Sin fútbol
Hace años traté de patentar con un amigo la semana de ocho días. Nos pareció un invento prodigioso. Se trataba de añadir un día más a la semana donde nos permitiríamos todos los vicios y placeres acumulables, sin ninguna de las obligaciones. Porque el domingo no bastaba. El domingo fue desde su origen un día saturado de obligaciones disfrazadas de aficiones. Basta con mirar la cantidad de compromisos que uno adquiere con la religión, la familia, la ciudad, el comercio y el entretenimiento, para desacreditar el domingo. El octavo día nos iba a garantizar que ya nunca más nos sentiríamos tan terriblemente tristes los domingos por la tarde viendo cómo se nos escapaba la vida entre los dedos. Ahora es urgente retomar la idea. Sobre todo desde que en reunión extraordinaria de la LFP, que no es un partido trostkista, sino la Liga de Fúbol Profesional, se decidiera ampliar al lunes y al viernes la retransmisión de partidos por televisión. Necesitamos el octavo día por la sencilla razón de que necesitamos un día sin fútbol, ¿es que nadie lo entiende?
El fútbol y la tele viven la historia de proxenetismo más esclarecedora de nuestra civilización. El fútbol da audiencia y fidelidad a los canales. A cambio la tele les da dinero. Pero, como en cualquier negocio turbio, las cuentas nunca salen. Los clubes de fútbol tienen una deuda que supera los 2.000 millones de euros y las televisiones aseguran que emitir fútbol al precio que está no les sale rentable a menos que sea en canales de pago exclusivos. Como muestra de la importancia capital no existen leyes que se aprueben a más velocidad que las que conciernen al fútbol y la tele. Basta un plumazo y sin debate ni enmiendas se cambia lo que haya que cambiar. Y no es de ahora, hace años la doctrina Cascos impuso que España necesitaba un partido de fútbol en abierto porque el interés general es redondo y se maneja con los pies. Ay, si el interés general fuera otra cosa. Ahora vamos a tener fútbol en la tele todos los días. Y no sé ustedes, pero yo sigo soñando con el octavo día, ése en el que hasta Dios o Messi o Cristiano Ronaldo descansan y nos dejan en paz.
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