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Columna
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Contra el porno electoral

La presentadora Kay Burley y el alcalde laborista de Manchester, Andy Burnham, prorrumpieron en gemidos orgásmicos con el anuncio de los 410 escaños de los laboristas

Keir Starmer y su esposa, Victoria, el jueves en la puerta de Downing Street.
Keir Starmer y su esposa, Victoria, el jueves en la puerta de Downing Street.Kin Cheung (AP)
Sergio del Molino

Si estuviera en vigor el pajaporte, muchos habríamos gastado la mitad del crédito con el escrutinio de las elecciones británicas, y la culpa sería de la presentadora de Sky News que retransmitía la jornada. El despliegue de la cadena, muy dramático, proyectó una cuenta atrás sobre Downing Street que marcaba el cierre de los colegios, y al terminar soltó el primer sondeo, que daba 410 escaños a los laboristas. Al ver las cifras emerger en la pantalla, cual primavera de Botticelli naciendo de una concha, la presentadora Kay Burley y el alcalde laborista de Manchester, Andy Burnham, prorrumpieron —con toda la fuerza del verbo prorrumpir— en gemidos orgásmicos que un director de cine porno habría reprobado por sobreactuados. El vídeo, por supuesto, se ha viralizado y protagoniza las comidillas postelectorales.

Soy muy partidario tanto del porno como de la espontaneidad de las retransmisiones en directo. Nada hay más artístico y agradecido que salirse de los guiones y caer en la chapuza, a la que ya he dedicado algún elogio en esta columna, pero no me gustaría ver a Xavier Fortes, a Antonio Ferreras, a Marta Carazo o a Vicente Vallés transidos de gozo sexual mientras informan de que tal o cual partido ha ganado las elecciones. Que los orgasmos de Kay y Andy nos sirvan de faro y señalen las costas rocosas hacia las que nunca deberíamos poner la proa. Aunque nada me gustaría más, como espectador, que los códigos del porno se cruzasen con los del periodismo político, como ciudadano reclamo distancia y decencia. Compórtense, señores presentadores. Templanza, amigos: un poquito de bromuro y una ducha fría antes de empezar el directo. Mantengan la excitación a raya, por muy lascivos que sean los escaños que se contonean en los monitores.

Sospecho que esto es una consecuencia de la futbolización de la política, que ha llevado a muchos colegas a informar de la actualidad electoral y parlamentaria como si retransmitieran la Eurocopa y cantasen los goles de los suyos. La paradoja de este caso es que Keir Starmer promueve una sobriedad radicalmente incompatible con el hooliganismo que recorre Europa. Su campaña ha sido un alegato contra la efusión y una promesa de sosiego. Un orgasmo era el festejo menos apropiado para una victoria que reclamaba, si acaso, un sorbito de té sin leche ni azúcar. Mirémonos, pues, en el espejo pornográfico de Sky News, y cultivemos la virtud de la información sosegada. Falta nos hace.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).
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