‘Los años nuevos’: hay divorcios que no se superan nunca
Además del oficio, Rodrigo Sorogoyen y Steven Spielberg tienen en común que no han superado la separación de sus padres
Además del oficio, Rodrigo Sorogoyen y Steven Spielberg tienen en común que no han superado el divorcio de sus padres. El cine de Spielberg —desde la madre desbordada de E.T. o la familia desquiciada de Encuentros en la tercera fase hasta Los Fabelman— está lleno de niños que sufren las guerras conyugales de sus papás. Sorogoyen ha contado varias veces que sus padres le ocultaron que estaban divorciados cuando era niño, y le ha endosado el trauma al personaje de Óscar de Los años nuevos, quien lo saca a relucir en varios episodios (aunque yo creo que su trauma verdadero es no darse cuenta de que su padre es Benjamín Prado).
Está bien que se aireen estas cosas porque cunde la especie de que los niños lo aguantan todo, y no: muchos se lo llevan de adultos, como piedrecitas en los zapatos. ¿Cómo no les va a pasar a los niños si la sociedad entera arrastra traumas por algunos divorcios? Los últimos conciertos de McCartney evidencian que el mundo no ha superado el divorcio de los Beatles (el asesinato de Lennon, sí, pero no el divorcio, y es natural: las muertes se asumen mejor), y seguramente Francia pueda sobrevivir a una presidencia de Le Pen, pero no se repondría de la separación de Astérix y Obélix, como España estaría perdida del todo si mañana Víctor y Ana anunciasen que hasta aquí han llegado. La orfandad, el tembleque de intemperie, sería insufrible, por mucho que nos ofrecieran la custodia compartida.
Como espectadores de la tele, la gente de mi generación, los llamados hijos de la democracia, vivimos bajo el trauma del divorcio de Martes y Trece. Descubrir que Josema y Millán no se soportaban fue devastador. Con el paso de los años, asistir a su lanzamiento de tiestos y comprobar que la herida les supura como a los ex eternamente resentidos ha sido como abrir una zanja entre dos Españas. Los que fuimos niños durante sus reinados nochevejeros creemos que la Nochevieja la inventaron ellos, y pocas cenas habrá con gente de nuestra edad en las que no se invoquen las sagradas empanadillas de Móstoles. Hace poco, a cuenta de unos rumores sobre ofertas que les hacen para reconciliarse, volvieron a lanzarse pullitas de plató a plató, y yo me acordé de Spielberg y de Sorogoyen, y sentí que ya no tengo Nochevieja, como los niños de padres divorciados sienten que no tienen casa. Así la pasaremos también este año, tristones y cohibidos, forzando un poco la risa.
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