La dulce victoria de la cadena triste
Al analizar la decadencia de Telecinco tendemos a obviar que su audiencia no se ha desvanecido, sino refugiado en Antena 3. La otrora cadena triste ha sabido reinventarse y ofrecer una programación familiar sin traicionarse a sí misma
Como diría uno de los personajes que aparecen en ella, la promo con la que Telecinco anuncia su nueva temporada da cringe, aunque para no soliviantar a la RAE diré grima. Si han conseguido evitarla les cuento. Hay una madre sobrepasada por las circunstancias y un niño abducido por violentos videojuegos; tampoco faltan la hija rebelde y el padre que, por subvertir los roles, que para algo estamos en el siglo XXI, colabora en las tareas del hogar. Como la intergeneracionalidad resulta imprescindible, aparece una abuela que no se apaña con las gafas de realidad virtual, el edadismo rampante que es asociar una determinada edad a la ignorancia digital les parece tronchante. Para resultar más estomagante, tras el caos simpaticón la manada se amansa frente a los amables sonidos de la pantalla amiga. Contigo siempre la han bautizado, un lema que más bien suena a amenaza. Que este ejercicio de costumbrismo trasnochado sea el elegido para apelar a los espectadores de 2023 evidencia lo que sospechábamos: en Fuencarral han perdido el sentido de la realidad, de la virtual y de la tangible.
Aunque disfrutemos la conspiranoia, tras la decadencia de Telecinco no hay tanta política como hartazgo de sus espectadores. En lugar de buscar fórmulas para perpetuar su liderazgo confiaron en la elasticidad de las tragaderas de su público y mientras preguntaban embelesados al espejito de Kantar Media quién era el más bello del reino del share, el rival se rearmaba.
Al analizar la decadencia de Telecinco tendemos a obviar que su audiencia no se ha desvanecido, sino refugiado en Antena 3. La otrora cadena triste sí ha sabido reinventarse y ofrecer la programación familiar que su rival ansía hoy después de haberla despreciado siempre. Esa que gusta incluso a las familias que sólo existen en las mentes de los publicistas.
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