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Greisa Martínez Rosas, de ‘United We Dream’: “Esto no se trata solo de migrantes, sino sobre si vamos a mantener la democracia”

La mayor red de jóvenes migrantes en EE UU lanzó un fondo que, según su directora ejecutiva, pretende recaudar 30 millones de dólares para ayudar a familias de detenidos y deportados

Carla Gloria Colomé

Greisa Martínez Rosas, la directora ejecutiva de United We Dream —la mayor red de jóvenes migrantes en Estados Unidos—, presenció a los 17 años cómo un grupo de estudiantes, a la salida de la escuela, le colocó una bolsa de basura en la cabeza a un amigo. “Le dieron vueltas y vueltas y le gritaron: ‘Regrésate a México”. Tiene otro recuerdo de ese mismo tiempo, de la llamada que recibió en el primer año de universidad, cuando se disponía a regresar a su casa en Texas durante las vacaciones de la primavera de 2007. “Mi mamá me dijo: ‘lo agarraron’. Solo eso. Ella y yo sabíamos de lo que se estaba hablando. Era la pesadilla más recurrente que tenía la familia, que alguno de nosotros fuera separado por ser migrante”. Su padre, un señor que por esas fechas tenía la edad que Rosas tiene ahora, 37 años, el hombre que la trajo de pequeña a Estados Unidos desde México, el carpintero que la sacaba a flote a ella y a sus tres hermanas menores, había sido detenido por no contar con una licencia para conducir la camioneta vieja con la que se desplazaba día a día hasta el trabajo. Luego fue deportado.

El largo viaje de Rosas en la ruta del activismo empieza ahí, en esas memorias, y no acaba todavía. Menos ahora: “Mi historia es lo que me da valentía y coraje para seguir, pero no es única, hay millones que lo han vivido”.

Cuando su padre estaba enfrentando la deportación, nadie en la familia sabía de leyes, de abogados, o de precios. “Tuvimos que aprender muy rápido y, desafortunadamente, no contamos con un buen asesoramiento legal”. De nada sirvieron los 5.000 dólares que la familia pidió prestados para evitar la expulsión. Así que la vida cambió. “El líder de la familia, el que traía dinero a la casa, se fue. Mi mamá tuvo que empezar a trabajar, los billes [facturas] fueron imposibles de pagar, mis hermanas estaban chiquitas, fue un momento tan difícil”. Al año siguiente, su madre fue diagnosticada con cáncer, por lo que Rosas tuvo que abandonar los estudios.

Hoy está convencida de que la cruz que carga un migrante está construida a base del mal sistémico de este país. “Es la historia de cómo los sistemas están trabajando juntos para hacer la vida de los migrantes difícil”, asegura. “No es solamente la migración, se trata también del acceso a la salud, a la universidad. Por eso me uní a United We Dream”.

Desde 2010, la organización, donde el 60% de sus miembros son mujeres y el 20% se identifica como LGBTQ+, trabaja en ayudar, apoyar y empoderar a jóvenes migrantes. Ahora United We Dream, en conjunto con la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) y Abundant Futures Fund (AFF) lanzó una iniciativa sin precedentes: el Fondo para la Defensa de Nuestros Vecinos, que pretende recaudar al menos 30 millones de dólares para apoyar financieramente a organizaciones legales.

“Nos dimos a la tarea de hacer algo nuevo para nuestras organizaciones”, sostiene Rosas. “La esperanza es que millones de personas sean llamadas a hacer algo diferente en este momento, para que sean parte de la solución. Sabemos que es una oportunidad para quienes se sienten sin esperanzas, quienes no saben qué hacer, o que a lo mejor les da miedo salir a las calles y hacerse parte de las movilizaciones”.

Habían transcurrido menos de tres meses de la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca cuando la nueva Administración hizo público el anuncio que dejaría a muchos en un limbo: se cancelaron programas federales que mantenían en pie a organizaciones y grupos que, a su vez, ayudaban a miles de migrantes a transitar el sistema de justicia estadounidense. Gran parte de ellos eran menores de edad que, sin recursos, ahora han tenido que presentarse solos ante el juez. El saldo, según Rosas, es incalculable.

