Cataluña, ante sus primeros comicios sin Pujol
Más de cinco millones de catalanes deciden hoy entre el cambio y el continuismo nacionalista
Dos décadas largas de pujolismo tocan hoy a su fin. Cataluña afronta sus primeros comicios en 23 años sin Jordi Pujol. En este periodo, Convergència i Unió ha practicado todo tipo de contorsiones en la cuerda del poder. Pero en esta última legislatura, iniciada en 1999, Pujol bordeó la catástrofe. Los socialistas de Pasqual Maragall obtuvieron 4.800 votos más que CiU, pero cuatro diputados menos. La precariedad parlamentaria ha obligado a Pujol a aguzar el ingenio. Así, el 16 de octubre de 1999, tras revalidar en las urnas, por sexta vez consecutiva, su frágil mayoría, pactó con el Partido Popular no sólo la investidura, sino también el que ha acabado siendo el modus vivendi parlamentario de la federación nacionalista durante la legislatura. En el pacto, CiU se comprometía a dejar en el frigorífico durante estos cuatro años la reforma del Estatut, un buque insignia que los nacionalistas han amagado con sacar de los astilleros varias veces a lo largo de 23 años.
En esta legislatura se ha constituido una sociedad de socorros mutuos CiU-PP
La habilidad de Pujol ha consistido, pues, en pactar con el PP sin que lo pareciera. Pero las fotografías son notarios implacables. Y cada mes de diciembre de los últimos cuatro años se ha reproducido la misma instántanea: los populares, con sus votos, permitiendo sacar adelante a CiU su proyecto de ley más importante, el de presupuestos, que comportan la distribución política de más de 16.000 millones de euros.
Las grandes decisiones han permitido evidenciar, en la práctica, la existencia de dos bloques: el que conforman CiU y el PP (68 votos en total) y el de la izquierda, integrado por el Partit dels Socialistes (PSC), Esquerra Republicana (ERC) e Iniciativa per Catalunya Verds (ICV), con 67 escaños.
Comisiones de investigación
La mayoría absoluta que el PP obtuvo en las elecciones generales de marzo de 2000 fue otra complicación para las contorsiones convergentes. Su voto ya no era necesario para el PP. Pero Pujol ordenó a sus diputados en Madrid dar el sí a la investidura de José María Aznar.
A todo esto, Pujol contentaba a las bases de su partido y al electorado aguijoneando con su verbo acerado al PP, pero al tiempo que pactaba con él. El líder convergente rentabilizó el fatalismo con el siguiente pretexto: "Hemos de entendernos con los que mandan en Madrid". Y los votos del PP han salvado al menos en 53 ocasiones a CiU de sufrir las engorrosas comisiones de investigación parlamentaria, patrocinadas por socialistas, republicanos y los ecosocialistas de ICV.Algunos de los ejemplos más emblemáticos han sido el caso Pallerols -de presunta financiación ilegal de Unió Democràtica-, el caso Olé -por el que se vendió por 200.000 pesetas un buscador de Internet que luego se valoró en 3.000 millones de pesetas- y el caso Casinos, de presunta financiación ilegal de Convergència Demòcratica. CiU, por su parte, siempre apoyó los Presupuestos Generales del Estado presentados por el PP y se opuso a la creación, por ejemplo, de la comisión de investigación sobre el Prestige.
Esta firme sociedad de socorros mutuos CiU-PP podría pasar factura en las elecciones de hoy a Convergència i Unió. La capa con la que Pujol ha recubierto su pacto con el PP, a la que el propio presidente bautizó como política wait and see (esperar y ver), se ha desconchado con el paso del tiempo. Los sectores más nacionalistas de la federación han visto el acuerdo en toda su desnudez. Eso ha permitido a Esquerra orientar su política a disputar la hegemonía nacionalista a los convergentes. Ésa es una de las fronteras por las que la federación nacionalista de Pujol puede ver ocupado su territorio.
Otro flanco por el que recibe ataques CiU es el popular. El PP, que ahora lidera el ex ministro Josep Piqué, quiere rebañar ese electorado proveniente de la extinta Unión del Centro Democrático (UCD). Hasta ahora, el cemento del poder ha permitido que el edificio de CiU no se agrietase a pesar de los insistentes ataques lanzados desde fuera. Y el PP ha querido en esta legislatura poner a prueba la fragilidad del edificio. Los populares, al tiempo que han apoyado a la federación de Pujol en el Parlament, no se han resistido a querer darle el abrazo del oso: han ofrecido en reiteradas ocasiones a los convergentes formar parte del Gobierno de España. Ahora, la marcha de Pujol pondrá a prueba la calidad del cemento convergente.
La campaña que concluyó el pasado viernes ha sido un buen prólogo de lo reñidas que se presentan las elecciones de hoy.
Los socialistas, favoritos en los sondeos realizados hasta ahora con una horquilla de entre 46 y 53 escaños, han orientado su campaña hacia la política social. Vivienda, seguridad ciudadana, enseñanza, sanidad e infraestructuras han sido los ejes sobre los que ha descansado el discurso de Maragall. CiU, en cambio, ha enfatizado el discurso nacionalista con descalificaciones frecuentes al Partit dels Socialistes, al que durante la campaña se ha llamado sistemáticamente PSOE. Esquerra Republicana ha sido otras de las formaciones más atacadas en los mítines de CiU, que ha querido recobrar el terreno perdido por el desgaste del pacto con el PP. El convergente Artur Mas -al que las encuestas dan entre 45 y 51 diputados- ha combatido un hipotético y futuro gobierno de izquierdas atacando al eslabón independentista. Así, ha afirmado que los que fueron presidentes de la Generalitat republicana Francesc Macià y Lluís Companys nunca hubieran dado su apoyo al PSOE. El líder republicano, Josep Lluís Carod, respondió, siguiendo la ucronía, que tampoco hubiesen votado la investidura de José María Aznar, como ha hecho CiU.
Precisamente en el PP, CiU ha tenido una dura competencia para hacerse con la bandera del empresariado catalán. Dos de sus actos de campaña coincidieron el mimo día y con dos horas de diferencia, lo que obligó a algunos asistentes a dejar un acto precipitadamente para estar presente en el otro. Los populares de Josep Piqué han enfatizado que son la única garantía para que los independentistas de Esquerra no estén en el futuro Gobierno catalán. En las antípodas políticas, Joan Saura (ICV-EUiA) ha hecho de CiU y el PP el centro de sus críticas.
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