 1949) ha recorrido un largo camino desde aquel día de febrero de 1976, cuando captó las imágenes de una mítica manifestación, en la que los barceloneses pedían "Llibertat, amnistia i Estatut d'autonomia". El contraste entre la protesta pacífica de la gente y la crueldad desmedida de la represión, que bien sintetizaba los últimos estertores de un régimen agónico, apareció en toda su crudeza en las imágenes de Armengol, que dieron la vuelta al mundo desde las páginas de diarios como Paris-Match, The New York Times y Der Spiegel, convirtiéndose en un símbolo de la lucha del pueblo español y convirtiendo a su autor en uno de los grandes fotógrafos de la Transición.
El fotógrafo captó algunas de las imágenes más impactantes de la Transición española
Hoy, más de 30 años después, Armengol presenta en la Fundación Foto Colectania (Julián Romea, 6, a las 19.30 horas), un trabajo en los antípodas de las fotos de acción de sus inicios. Se trata de Herbarium (ediciones Turner, 37 euros), un libro que reúne 88 instantáneas en blanco y negro de plantas y flores, escogidas entre las 118 que tomó en un rincón agreste del Alt Empordà, a lo largo de cuatro estaciones, entre la primavera 2004 y el invierno 2005.
En el prólogo, la escritora Margaret Hooks relata las dolorosas etapas del proceso personal y profesional que ha llevado el fotógrafo hasta esta celebración de las formas más simples y a la vez más elegantes de la naturaleza. Armengol tenía 32 años, cuando en 1981 fue víctima de un tremendo accidente de coche. Al salir del hospital, donde le había ganado la batalla a la muerte, se tuvo que enfrentar a una nueva y más larga lucha para su recuperación tanto física como psíquica. Se instaló en un piso de la casa Milá, la Pedrera, justo en el centro de aquellas calles que ya nunca volvería a pisar con la urgencia del reportero, y se zambulló en un nuevo universo hecho de textos mitológicos y esotéricos y cantos gregorianos. "Vivir rodeado por las formas redondeadas de Gaudí modificó mi percepción del espacio y dio inicio a mi transformación profesional hacia una visión más sosegada de la realidad", explica Armengol, quien volvió a retomar la cámara durante sus noches insomnes para inmortalizar las siluetas fantasmagóricas de las chimeneas y claraboyas del terrado de la Pedrera, que reunió en El jardín de los guerreros, su primer trabajo después del incidente.
"Durante 10 años trabajé en color, dedicándome sobre todo a la foto de arquitectura, hasta principio de la década de 1990, cuando dirigí mi mirada hacia la naturaleza y redescubrí el blanco y negro de mis fotos de prensa", recuerda. La serie de los Elementos marca el comienzo de una nueva etapa, impregnada del simbolismo y la magia de rituales arcaicos y la poderosa sencillez de los elementos naturales: primero el fuego y después el aire y el agua y finalmente la luz, que plasma en un conjunto de imágenes de un viaje a Islandia en 2003.
"Herbarium es la consecuencia de Elementos", afirma el fotógrafo, que hace dos años expuso las imágenes que componen el libro en el Instituto Botánico de Barcelona, cuyos expertos le ayudaron a identificar las plantas retratadas. Ahora está fotografiando, rigurosamente en blanco y negro, los minerales cristalizados de la colección privada de un catedrático de cristalografía. "Las plantas son opacas, así que te centras en las formas; en cambio, con los cristales juegas con la luz y las transparencias, es un trabajo fotográfico completamente distinto", concluye.
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