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AL CIERRE
Columna
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Hotel Vela

La inauguración, el jueves, del hotel Vela en el rompeolas de la ciudad ha provocado una protesta ciudadana modesta en número (entre 200 y 300 personas asediaron el edificio, el domingo pasado), pero atinada en sus contenidos. Anuncia esta plataforma la próxima presentación de una demanda contenciosa administrativa contra el Puerto Autónomo, que forzó la Ley de Costas hasta autorizar semejante bodrio, ratificado después por la Generalitat presidida por Jordi Pujol. El Ayuntamiento consiguió rebajar la altura del mamotreto a 100 metros, de los 178 inicialmente planificados... eso sí, con resultados estéticos discutibles, pues lo que antes era una estilizada vela marina se ha convertido en una panza cervecera sin gloria. Es, desde luego, inasumible que la misma Ley de Costas que se llevó por delante los viejos chiringuitos para crear nuevos espacios públicos, por cierto de gran éxito, pueda amparar ahora esta escandalosa privatización de un territorio que en el imaginario ciudadano figura como uno de los más libres.

En general, el paisaje, tanto el urbano como el rural, merece muy poca atención en este país. El hotel se sitúa justo en el eje Rambla-Colón-Portal de la Pau, de manera que el almirante ya no señala al mar, sino a un cinco estrellas a 300 euros la habitación base. La imagen estremece. También la sede de Gas Natural irrumpe en el eje paseo de Sant Joan-Arc de Triomf-Ciutadella, sin que ello haya suscitado el más mínimo debate. ¡El lío que se montó en París con la Défense en la línea Louvre-Campos Elíseos-Arco de Triunfo!

En fin, ya que los referendos se han puesto de moda, ésta sí parecía una cuestión que dirimir en una consulta, bastante más que la borrosa independencia. Pero ahora ya no queda sino unirnos al seráfico lema "enderroc, ja!", lanzado por los manifestantes, sabiendo que es otro de los muchos brindis al sol en que se nos va yendo la vida. Aunque, consigna por consigna, tal vez sea preferible la de "veïns, una espècie en perill d'extinció", que exhibía una pancarta. A veces, la descripción escueta resulta más demoledora que la reivindicación.

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