La Barcelona 'gay'
Quiso el destino que la mayoría de mis amigos que quiero con devoción sea gay, lo cual no es nada insólito porque, como dice un anuncio, la mayoría de los hombres interesantes o están casados o son gays. Eso ha comportado que ya desde mi tierna juventud me familiarizara con lo que viene a llamarse "ambiente". Eso ocurrió en los años ochenta, cuando un amigo del alma me alojaba en su casa los días en que yo visitaba la ciudad. Ese amigo frecuentaba El Punto, y allí iba también yo, disfrutando de una cerveza fresca y maravillada de que nadie se metiera conmigo (lo digo porque otra amiga mía recibió el chaparrón en la discoteca Martin's, cuando el portero le indicó claramente que no era bien recibida con dos palabras precisas: "Chochos no"). El Punto y el Este Bar -ambos situados en la calle de Aribau con Consell de Cent- fueron los pioneros en demostrar que un bar gay no tiene, forzosamente, que estar cerrado al resto del público y que lo que allí se cuece es tan normal como lo que se cuece en cualquier bar del mundo. Descubrí también el Casal Lambda, hice más amigos y me lo pasé pipa en sus cenas desmadradas. Y, puestos a contarlo todo, un día me convencieron de que debía ver algo más fuerte y la misma noche me llevaron al cuarto oscuro de la Metro y a los jardines de Montjuïc, con lo cual mi curiosidad quedó saciada de por vida.
Próximamente abrirá en Barcelona, dentro del Gayxample, un hotel del lujo para parejas 'homo' o 'hetero' que no se escandalicen
El Punto y el Este Bar dieron el pistoletazo de salida a otros establecimientos dedicados al mundo gay: tiendas de diseño, saunas, floristerías, cafés... Y así, en pocos años, en el cuadrado formado por las calles de Balmes hasta Villarroel y Aragó hasta Sepúlveda se ha formado una pequeña comunidad gay que ha sido bautizada como Gayxample, un barrio donde se mezclan las tiendas y los vecinos de toda la vida con esta otra oferta que da color y vida a la Esquerra del Eixample. Se abren tiendas nuevas y se compran y alquilan pisos ocupados por esta comunidad. Pero mientras que Madrid tiene el barrio de Chueca, convertido casi en un gueto gay, Barcelona ha optado por la mezcla, la integración, cosa que no siempre es bien recibida. La mayoría de los vecinos es tolerante, pero algunos han criticado el ruido y la concentración de gente -quizá alejada de sus habituales gustos y maneras- en las noches de fiesta, cosa que, por otro lado, también ocurre con las discotecas heterosexuales.
Y si el Gayxample tiene de todo, lo cierto es que le faltaba un hotel. Joan Julià es un barcelonés de 33 años que recuerda con nostalgia sus veraneos de la infancia en un hotel junto al lago Leman. A Joan le quedó el dulce sabor de aquellos días vividos en un hotel de lujo donde la gente se vestía de gala para comer. Y ahí está su sueño, que se abrirá el uno de julio: se llama Axel, el primer hotel intencionadamente gay de Barcelona, fino, de diseño, abierto también a heterosexuales, siempre que no se escandalicen de nada. Buena parte de la filosofía del Axel se engendró en las entrañas de Joan cuando en Londres, y otra vez en Ginebra, el recepcionista de uno de los mejores hoteles no entendía que hubiera reservado una cama de matrimonio. "Debe de ser un error ¿no?", a lo cual él insistía que no, que querían dormir dos hombres juntos. Por eso Joan quiere un hotel donde puedas ser tú mismo sintiéndote como en casa, donde la diversidad cultural sea valorada y natural.
Joan Julià buscó un edificio singular y lo encontró en un chaflán de la calle de Aribau. Tiene unas tribunas con vidrieras de principio del modernismo que está restaurando Valldepérez, el mismo artista encargado del Palau de la Música. "He viajado por todas las ciudades donde los gays se sienten cómodos: San Francisco, Amsterdam, Copenhague... y estoy convencido de que Barcelona es una de ellas. Esta ciudad está acostumbrada a recibir nuevas tendencias, nuevas ideas y culturas; es tolerante y además se valora el diseño. Y todo esto atrae a los gays", afirma Joan. También está convencido de que Madrid es mucho más cerrada y de que el barrio de Chueca parece un "territorio comanche" donde sólo se acepta lo gay.
Axel respirará lujo y le pregunto qué diferencia habrá entre este hotel y los otros. "En el trato, en la atmósfera, los detalles...". Me comenta que está cansado de ver siempre los mismos uniformes con botones dorados y a chicas que se ocupan de la limpieza. En Axel el personal de recepción vestirá con pantalones de talle bajo; los botones, con un short y una camiseta, y el servicio de limpieza estará compuesto de hombres de buen ver. No hace falta que sean homosexuales, pero deberán estar al loro y han de saber informar si en cualquier momento se les pregunta, por ejemplo, por la sauna más próxima. Está previsto un chill-out, sala de reuniones, biblioteca, boutique, masajes... ¡Ah! Y un detalle que se agradece: las habitaciones estarán insonorizadas y contarán con una selección de 30 películas. "Me gustaría también que los clientes practicaran el small talk, esa charla de contacto espontáneo que cuesta tanto en nuestro país y es algo normal en otras ciudades".
En una nota de prensa leo: "Axel es un hotel único donde diseño y calidez se unen, donde los huéspedes se convierten en protagonistas de una experiencia inolvidable". Así las cosas, hasta da envidia ser homosexual.
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