Los nuevos bioinquilinos
Jóvenes sin acceso a créditos bancarios apuestan por la autoconstrucción y la agricultura ecológica para hacerse una vida a su medida
"No somos especiales" advierte Eloi Dávila con prevención a los periodistas minutos antes de explicar las bondades de la bioconstrucción en una conferencia incluida en las Xornadas de Agroecoloxía de Ourense.
Dávila y su compañera, Pilar Penín, viven con su pequeña en Reboreda (Porqueira), en una casa levantada con sus manos palmo a palmo y se han servido sólo de materiales reciclables. Todo un esfuerzo porque, aparte de seleccionar cada elemento, antes de decidirse por uno indagan sobre su origen, no vaya a ser que se haya talado un bosque de maderas nobles o haya habido explotación o trabajo de menores. Igualmente palmo a palmo, han buscado las condiciones de ahorro y bienestar que predica el sentido común del buen ecologista: orientación, aislamiento, etc. La joven pareja ha levantado en el corazón de la Galicia interior una espléndida casa que en caso de demolición no dejará huella. Esto es, una casa biodegradable hasta el punto de que, llegado el caso, la naturaleza ni se habrá enterado de su existencia.
Son partidarios de educar a los niños en casa y de la medicina alternativa
Han reconvertido su vida y ahora son arquitectos, obreros y agricultores
Los nuevos bioinquilinos son jóvenes, preparados y, según ellos mismos reconocen, cada vez más autosuficientes y, en consecuencia, más alejados del sistema. "No somos muchos en Galicia, pero en comunidades como Euskadi es algo que va a más", explican. Eloi y Pilar no son los únicos. De hecho, media docena de empresas en Galicia suministran materiales para la autoconstrucción. En las xornadas orensanas la pareja de Porqueira comparte exposición de vivencias con otra afincada en la provincia. Analía Moares y Lhosca Arias están rehabilitando en O Roxo (Allariz) una casa antigua que convertirán en una biovivienda. "Hacemos lo que podemos" puntualiza Moares para advertir que a veces tienen que claudicar ante la imposibilidad de encontrar algún material.
Pero sostiene que la opción por la que han apostado no es exactamente una recomendación para tiempos de crisis. "No se trata de ahorrar dinero, es sencillamente una opción de vida, y nosotros apostamos por ser más autónomos". Y ésta "no es la solución para todo el mundo", advierte. Pese a que asumen su condición de vida como una opción, reconocen que se han convertido en autoconstructores empujados por el sistema. "Fuimos al banco a pedir un crédito para una vivienda y nos lo negaron: nos dijeron que no éramos solventes, así que tuvimos que buscarnos la vida", explica Moares.
La autonomía constructiva a la que se vieron abocados acabó por impregnar toda su vida. Primero fue "la lógica" de la biovivienda (aprovechar los materiales del entorno y evitar el impacto ambiental) y casi de inmediato llegó la de la alimentación. "No tiene sentido comprar alimentos que dan ocho veces la vuelta al mundo antes de llegar a ti", explica Eloi mientras reprueba el enriquecimiento de los intermediarios y el interés de las multinacionales por vender "cada vez más transgénicos". Él y su compañera se han reciclado profesionalmente en agricultores ecológicos.
La apuesta rigurosa por una vida basada en el respeto medioambiental ha funcionado en este caso como las cajas chinas. Cada una que destapan lleva otra dentro. "En cuanto te paras a pensar te das cuenta de cómo está montado el sistema y acabas adoptando una postura... digamos que polémica", afirma Dávila.
Porque apenas decidieron autoconstruir su vivienda prescindieron también "del circuito habitual y no contratamos el proyecto a un arquitecto". Y poco a poco fueron renunciando a buena parte del sistema sanitario (que sustituyen por medicina alternativa), del educativo (son partidarios de educar a los niños en casa) y del alimentario (tienen su propio huerto ecológico).
"Total, que te vas quedando fuera de los cauces establecidos", reconocen las dos parejas. Aunque lo justifican: "Llega un momento en el que te preguntas a qué estás dispuesto a renunciar y finalmente ves que hay compensaciones que hacen que el esfuerzo valga la pena". Cada vez más alejadas de los cauces convencionales, las dos parejas orensanas están a punto de destapar la última caja. Sostienen que todavía no han renunciado a participar en los procesos electorales aunque reconocen sentirse "muy defraudados" con el sistema político. "Hasta hace poco votábamos en función de la honradez de algún candidato", pero tal y como están las cosas en tiempos de crisis "las decisiones de los políticos son siempre las mejores para las grandes empresas, nunca para los individuos".
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