“El precio también son algunas vidas que hemos perdido mientras estaban en centros de detención, a la espera de un abogado para tener una audiencia con un juez”, dice. “Esto es de vida o muerte para muchas personas. Cada mes, anunciamos aproximadamente la muerte de una o dos migrantes en centros de detención, por diferentes causas, pero lo que tienen en común es haber estado detenidos. No es normal. Desafortunadamente, este es un momento que nuestros libros de historia van a contar, y todos tenemos que tener una respuesta a la pregunta: ¿qué hiciste cuando la gente estaba sufriendo de tal manera? Ninguno de nosotros está a salvo, la única salvación es que estemos unidos en comunidad, que nos demos la mano los unos a los otros. Y este fondo y nuestra organización son dos respuestas a cómo hacerlo”.

En un país con 11 millones de hogares que tienen al menos un miembro de la familia en riesgo de ser detenido o deportado, donde muchos no cuentan con la suma necesaria para costear su representación legal ante el juez, este fondo, según sus impulsores, “ayudará a garantizar que las familias inmigrantes que enfrentan la amenaza de separación, detención y deportación injustificadas tengan acceso a abogados”. Hasta el momento, han recaudado más de 12 millones de dólares. En donaciones individuales, han recibido unos 250.000 dólares de unas 10.000 personas de todo el país.

“Esta es una oportunidad para que tomen acción, para ayudar a nuestras familias”, afirma Rosas. “Hoy hay jóvenes indocumentados en centros de detención, niños forzados a representarse solos frente de un juez de inmigración. Entonces se trata de una emergencia legal para garantizar el debido proceso, que es algo tan fundamental para la democracia. Porque lo que está sucediendo no solamente va a tocar a las personas inmigrantes, nos va a tocar a todos”.

Según Rosas, el dinero que les llega sale inmediatamente hacia las organizaciones que están apoyando. “Lo impactante de este fondo es que el dinero que se ha recaudado es, en su mayoría, de personas individuales, con mucho o poco dinero”. La activista —que tiene en su cuerpo la huella de lo que significa una deportación, o que ha librado más de una lucha por la comunidad migrante en el país, entre ellas la de los dreamers, que la llevó posteriormente a ser beneficiaria de DACA (Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia)— no tiene dudas de que en Estados Unidos se están viviendo procesos nunca antes vistos.

“Las personas en control de este Gobierno quieren que haya un poder ilimitado, sin consecuencias. Mucha gente vino a este país huyendo de gobiernos autoritarios, y eso lo que está pasando ahora aquí. Es algo que no había pasado a este nivel”, sositene. “Esto no se trata solo de si eres indocumentado o no, estamos viendo que jóvenes nacidos en este país han sido detenidos por el ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas), que están usando la inmigración para darle poder y dinero ilimitado a agencias como esa. Entonces nos toca actuar con mucha valentía, con mucha claridad, y saber que esto no es solamente sobre personas indocumentadas o migrantes, sino sobre si vamos a poder mantener o no la democracia”.

Rosas ha sentido el peso del odio que mantiene a la sociedad estadounidense totalmente polarizada hoy. A inicios de año, delante de miles de oyentes, reconoció que había vivido como una indocumentada en el país, y que, sin embargo, “no tenía miedo”. Bastó para que, una vez concluida la charla, varios militantes del movimiento MAGA la emprendieran en su contra. “Tomaron mi imagen, pidieron que fuera deportada, quisieron humillarme. Y aunque viví con mucho temor este año, en realidad no tengo miedo. He sobrevivido a cosas difíciles. Ahora no tengo 17 años. He sido parte de un movimiento estudiantil que ha tenido victorias y ha cambiado la trayectoria de este país. Mi intención es que aunque la gente sienta miedo en estos momentos, en el futuro entienda que lo sobrevivimos juntos. Es por eso que trabajo cada día”.

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Sobre la firma

Carla Gloria Colomé
Periodista cubana en Nueva York. En EL PAÍS cubre Cuba y comunidades hispanas en EE UU. Fundadora de la revista 'El Estornudo' y ganadora del Premio Mario Vargas Llosa de Periodismo Joven. Estudió en la Universidad de La Habana, con maestrías en Comunicación en la UNAM y en Periodismo Bilingüe en la Craig Newmark Graduate School of Journalism.
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