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Clara Tiscar, guionista y ‘podcaster’: “Con cada caso de ‘true crime’, aprendo algo sobre el ser humano”

La creadora y directora del exitoso podcast ‘Criminopatía’ engancha al público con sus narraciones de historias de asesinos y asesinatos reales con un tono calmado, poco sensacionalista y salpicado de detalles informativos

Clara Tiscar True Crime
La podcaster Clara Tiscar, creadora de ‘Criminopatía’, en una calle del centro de Madrid, el 7 de noviembre.Claudio Álvarez
Pablo León

Sola, sin público, y con dudas. Así arrancó, en 2021, Clara Tiscar (Barcelona, 47 años) el podcast Criminopatía. Mi sueño siempre había sido ganarme la vida escribiendo. Y lo hacía, pero escribiendo muchas mierdas. ‘Cuidado con lo que sueñas’, me dije. En ese momento, estaba dando un curso de escritura ―yo escribo novela negra― y pensé que una manera de promocionar los libros era creando un podcast de true crime”, recuerda. La décima semana de emisión, su programa, en el que relata y analiza asesinatos reales, entró en el top ten de los más escuchados de Spotify. Progresivamente, ha seguido subiendo: Criminopatía va por su cuarta temporada, ahora producido por Podium Podcast, y aparte de seguir marcando récords de escucha; ha sido encumbrado, por plataformas y oyentes, como el “true crime revelación del año”.

Pregunta. ¿A qué achaca el éxito?

Respuesta. Creo que aparecí en el momento perfecto. Y luego, no sé, mi propuesta, al final, es siempre igual: contar un cuento, algo truculento porque son crímenes reales, con mucha información: la documentación es como un pozo sin fondo, me paso horas y horas, nunca es suficiente. Tengo un listado de casos inmenso e intento buscar que sean diferentes.

P. ¿Cómo se organiza?

R. Voy clasificándolos por zonas geográficas, por géneros. La lista no acaba nunca. Tanto crimen puede generar un poco de mal rollo; como si no acabara de estar bien contar desgracias que le pasan a la gente. Sin embargo, no considero que cuente desgracias: las desgracias ocurren, yo cuento cómo se descubre al asesino, cómo trabaja la policía, cómo confrontamos ante la violencia con ciencia e inteligencia.

P. Asesinatos en serie, secuestros, agresiones sexuales… Algunas víctimas se quejan bien por revivir el trauma, bien por exploitation.

R. Soy consciente de que en todas estas historias subyace una faceta humana muy sensible. Tengo mucho cuidado: al final, quien merece todo son las víctimas y sus familiares. Intento no hacer entretenimiento ni diversión de esto; en todo caso, divulgación.

P. ¿Por qué nos gustan los crímenes?

R. Son historias que enganchan, además de reales: lo que lleva a mayores niveles de empatía (bien con los padres que buscan a un hijo, con una mujer atacada o unos vecinos preocupados). Se añade que tiene giros, tensión y cierto morbo. Por otro lado, se aprende sobre: ciencia, psicología, balística, tecnología, geografía, política… Cuelgo mucha de esta información en el blog. Con cada caso, yo aprendo algo sobre el ser humano. Además, considero que las mujeres compartimos un miedo común a que nos pueda pasar algo. No dejamos de sentirlo cuando escuchamos un podcast ―tampoco es que aprendamos a defendernos porque eso es algo que no está en la mano de ninguna víctima―, pero creo que, al oírlo, vivimos una especie de catarsis emocional; como una limpia, una manera de sacarlo.

P. ¿Sueña con los crímenes que cuenta?

R. Una vez soñé que mi pareja mataba a alguien. Me aseguraba que era un accidente y me decía: ‘Tú sabes de esto, ayúdame a pensar’. Yo le decía que no podía ser, que bien por el GPS, por el móvil, o por cualquier cosa, lo iban a descubrir. Que era mejor decir la verdad. Con todo lo que he leído y estudiado, creo que no hay crimen perfecto. Ni de coña. El crimen perfecto es el que no se detecta como tal.

P. En ocasiones trata ‘casos fríos’, que han ocurrido hace años, y se muestra crítica con el trabajo policial.

R. Lo cierto es que ahora entiendo mejor el trabajo de la Policía, y me pongo más en su piel. Cuando se mira a un caso antiguo, hay que poner especial cuidado en la perspectiva del tiempo y de lo que se sabe ahora. Eso no evita que en algunos casos haya mala praxis. Me acuerdo del asesino de Grindr de Londres: la policía tardó en relacionar las muertes de varios chicos homosexuales en la capital y la razón subyacente era la homofobia. Las minorías sexuales son un perfil de víctimas del que se habla poco: hay muchos casos de asesinos que matan homosexuales que pasan desapercibidos. Al igual que todo el mundo ya entiende que las mujeres sufrimos más violencia; hay que reclamar mayor visibilidad para las víctimas que forman parte de minorías sexuales, al igual que para los migrantes. Creo que son víctimas silenciadas.

P. ¿Antes era más fácil matar?

R. Creo que sí. Hay un salto científico-tecnológico brutal: ahora, hacemos huellas, ADN, la información de los móviles… Vivimos con objetos, como los coches, que registran el tiempo que se abre un maletero, el número de personas que van montadas o si están abrochados los cinturones de seguridad. Ahora, hasta las neveras recogen datos.

P. Su bienvenida al podcast ―cuando dice: ’Hola, criminópatas’― se ha convertido en toda una referencia para sus seguidores, ¿me lo hace?

R. [Risas] Soy consciente de que cuando doy el saludo, lo digo de una manera particular. Pero es natural: me sale así desde el principio y así se ha quedado. Si estoy muy revolucionada, hablo muy rápido y no me gusta. Por eso, a veces, justo antes de grabar, para bajar, me pongo a Pink Floyd.

P. ¿Cuánto escribe para cada capítulo?

R. Mi objetivo es escribir 7.000 palabras, que son unos 40 minutos, pero hago lo que la historia me pide. Por el momento, llevo más de 170 capítulos entre los que publico en abierto [dos entregas al mes en Spotify] y los del Club de Fans [dos raciones más, solo para socios].

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.
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